Con respecto al ejercicio electoral que se viene, la oposición ha comenzado a mover sus piezas de quienes pueden ser los finalistas que se midan en un proceso interno y decidir, mediante un mecanismo primario, al abanderado del Frente Amplio por México. O sea, la alianza opositora que, así como tiene una infinidad de aspirantes, cuenta con una lista larga de plataformas, aunque, evidentemente, es lo mismo, solo que, tras bambalinas, se niegan a reconocer que son, como comúnmente dicen, la misma gata, nada más que revolcada.

Hace unos días, por ejemplo, se notó la presencia de Claudio X. González que, todo parece indicar, es quien mueve los hilos de la oposición. No es casualidad que, en toda presentación, su asistencia esté en primera fila. Además de ello, se ha convertido en un activista que promociona cada actividad de la derecha y, de paso, un cuasi crítico del gobierno del presidente Obrador. El caso es que, con ello, Claudio X. no le aporta nada al bloque de contención. Tanto él, como otros actores, le restan más credibilidad que votos a favor.

A la oposición se le avecina un proceso electoral complicado y, en medio de la animadversión que viven de la población civil, persisten en la misma estrategia. No solo tienen los números en contra, sino que Morena cada qué pasan los meses se fortalece más y más, en vísperas del proceso interno de selección del coordinador de los comités de la transformación, que concluirá en 8 semanas más. De ese ejercicio, está garantizada la unidad por más que traten de desvirtuar los recorridos territoriales.

Morena, con todas las condiciones dadas, ganará la elección presidencial del 2024. Y lo hará porque, además de ganar terreno por todo el país, la figura del presidente será fundamental, sumada a la unidad en la carrera por la sucesión. Aunado a ello, ha sabido capitalizar su alianza con la población civil; sus aliados, PT y PVEM, han cerrado filas con el partido guinda y, en términos políticos, eso constituye una gran fuerza de votantes que allana el camino a la victoria.

En cambio, la oposición va en detrimento cada vez más. Este nuevo frente que se ha constituido, no garantiza nada. Es decir, son sumas que restan. Ayer mismo lo explicamos en nuestro espacio de opinión. La muestra más clara es el PRD, que está en plena decadencia y que, en el Frente Amplio por México, resta porque no tiene nada que ofrecer. Su incorporación sólo es mediática, pues en términos de votantes es meramente nula. En ese tenor camina el PRI, que tampoco está como para inclinar la balanza del contrapeso.

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Sus niveles de aceptación, por ejemplo, son para preocupar a la dirigencia nacional del PRI. Es verdad, el contrapeso tardó en reaccionar; ahora que están haciendo un esfuerzo por construir una ruta de competencia, no auguramos un camino de éxito. Basta con observar a los promotores, como el caso de Claudio X.; o el propio Vicente Fox, que le ayuda más a la oposición cuando no hace pronunciamientos. Es sencillo: hay alianzas que restan. La del PAN, PRD y PRI, es un claro ejemplo de lo que no se debe hacer en política.

La decisión la tomará el PAN. Tiene mano en la elección, no obstante, no tiene de donde agarrar un cuadro que haga frente al poderoso efecto que está generando Morena, a nivel nacional. Es cierto, el gran reto es saber si Xóchitl, Lilly o Creel, son la panacea que busca la derecha.

De entrada, ninguno de los tres perfiles anteriores tiene esas cualidades que se necesitan para llevar a cabo un proceso electoral presidencial. Tienen ganas, sin embargo, no han asumido ese papel de equilibrio o contrapeso al gobierno. No lo tienen, y no lo tendrán. Ese protagonismo hay que construirlo en años, no al vapor.

Se valen de un discurso anti gobierno que no cuaja porque, en medio de ese clima, más del 70% de la población civil respalda al presidente López Obrador. Dicho en otras palabras, la oposición será una espectadora del ejercicio electoral del 24, luego de mostrar el bajo nivel de una coalición que resta, en lugar de sumar.