Más allá de los análisis fáciles de opinadores adyacentes al Partido Demócrata sobre la “llegada del fascismo” a los Estados Unidos con el regreso de Donald Trump, decisiones cómo la de Google, el principal gigante tecnológico de las búsquedas en internet, pone a México frente a frente con un nuevo poder fáctico.

Llámenlo autoritarismo tecnológico, o tecnofascismo. La realidad es que muy atrás quedó el mantra idealista de los noventa de Google, que proclamaba su decisión de “no hacer el mal” (do no evil).

Google ahora hace el mal y se dobla, plenamente, ante los caprichos de Trump, presidente de unos Estados Unidos mucho más debilitados que los de su primer mandato, en 2017 y que ahora busca, de alguna manera, no solo hacer a EU “grande otra vez”, sino llevarlo a una “era dorada” que jamás llegará.

Vaya cambio de fortuna para Donald. Hace apenas 4 años abandonó la presidencia, apestado y prácticamente borrado de las redes sociales. Ahora tiene a Google y a los principales oligarcas tecnológicos, quienes se encuentran en shock por el avance imparable de la República Popular de China en el ámbito tecnológico, prácticamente comiendo de su mano.

Puede parecerle anecdótico a algunos el cambio de nombre del golfo en los Estados Unidos (aunque seguramente pronto veremos a países paleros como Argentina e Israel reconocer” el cambio). Pero el trumpismo y su neo-doctrina Monroe están desesperados y su plan sería convertir la ficción en realidad: si el golfo ya es de “Estados Unidos” ¿Por qué no el petróleo y el gas natural que se encuentra en toda su extensión? ¿Por qué no los derechos de pesca? ¿Por qué no Cuba?

Entramos en una nueva etapa muy peligrosa en el desarrollo geopolítico del mundo. El cierre de filas en torno a la presidenta y a nuestra soberanía, será primordial durante lo que resta de la década.