En el lindero de cumplir 5 años, el gobierno ha acuñado una forma de gestión con clara inspiración populista y que ya otros gobiernos de ese corte han ensayado en el continente americano. Varios son los rasgos que distinguen eso que podemos llamar gobernabilidad populista, aquí se apuntan algunos de ellos.
1. Entronización de la figura presidencial como autoridad política y moral, muy por encima de cualquier otra, investida entonces de dotes de caudillo, de una condición incontrastable y que sólo puede ser equiparada con los grandes héroes de la historia.
Se construyen así las bases para un amplio poder unipersonal que subyuga y predomina sobre cualquier otra instancia o figura, de modo que su discurso tiene la posibilidad de avasallar y de ser incontrastable. La línea de transmisión de ese liderazgo es directa sobre su partido y respecto de quienes lo representan en el Congreso, así como en los gobiernos estatales y municipales. La disciplina y la lealtad hacia la figura presidencial y sobre sus designios son los atributos más encomiados, por arriba de la capacidad, la destreza, la especialización o el conocimiento.
2. Poder mediático presidencial a partir de un conjunto de prácticas que cumplen una fachada comunicacional democrática, pero que sirven para subvertirla mediante un abanico de opciones que pasan por la incriminación de críticos; descalificación de opositores; difusión de información reservada, fiscal o de inteligencia, que se aduce disponer de ella a partir de reportes anónimos que se hicieron llegar.
Así desde la palestra presidencial se realiza un ejercicio cotidiano que teóricamente responde a preguntas espontáneas y sin previo arreglo, pero que curiosamente se acoplan a las necesidades comunicativas del propio gobierno. Se erige así una tribuna que puede aludir a cualquier persona, pero que no admite réplica, en ese mismo espacio, para quienes son referidos.
Se trata de un espacio comunicacional de gobierno con carácter excluyente y exclusivo, privativo de una voz y de sus invitados, pero que califica y descalifica a cualquier persona.
3. Sustento de la acción gubernativa en un pueblo moralmente puro, unificado y homogéneo, antitético de la élite corrupta, que es propensa a los privilegios, por tanto, adicta a las desigualdades.
En ese sentido, una propensión hacia los procesos de consulta popular ya que es un procedimiento que resuelve la voluntad del pueblo mediante preguntas llanas a favor o en contra de los temas planteados, lo que acaba por representar un valioso recurso para evadir la necesidad de construir consensos intrincados en la dimensión de un pueblo o una sociedad pluralista con diversidad de intereses legítimos y de opiniones diferenciadas.
A partir de esa lógica el pueblo queda subsumido en una dimensión que tiende a estar articulada en forma monolítica y en una afinidad con el gobierno, que se erige desde la negación de la diversidad.
Conforme a ello el gobierno se protagoniza como la expresión pura del pueblo puro, y así denuesta a las opiniones divergentes por espurias, malsanas o ilegítimas.
4. Un dominio incontrastable del gobierno sobre el Estado para plantar el control de la agenda pública y de la institucionalidad, en donde se propende a convertir en agencias del gobierno a los poderes Legislativo y Judicial.
Aunque parezca cacofónico, se marca una proclividad para gobernar desde un gobierno que pretende gobernar a los demás actores políticos y a los otros poderes desde la instancia Ejecutiva. Se reduce así, hasta casi eliminar, los espacios que son legítimos para disentir, tener diferencias y menos aún para sostener y sustentar posturas antagónicas. En caso de existir, se asume que éstas habitan en la traición, en la perversión o en la corrupción.
5. La cancelación de instancias de intermediación para proporcionar apoyos a sectores o grupos específicos de la población, de modo que el gobierno los otorga directamente, desdibujando con ello su naturaleza de política pública y de su sustento en la contribución de la sociedad a través del pago de impuestos.
De esa forma el gobierno por sí y conforme a su propio esfuerzo y determinación, se erige como el sujeto omnímodo que otorga beneficios a la población a través de recursos convertidos en apoyos monetarios directos, quedando en el más remoto y olvidado referente su condición de provenir del erario. Incluso, en algunas encuestas los beneficiarios de programas de ayudas económicas declaran considerar que reciben aportaciones cuyo origen es la propia bolsa del presidente de la República.
En efecto, se construye una sólida relación clientelar con la red de beneficiarios de los programas que canalizan los apoyos directos del gobierno.
A través de esas 5 premisas se construye una gobernabilidad populista que extiende su dominio sobre los distintos sectores de la población, para así integrarla bajo los auspicios del convencimiento clientelar y, en su defecto, mediante el dominio político del legalismo discriminatorio que se instaura bajo la fórmula de a mis amigos todo; para mis enemigos la ley.
Sin embargo, la pretendida homogeneidad del pueblo es una ficción, pues su naturaleza es diversa, plural, divergente y autónoma. La visión integrista y la plural escenificarán la gran lucha electoral del 2024, ahí estará la respuesta.