Murió Henry Kissinger a los 100 años. Vivió muchos años. Fue un docente y diplomático adorador y practicante obsesivo del Realismo y Neorrealismo Político como teoría y doctrina de las Relaciones internacionales. Un hombre formado y practicante en y de la Guerra Fría. Obsesionado siempre con un enfoque mecánico –que no dialéctico- del equilibrio de poderes, regional, interregional, internacional y supranacional. Pero ello lo hacía un político más sensato cuando las fuerzas no eran favorables, que quienes se creyeron que el “unilateralismo hegemónico” era para siempre (los años de “pausa estratégica” (concepto empleado por primera vez por el Secretario de Defensa Les Aspin, así denominado el periodo durante la administración de Bill Clinton, de la posguerra fría en que EU no tenía a la vista ningún rival con suficiente poder para ser considerado contendiente estratégico). Craso error histórico. China avanzaba silenciosamente.

Por ejemplo, durante la actual guerra de la Federación Rusia con Ucrania estableció claramente el error grave de ignorar los reclamos y necesidades del gobierno de Vladimir Putin en cuanto a la seguridad indispensable de su frontera ucraniania, libre de zonas  integradas a un pacto militar, libre de armas, tropas y armamento táctico y estratégico. Una demanda legítima que no podía ignorarse a despecho de cometer un severo error de apreciación estratégica minusvalorando al gran poder que con ello se afectaba. Hoy se habla cada vez más de cómo concluir la guerra ante la debacle militar del ejército ucraniano a pesar de los 40,000 millones de USD de ayuda militar occidental. Un enorme fracaso.

Para H. Kissinger la contrainsurgencia en su versión desnuda, de la colaboración inter agencias de inteligencia para la captura de los líderes enemigos, para su eliminación física, y con el enfoque de la “guerra fría”, la “guerra contra el comunismo”, no podía dar tregua a quienes  soportaban la represión militar que cancelaba el muy débil Orden Constitucional que sustentó un régimen político de predominio de las oligarquías en los Estados latinoamericanos, lo cual era la mejor doctrina para tratar a los adversarios ideológicos y político-sociales en América Latina, para criminalizar su resistencia y su lucha.

El enfoque de la guerra fría no podía dar tregua a quienes pretendían seguir el ejemplo de la Revolución de Octubre de 1917 en la decadente “Rusia de todos los Zares”, ni en Indochina, ni en Europa, África y menos en América Latina con la Revolución Cubana y la “Crisis de Octubre de 1962″ de los misiles nucleares en Cuba. Ciertamente fue una época muy difícil. De gran tensión internacional

H. Kissinger fue el gran ideólogo y organizador del Estado de Seguridad Nacional antagónico al Estado frustrado en nuestra subregión con aspiraciones de Estado Nacional Constitucional, ideología y política plasmada en la doctrina de genocidio practicada por las dictaduras latinoamericanas y del autoritarismo y despotismo presidencialista del tipo mexicano, que liquidaba todo en nombre de la defensa de la “libertad de la sociedad y la cultura occidental”. Cuanta hipocresía y falsificación ideológica y política encerraba esta fraseología hueca que escondía uno de los episodios históricos de la más brutal represión volcada hacia los latinoamericanos de pensamiento libre y lucha democrática: las “guerras sucias”.

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La “Operación o Plan Cóndor” ideada por H. Kissinger, propuesta en sus términos por el entonces director de la CIA y organizada y ejecutada por las dictaduras latinoamericanas, convertida en un conjunto de acciones de inteligencia militar y acciones militares transfronterizas de criminalización de adversarios políticos, convirtió a la inteligencia de Estado en una arma institucionalizada de represión selectiva o masiva según fuera necesario.

Fue pactado primero con la DINA chilena –otros dicen que fue propuesta y aceptada a la dictadura brasileña-  luego con los demás participantes: Argentina, Uruguay, Bolivia, Paraguay, Brasil y el promotor Chile (de acuerdo con esta versión), pero pronto la sede de la planificación de las operaciones se trasladó a Buenos Aires.

Fue entonces en términos diplomáticos al estilo H. Kissinger “un acuerdo de cooperación entre los servicios de inteligencia de América del Sur para eliminar las actividades terroristas marxistas en el área”, en la cual los gobiernos intercambiaban información sobre los líderes de movimientos y organizaciones políticas perseguidos, y colaboraban en su detención, los intercambiaban  y conducían al territorio nacional al que pertenecían, allí les aplicaban leyes marciales, juicios sumarios para su procesamiento, y regularmente los fusilaban o desaparecían.

