Tomaron un paraíso y lo volvieron un chiquero. Así pueden resumirse los 30 años de narcogobierno del PAN en Baja California. En unos cuantos años, se permitió la instalación de 160 industrias, muchas de ellas altamente contaminantes, en un valle situado por debajo del nivel del mar y con las condiciones óptimas para que los contaminantes se acumulen debido a la inversión térmica durante los meses de otoño e invierno, de acuerdo a información del diario norteamericano The Desert Sun.

Los resultados de esta apuesta de convertir una zona agrícola y de industria ligera en una “ciudad industrial” están a la vista: cada año cientos de personas mueren prematuramente de enfermedades respiratorias y cardíacas relacionadas con los altos índices de contaminación.

El caso de los niños es especialmente dramático. El mismo artículo relata casos de menores que caen fulminados por la contaminación, víctimas de los ataques de asma que produce la polución, o de otros que han perdido hasta el 10% de su capacidad pulmonar, misma que no se puede recuperar.

¿Cuándo volteará el gobierno federal a la capital bajacaliforniana, una verdadera crisis humanitaria y de salud en territorio nacional, la ciudad más contaminada del hemisferio?

¿Qué acciones tomará la gobernadora Marina del Pilar para combatir la mortífera contaminación? ¿Cuándo se instalarán las contingencias, u otras medidas que han funcionado en ciudades contaminadas como Los Ángeles, Beijing o la Ciudad de México?

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No se puede tapar el sol -ni la contaminación- con un dedo. Tampoco permitir que las industrias “se regulen a si mismas” (ya lo están haciendo y no funciona, a las corporaciones sólo les importa el dinero, no la salud de las personas)

Pero mientras los días pasen, los muertos producto de la contaminación de la otrora “ciudad que capturó el sol” seguirán acumulándose.