Guanajuato y Sinaloa son las caras más visibles de la violencia que se vive en el país. ¿Qué explica los homicidios en esos estados? ¿Cómo enfrentarlos?
Cuando se analizan estadísticas de seguridad o de violencia, deben tenerse en cuenta dos aspectos. El primero, quizá el más importante, es que no se habla de simples números y cantidades, sino de personas y de familias que han perdido a un ser querido por la violencia. El segundo es que se trabaja con lo que se tiene, que por lo regular es poco, por lo cual siempre hay huecos para identificar patrones, determinar tendencias o construir escenarios.
Desde su creación, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública recopila y sistematiza la incidencia delictiva nacional. La fuente principal de información son las fiscalías estatales. Por su parte, el INEGI publica periódicamente sus encuestas de percepción de inseguridad. Además, en el ecosistema digital circulan datos y estudios proporcionados por organizaciones sociales, medios de comunicación e instituciones académicas.
Uno de los datos más útiles para darle seguimiento a esta problemática es el reporte diario preliminar de homicidios proporcionado por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, disponible desde la madrugada. Aunque sean datos preliminares, permiten vislumbrar el termómetro de la violencia en su arista más significativa: los homicidios.
Sería lógico suponer, por el peso poblacional del Estado de México y de la Ciudad de México, que estas dos entidades registrarían el mayor número de homicidios. No es así.
El primer dato que destaca es una disminución de homicidios diarios de un promedio de 80 al día durante los últimos meses del gobierno de Andrés Manuel López Obrador a un promedio de 60 homicidios diarios en lo que va del gobierno de Claudia Sheinbaum. Todos los estados tienen sus altibajos, pero en el último año destacan dos: Guanajuato y Sinaloa.
En Sinaloa, la escala de la violencia, que hasta el momento ha costado la vida a más de 500 personas, tiene un origen muy preciso: la guerra desatada por la captura de Ismael El Mayo Zambada y el ajuste de cuentas desatado a partir de ese momento entre los Mayitos y los Chapitos. Cabe mencionar que el grueso de los homicidios se concentró en un inicio en Culiacán, pero, a lo largo de los meses, la violencia se ha extendido a otras regiones de ese estado.
De los siete días de la semana, por lo menos en cinco, Guanajuato aparece en primer lugar en el reporte diario. Sin embargo, en el estado no se vive un estado de sitio como sí se percibe en Sinaloa y otros estados del norte. Pregunto a la gente de Guanajuato: ¿qué explica este fenómeno? Me comentan que la violencia, aunque existe en todo el estado, está localizada en tres municipios: León, Irapuato y Celaya, los dos primeros considerados entre las ciudades más peligrosas del mundo, región en donde opera el Cártel de Santa Rosa de Lima.
En Sinaloa, la presidenta Claudia Sheinbaum encargó directamente a Omar García Harfuch atender la situación. Lo que no se explica, es cómo el nuevo gobierno de Guanajuato y el gobierno de la República, teniendo el problema identificado, no operan para enfrentar la situación y restaurar la paz en estos municipios. El gobierno y la oposición siguen confundiendo la disputa política con sus responsabilidades como autoridades.
Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.