Es un problema viejo, arraigado, ¿inextirpable? La incrustación, dentro de un movimiento histórico, político y social (que conlleva su elemento de política económica) como el encabezado por López Obrador, de gente indeseable y aun despreciable que adquiere beneficios con el aquiescencia y aun el impulso de los líderes y la aceptación forzada de los simpatizantes, seguidores y militantes de dicho movimiento. Muchas de estas incrustaciones extralógicas terminan en corrupción y/o traición.
Los ejemplos de Gabriela Cuevas y Lilly Téllez son una pequeña muestra de ese fenómeno “heredado” por Morena del PRD. Una panista que en 2005 era “enemiga mortal” de López Obrador (pagó la fianza para que este no fuera encarcelado tras el desafuero y convertirse así en “héroe”), recibió el beneplácito de este para convertirse en diputada por Morena en 2018; casi a cambio de nada más que de una fuga del panismo que ya le había dado la espalda. Téllez, una locutora aparentemente crítica que es convertida en senadora representante de Sonora por la invitación del líder, termina por traicionar al movimiento del cual nunca fue parte y transfiere al PAN una posición que nunca ganó en las urnas; además de convertirse en lo que coloquialmente se llama una carroñera de la política.
Fenómeno que viene desde el PRD y pasó sobre todo a Morena en nombre del pragmatismo “obradorista”, es una de las lacras que desprecian, de la cual se quejan y por la cual dudan militantes, simpatizantes y votantes del partido impulsado por el actual presidente: ¿Cómo es posible que se pida votar por supuestos “ex” panistas, priistas y aun perredistas? ¿Por qué se ha otorgado en 2021 candidaturas a diputaciones locales y federales, a presidencias municipales y a gubernaturas a los que siempre han sido enemigos del cambio verdadero que pretende el movimiento liderado por el presidente? ¿No hay dentro del universo de militantes y simpatizantes de Morena perfiles probos y con talento para esas posiciones? ¿Nadie en este partido pudo haber estado en el lugar de Cuevas y Téllez?
¿No es hora ya de terminar con esta práctica política tan indeseable?
Se puede entender e incluso aceptar ese pragmatismo en el pasado y hacia el 2018 –cuando era inaplazable triunfar- pero, ¿no es hora ya de terminar con esta práctica política tan indeseable?; ¿van a continuar tolerándola los votantes este 2021 y sobre todo en 2024?
Este fenómeno tan ruin existe en todo el país; se reciben las quejas de la militancia morenista de todos los Estados y un sinfín de municipios: el control político de Morena en manos de prianistas con candidatos prianistas; y los militantes de base y los simpatizantes, ninguneados. Hay casos patéticos.
¿Tengo que votar por Morena a pesar de esta aberración?
Uno como ejemplo: la candidata a presidenta municipal de Morena por el municipio del Centro, Tabasco (Villahermosa), Yolanda Osuna, ha tenido toda una vida de trayectoria priista, ha tenido entre sus jefes a Roberto Madrazo, Manuel Andrade y Andrés Granier.
Pues bien, en 2018 se convirtió por “milagro” en morenista y Adán López Hernández, gobernador de Tabasco vigente, la nombró secretaria de Cultura; efímera e intrascendente. Esta mujer competirá ahora “contra” sus “ex” jefes, pues postulan a la alcaldía Andrade por el PRD y Granier por el PRI-PAN. ¿Más patético se quiere? “¿Tengo que votar por Morena a pesar de esta aberración?”, se preguntan el militante y el simpatizante, “¿beneficia en algo al pueblo votar por la candidata elegida por el partido del movimiento impulsada por el presidente con la cual no tengo ninguna identidad y de la cual tengo sospechas y dudas?”.
Ese patetismo ejemplificado es el prianismo abusivo y corrupto que debe ser extirpado de Morena; Morena tiene que vaciarse de su propio priandismo tan criticado. ¿Acaso no lo consideran así Mario Delgado, Citlalli Hernández y Andrés Manuel López Obrador? ¿Qué puede hacer el votante desdeñado mientras eso, idealmente, ocurre? ¿Cómo resolver su conflicto frente a lo indeseable?
Aquí mi propuesta:
1. Como es despreciable el posible regreso del PRIAND al poder ya sea de los municipios, alcaldías y Estados o al control del Congreso federal, tendrá que votarse por Morena pese al priandismo incrustado en esta organización. Pero…
2. Tendrá que exigirse aún más que a la oposición y que la oposición a los candidatos electos bajos el signo de Morena: que cumplan con los compromisos del movimiento, que cumplan el programa nacional del partido y del presidente, que no se corrompan. Y si lo hacen, que sean denunciados, procesados y caiga el peso de la ley sin impunidad sobre ellos y ellas.
3. Como este maridaje extralógico no puede sostenerse ni tolerarse hacia el futuro inmediato, el militante, simpatizante y votante tendrá que exigir congruencia y consecuencia a los líderes, comenzando por el presidente.
4. En descargo de los líderes hay que decir que hace falta mayor acción al movimiento: militantes, simpatizantes y votantes en general de Morena tendrán que expresarse activamente en la política del partido y del país, porque si desea (y porque urge) un cambio en ese fenómeno tan absurdo de votar por quien no se quiere, tendrán que ser él y ella quienes ejerzan la política práctica; no basta con el voto ni con la crítica.
Y tienen que hacerlo ya. Si no participan en lo inmediato y con miras al 2024, el militante de base, el simpatizante y el votante en general, si se apendejan, correrán el riesgo de que Morena de verdad se aperredice y se prianice.
Seguirán “comiéndose el mandado” los políticos “profesionales” del priandismo, los saltimbanquis parasitarios, devorándose el pastel Morena que tantos decenios tardó en construirse a partir de movimientos políticos legítimos sobre todo desde los 80′s y 90′s del siglo XX.