Según archivos encontrados con cierta causalidad en Paraguay, y que documentan con abundancia el mega-operativo, tal operación transnacional de aniquilamiento costó 50,000 muertos, 30,000 desaparecidos y 40,000 presos. Evidentemente en esta operación allende las fronteras, los servicios de la inteligencia de Estado (como SIDE, DINA, CIE) tuvieron un papel crucial acopiando, clasificando, validando y suministrando información sobre los objetivos predeterminados, y participando activamente en todo el proceso práctico de la represión. Fueron parte de la documentación después denominada “guerra sucia en Argentina”. Se institucionalizó así el terrorismo de Estado. (”¿Qué es la operación Cóndor o el Plan Cóndor? Polimérica/Política.)

Otro ejemplo: en el caso de la dictadura brasileña es muy importante un Memorándum desclasificado en 2015 y en EUA, enviado por el Director de la CIA: el documento estaba fechado el 11 de abril de 1974, y fue publicado por el periódico El País el 13 de mayo de 2018, el cual evidenció oficialmente que el entonces Presidente de Brasil general Ernesto Geisel aprobó la política de ejecutar a opositores propuesta por el jefe del Centro de Inteligencia Militar (CIM) Milton Tavares de Souza en una reunión celebrada el 30 de marzo de 1974. El documento se lo dirigió el entonces director de la CIA, William Egan Colby al Secretario de Estado Henry Kissinger. Conozcamos los términos de la reunión citada:

“Milton Tavares de Souza (…)  “describió el trabajo de su centro contra la subversión interna (…), enfatizó que Brasil no puede ignorar las amenazas, disidente y terrorista y afirmó que deberían continuarse los métodos extralegales contra subversivos peligrosos. Figueiredo apoyó esa política y defendió su continuidad”. Añadió que en el último año, el CIE había ejecutado a 104 personas (…) Antes de matar a cada disidente, acordaron, tenían que conseguir la aprobación de Figueiredo. Hubo otros 89 desaparecidos y asesinados entre que se tomó esa decisión y el final de la dictadura.” (Rostica, Julieta. Apuntes sobre la “Triple A”. Argentina, 1973-1976. Desafíos 23-II, 2011. pp. 21-51.)

La obra de H. Kissinger más perversa y descarada fue la promoción del golpe de Estado en Chile contra el Presidente constitucional Salvador Allende. Llegó a declarar en un “Comité de los 40″ que coordinaba políticas anticomunistas en todo el continente refiriéndose a la elección de Salvador Allende en 1970: “No veo por qué tenemos esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”. El grado máximo de soberbia enfermiza y de estulticia que puede tener un político poderoso, al servicio de poderosos intereses transnacionales. (Luna, Alemao, Infobae, 29 de noviembre, 2023)

La relación más cercana que tuvo H. Kissinger en México con un líder político fue con Luis Echeverría Álvarez, pero cuantas veces podía, en distintos momentos, advertía sobre “los riesgos de comunismo en México”. Jamás un fanático de la doctrina anticomunista entenderá por qué un ciudadano sensible y consciente y muy desfavorecido del sistema socio-económico de un país del entonces llamado Tercer Mundo, ante la miseria y la represión brutal, puede voltear hacia otras historias, teorías, y doctrinas políticas para buscar una alternativa a los graves problemas de su existencia social que parecen no tener fin. Por eso criminalizaba a los opositores.

Pero también la historia le deparó una gran lección política: la derrota de sus doctrinas y enfoques de guerra fría en Vietnam. Precisamente por lo que dijimos líneas arriba, su cerebro jamás entendería la óptica del oprimido y del hambriento de justicia. Luego de la derrota en Vietnam afirmó: “Jamás olvidaremos esta derrota”. Y perduró como mega trauma político en distintos líderes y ciudadanos estadounidenses para no intervenir en otras naciones, hasta “la crisis de los Balcanes” y “el ataque” a las Torres Gemelas. Kissinger mantuvo su idea central de que “no tenían por qué esperar” sino que había que forzar el curso de la historia. Fue el concepto de “los equilibrios de poder favorables” a una praxis de hegemonismo, puesta en primer lugar y a cualquier precio. En Latinoamérica, en Asia, en Oriente Medio.

Por ello, sus restos mortales yacen hoy sobre una montaña de cadáveres. Así entendió él la defensa de sus convicciones, de su gobierno, de su país.