Gustavo Petro, presidente de Colombia, debe escuchar con atención al secretario de Economía de México, Marcelo Ebrard, cuando dice que a Donald Trump debe tratársele con inteligencia y cabeza fría.
El fin de semana, Petro y Trump jugaron a las vencidas: una batalla de declaraciones sobre aranceles en la que Petro tuvo que ceder, por sus arrebatos y porque se le calentó la cabeza. Colombia sintió la presión que puede generar Trump. Petro comprobó, de manera amarga, que de nada sirven los discursos rebosantes de nacionalismo y retórica cuando la realidad política y económica se impone. Tampoco ayudan las súplicas ni las lágrimas. Hablo de la obispa anglicana Mariann Edgar Budde, quien suplicó clemencia a Donald Trump para los migrantes, y de las lágrimas de la actriz Selena Gómez al pedir perdón a México por las deportaciones de migrantes.
Claro que nos indigna y enoja ver a compatriotas encadenados y deportados como si fueran delincuentes, cuando nuestra gente es trabajadora y honesta. Ellos y ellas solo quieren ganarse la vida y construir, con esfuerzo, un futuro mejor para sus familias. Que no se nos olviden estas imágenes. Que no se olviden quiénes son los responsables y los personajes que aplauden a rabiar las acciones de Trump. No para la venganza, pero sí para la memoria y la acción.
Debemos dar la batalla en las calles, en la opinión pública, en los tribunales, en la economía, en la narrativa. Demostremos que el complejo fenómeno migratorio puede y debe abordarse con un enfoque humano y con respeto a los derechos humanos. Reivindiquemos la verdad, la solidaridad. Utilicemos las propias herramientas de Trump y sus aliados para derrotarlos, aunque en estos momentos parezcan invencibles. La historia y la vida han demostrado que hasta los más poderosos caen.
Un pequeño ejemplo: ante el intercambio de declaraciones entre Trump y Petro el fin de semana, y después de conocer los resultados, un buen número de medios de comunicación titularon el hecho, palabras más, palabras menos, como: Trump “dobló” a Petro. La palabra “dobló” tiene dos interpretaciones. La primera, la que establece la Real Academia Española de la Lengua, como el pasado del verbo “doblar”. Por ejemplo: “Juan dobló un papel en cuatro partes” o “el viento dobló una palmera”. La segunda, la que surge del lenguaje político machista común en Latinoamérica, donde “doblar” implica someter sexualmente al adversario. Es decir, no solo se derrota, sino que se humilla por medio de la penetración. ¿Esa es la mejor y más precisa forma de narrar lo ocurrido? ¿Era necesario que los editores cabecearan así sus notas? ¿Obtuvieron más lectores o “me gusta”?
Obvio: no se trata de decir mentiras. Sería inaceptable afirmar que Petro y Colombia ganaron este encuentro verbal, pero sería útil presentar los hechos sin saña.
Esperamos que el 1º de febrero las negociaciones de los aranceles entre México y Estados Unidos lleguen a buen puerto. No se trata de una guerra de vencidas o de egos, sino de intereses y conveniencias económicas. Pero debemos estar preparados para todos los escenarios. Esa preparación incluye la forma de presentar los hechos, la cual debe ser objetiva y no con la saña de la venganza. Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.