El todavía presidente de México por una semana más, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha descrito La Chingada como un lugar paradisiaco, edénico, casi idílico. En tanto que los dos primeros conceptos son de origen bíblico, el tercero tiene raíz griega y continuidad latina. Por todas las referencias públicas, estoy seguro de que AMLO está muy a gusto con el sentido bíblico, prácticamente adánico y sus imágenes (antes de la aparición de la serpiente y la consunción de la manzana), sin desdeñar lo terrenal grecolatino presente en el idilio como poema breve, subgénero de la poesía helenística (versión romana: la égloga). Lo terrenal pero con la belleza y serenidad de lo bucólico, lo pastoril, el campo que nutre y proporciona goce activo y contemplativo. La diferencia mayor no está en la escenografía sino en el sentido: antes de la serpiente el paraíso es sólo paraíso en tanto que el canto idílico tiene carácter amoroso y aun erótico. Ambas perspectivas tienen cercanía en su condición de vergel.
La Chingada, en Palenque, Chiapas, la ha descrito él mismo: es una quinta, una hectárea y media, 15 mil metros cuadrados que heredó de su padres, donde se ejercita dando vueltas entre “los verdes que se amotinan” (resonancia pellicereana) y cruzando un puente colgante sobre una pequeña laguna. Está poblada de árboles frutales y maderables. Caoba, ceiba, árboles flor, mangos, guayabas, cacao, alguna sabrosa raíz como la yuca o el macal. Ahí llegan o viven iguanas y garrobos, entre las frondosas ramas cruzan los monos saraguatos, vuelan aves, anidan pájaros de distinto canto y colorido incluso la célebre guacamaya que come la frutilla del guapaque –ha contado AMLO en un par de ocasiones– con la que los campesinos solían hacer un rico dulce al recoger la pulpa que el ave dejaba caer de sus picos.
Un extranjero me preguntó en la semana mi visión del futuro de López Obrador: supongo que será tranquilo, repuse, ¿o no? Las condiciones están dadas para ello. Como quiera que sea, el pueblo que cree en él y también sus críticos le cantarán pronto “La golondrina” (o “Las golondrinas”, como se conoce popularmente). Es interesante la historia de esta canción. Aunque ya traté tangencialmente el tema, amerita ahora hacer el registro de su proceso de gestación y su forma definitiva.
1. Compuesta por Narciso Serradell (Veracruz, 1843-1910) como participante de un concurso para musicalizar los versos del poeta hispano-mexicano Niceto de Zamacois que hablan de la dolorosa partida de Aben Ahmed de Granada a Argel, desde donde vería la golondrina volar a España, al sitio al que no podrá volver ya, acaso el ave haga nido en su antigua casa, su “mansión de amor”:
Aben Ahmed, al partir de Granada,
su corazón desgarrado sintió
y allá en la Vega, al perderse de vista
con voz débil su lamento expresó:
Veré en Argel, de la costa africana,
la golondrina hacia España volar,
¿a dónde irá tan alegre y ufana...?
Tal vez su nido a mi casa a formar.
Mansión de amor, celestial paraíso,
nací en tu seno, tus delicias gocé;
voy a partir a lejanas regiones,
de donde nunca jamás volveré.
El origen de estos versos finales tiene un proceso sorprendente. Es un “poema escrito en árabe, original del último rey abencerraje de las Alpujarras (Granada), Aben Ahmed (1520-1569), este versificaba con nostalgia la despedida de su tierra al huir tras ser vencido, con una dedicatoria final ‘al objeto de mi amor sublime’. Descubierto casualmente el texto siglos después por un investigador francés en Marrakech, se llegaron a hacer del mismo hasta tres versiones traducidas antes de que el escritor vizcaíno Niceto de Zamacois (1820-1885) hiciese la cuarta y más acertada versión del poema. Esta versión, impresa en una hoja de una vieja revista francesa junto a otros papeles de embalaje, fue la que aportó el texto definitivo que dio soporte a la música de Serradell. La canción compuesta en 1862 se convirtió en emblemática para los exiliados mexicanos en Francia durante la segunda mistad del siglo XIX” (Ernesto Martínez Frausto; sitio Hasta que el cuerpo aguante; 16 de octubre de 2017).
[Escuchemos en este punto esos versos de Zamacois, grabados en 1926, en la voz de Emilio de Gogorza, barítono estadounidense de padres españoles que llegó a grabar una bella canción con Enrico Caruso, “A la luz de la luna”|:
2. Siguiendo el proceso de transformación de la letra, el Diccionario de Gabriel Pareyón, partiendo de fuentes confiables, prosigue el recuento:
“En los últimos días de la intervención francesa le fueron cambiados los versos por otros de origen francés, traducidos al español por Francisco Martínez de la Rosa. Pero estos no gustaron y fueron olvidados. Poco más tarde se le adaptó otra letra, atribuida al poeta español José Zorrilla, la cual forma un acróstico que dice ‘Al objeto de mi amor’, e inicia: A dónde irá, veloz y fatigada, / la golondrina que de aquí se va...”. Es decir la letra que hoy conocemos.
3. Pero las curiosidades siguen: “Algunos estudiosos afirman que Serradell tomó la melodía de su canción adaptándola de la obertura de Uberto, conte di San Bonifazio (1839), primera ópera de Giuseppe Verdi, con libreto de Temistocle Solera”. En efecto, si uno escucha la obertura de esa ópera, se percibe de inmediato en varias ocasiones ya sea como solo de trompeta, oboe, cuerdas o la orquesta en su conjunto, la melodía inicial que siguiendo la letra se trunca y da un giro distinto tanto en la obertura como en “La golondrina”; instrumentalmente se escucha lo siguiente: “A donde irá veloz y fati…”. Un fenómeno semejante al tema inicial de “Bésame mucho”, de Consuelo Velázquez, con el concierto para piano de Robert Schumann. No hay que desdeñar el dato de que Serradell estuvo exiliado en Francia hacia la década sesenta del siglo XIX. Curiosamente, pensando en Palenque, la escena de la ópera ocurre alrededor de castillos “dispuestos en una campiña que según la partitura es ‘deliciosa’” (George Martin; Verdi).
[Aprovechemos la oportunidad de escuchar a Verdi y la obertura a su primera ópera estrenada en medio de la tragedia de la muerte de sus dos hijos bebés; póngase atención a la melodía inicial que se reitera durante la pieza|:
4. La canción de Serradell y Zamacois ha llegado a ser tan popular que se cuentan diversas anécdotas y/o hechos alrededor de ella. Una, que Maximiliano de Habsburgo habría pedido se le cantara antes del fusilamiento en 1867. Otra, que el príncipe Bernhard, de los Países Bajos, la pidió para sus funerales en 2004; la pieza cantada con gran orquesta por la princesa Christina durante la ceremonia fúnebre, se halla en youtube. Tras la muerte súbita del músico Jorge Velazco, la canción fue interpretada en la Sala Nezahualcóyotl en 2003 a cuerpo presente. Pareyón cita un fragmento del Ulises Criollo donde Vasconcelos escribe: “El semisueño de la madrugada me halló recordando casi con llanto los acentos de ‘Las golondrinas’, con que me despidieron cantándola en coro. Me salía de Durango dejando allí un poco de corazón y más triste que como había llegado”.
Y aunque en general es una pieza que evoca tristeza y produce sollozo, nudo en la garganta, opresión del pecho y llanto, tengo la impresión de que se ejecuta en más ocasiones como despedida de un sitio a otro, como en el caso de Aben Ahmed, que ante la muerte. Una de las más célebres interpretaciones de la pieza se dio en el Teatro del Palacio de Bellas Artes en 1952, cuando la orquesta y el coro la interpretaron al final de la ópera Tosca, cantada por María Callas, dedicada a esta con la certeza de que no volvería a pisar ese escenario, pues su carrera empezaba a lindar el estrellato; y así fue.
[En primera instancia se escucha el final de la ópera, el suicidio de Tosca, después la ovación al salir a escena y “La diana” seguida de “Las golondrinas”; momento apoteósico|:
No sé cuál versión de “La golondrina” habría que dedicar a AMLO en su partida de Palacio Nacional a La Chingada. La que hubiera querido es hechiza, una de Pedro Infante que corre por internet y engaña a millones, un fraude, pues no se trata de su voz sino de un imitador que carece de la belleza, la sutileza y la pasión del canto de Pedro que al parecer no grabó esa pieza sino otra, “Que me toquen Las golondrinas”.
Desde que apareció en la política tabasqueña y mexicana, he sostenido mi apoyo crítico a López Obrador (muchas veces, ante la adversidad, ha sido crítico el apoyo), sobre todo al proyecto que ha enarbolado. He participado con la “pluma” ratificando ese apoyo crítico, con las marchas desde el fraude electoral de 2006 (cuando el “desafuero” estuve fuera del país), con el canto durante el “Plantón de Reforma” y, desde luego, todo lo que le ha seguido hasta obtener la victoria de julio de 2018. Ya llegará el momento del balance, pero sin duda se trata de la figura política e histórica más importante de nuestro país durante decenios.
Y aunque soy egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, antes que un ensayo de carácter político y a pesar de los cientos de columnas que he escrito en SDPnoticias en torno a su figura, su programa político y su pueblo, después de coincidir con él por única vez en un vuelo de Villahermosa a Ciudad de México en que le conocí, saludé y hablé brevemente, decidí escribir una crónica gastronómica política muy exhaustiva a manera de testimonio sobre el político que tiene una pasión tan humana como la alimentación, en particular por la tabasqueña y la mexicana de todo el país. Escribí, Un sibarita tropical, que aunque va a los antecedentes culinarios y políticos desde 2009, “El menú del poder” inicia con un puchero tabasqueño ofrecido en Palacio Nacional en enero de 2019 y concluirá con una comida/fiesta al término de la última conferencia matutina, su célebre mañanera, el lunes 30 de septiembre, compartiendo con los periodistas y medios que han convivido con él durante tanto tiempo.
Entonces, esta despedida, estas golondrinas llevan a Andrés Manuel López Obrador al paraíso, al idilio de las aves, las coloridas guacamayas, el agua y los verdes, la ceiba… Entonces, ¿qué versión de “Las golondrinas” para AMLO? Con franqueza, he buscado y no encuentro ninguna óptima, satisfactoria (excepto la de Gogorza). Así que como el sitio de retorno es el hogar de la madre y el padre, donde hace décadas se plantaron las caobas y las ceibas, he preferido una canción sensible (como son la mayoría de su autoría) de Alberto Cortés, “Mi árbol y yo”; un árbol lleno de ramificaciones y de nidos. Una canción sobre el regreso al origen después de las peripecias vitales y el largo viaje; y no todos tienen la buena fortuna de regresar.
“Mi árbol y yo”; Alberto Cortés, grabación original:
Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo