I. El nuevo himno

Bajo la mirada complacida del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, se realizó el pasado 20 de junio el estreno del himno formal/oficial de la misma compuesto por Marcela Rodríguez en colaboración, respecto a la letra, con el “colectivo Ombligo de la Luna”, según informan distintos medios de comunicación. No queda claro si se trató de una asignación directa a la compositora, pues no se sabe que haya habido una convocatoria abierta a concurso alguno. Y es que hay himnos que son ganadores de concursos, como el Nacional Mexicano, son hechos por petición directa como La Marsellesa, o resultado de la adopción pública como la Marcha de Zacatecas. Me parece que la mejor opción es la última y la segunda mejor es la que resulta de un concurso. Cuando es producto de la asignación o una petición hay riesgo de que no tenga conexión con la realidad social ni con la historia ni el contexto político que se quiere destacar; mucho menos con el espíritu de un pueblo.

Himnos como el francés y el mexicano son afortunados (incluso el estadounidense o el británico) porque, más allá de la letra que puede decaer con el tiempo, poseen melodías que cohesionan los espíritus, que se recuerdan y entonan popularmente con relativa facilidad, que tienen significación y valor para el pueblo que los vive.

Dejando de lado el elemento político de que la compositora del himno sea hermana del conocido personaje de la 4T o de cierto obradorismo, Jesusa Rodríguez, que esta haya sido senadora junto con Batres en la legislatura que termina y durante la cual se gestó la iniciativa para crear la pieza, hay que decir que Marcela Rodríguez es una compositora seria y reconocida que ha producido varias óperas, oratorio y piezas orquestales. Por otra parte, la secretaria de Cultura de la ciudad, Claudia Curiel de Icaza, llama la atención sobre el hecho de que esta es la primera vez en que un himno es compuesto en su totalidad, letra y música, por mujeres; muy congruente acción con los tiempos actuales de empoderamiento femenino y corrección política.

|La versión del estreno del Himno de la Ciudad de México|:

No obstante, las primeras audiciones del himno, acompañado por la Filarmónica de la Ciudad y cantado al unísono por soprano y tenor, no expresan cercanía con una sensación de pueblo, de identidad, de ciudad-hogar, de espíritu colectivo. El hecho que la letra haya sido fraguada por un grupo da pie a una heterogeneidad de palabras y frases que proponen un coctel, un pastiche (“a little bit of everything soup”; o la tan de moda “lluvia de ideas”), antes que la unidad de un poema o ese espíritu colectivo animado por el canto. Por su lado, la música, aunque muy profesional y bien estructurada, carece de una melodía pegajosa y está compuesta por ritmos de cierta complejidad para el escucha/ejecutante promedio que es a quien está dirigido. Es decir, no es de fácil recordación y entonación.

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Algunos comentaron su estreno como una pieza “para ópera” debido a la estructura musical y a su complejidad vocal. Se equivocan. La pieza de Rodríguez se encuentra más cercana a la cantata que a la ópera. Esta tiene necesariamente que ser escénica, poseer un argumento, un drama en desarrollo; la cantata es sólo una exposición de eventos, símbolos, celebraciones… Y eso es lo que ha intentado la autora y el colectivo referido. ¿Pero qué dice la letra? Aquí está completa en una fotografía compartida por El Sol de México:

Himno de la Ciudad de México.

“Ciudad de México, espejo mágico”, suena a un lugar trillado, que no dice mucho ya.

“Circulación sanguínea, movimiento perpetuo”; otro lugar común.

“Guerrera mística, precipicio horizontal”; requiere de explicación.

Nopal divino”, el nopal es nutritivo y puede ser sabroso, pero ¿divino?

La serpiente emplumada duplicada por el segundo piso periférico es una forzada y extra lógica referencia política; en el caso de un himno, se corre el riesgo de la innecesaria ideologización.

La descripción de aparentes características de la ciudad puede parecer de pronto una lista, una letanía acumulativa: “espejo lúcido, cercado cósmico, guerrera mística, precipicio horizontal, águila erguida, agua quemada, orden desbordado, caos, caos, caos…”.

Las notas informativas señalan que este himno, estrenado en el Museo de la Ciudad de México, ha sido grabado en tres versiones: corta, larga e instrumental, y que será distribuido en las escuelas de la ciudad para la tortura de los niños. Tortura porque, tal vez, tiene que venir el proceso para su aprendizaje. Hay que recordar que incluso el Himno Nacional tiene dificultades para su interpretación porque se carece de lo primario en México, algo que se repite tantas veces que ya no se escucha: Que urge la educación musical desde la más tierna infancia.

II. Mi ciudad

En contraste con el nuevo himno quiero señalar que existe en México una canción que se percibe como el Himno de la Ciudad de México. Una condición otorgada por el tiempo y la identidad de los habitantes del altiplano mexicano: “Mi ciudad”, con música de Guadalupe Trigo y letra de Eduardo Salas. Ha sucedido con ella algo que suele ocurrir con fortuna, como se ha mencionado arriba, en países, ciudades y pueblos: la gente adopta como suya una canción y la convierte en su himno o su “segundo himno” digamos, y la canta. Hace falta siempre un poco de sagacidad, sensibilidad y generosidad oficial para dar ese paso necesario y convertir esa canción en himno formal.

Independientemente de la suerte que depare a la obra de Marcela Rodríguez, que bien puede quedar como una breve cantata a la ciudad, alguien debiera empeñarse con la canción de trigo y producir un gran arreglo sinfónico, con solos y coros. La creación de “Mi ciudad” (RCA Víctor, 1972), una canción que nos parece sencilla, que nos gusta y cantamos, fue en cierta manera compleja, además de Trigo y Salas, involucró a músicos y producción de alto nivel como el arreglista Mario Patrón, marimbas y el Mariachi Vargas. Estos hacen sonar moderno y sofisticado, musicalmente hablando, al mariachi, le dan otra dimensión y el total de la canción adquiere dimensiones épicas, por decir; incluso, incluye hacia el final un recuerdo de Silvestre Revueltas. La ejecución de la guitarra de parte de trigo es magistral, sus modulaciones tonales la hacen sonar contemporánea y la letra adquiere momentos de lirismo conmovedor: “En las tardes con la lluvia / se baña su piel morena / y al desatarse las trenzas / sus ojos tristes se cierran”. La interpretación vocal de Trigo es muy plausible, con el único defecto de cierto temblor de su emisión vocal en los graves. Pero el conjunto es una creación magnífica, admirable, digna de la enorme y gran Ciudad de México.

|Guadalupe Trigo canta “Mi ciudad”; versión original|:

|Aquí una versión instrumental de “Mi ciudad”, prácticamente sinfónica, ofrecida en vivo en el Teatro del Palacio de Bellas Artes en 1990, durante una presentación, en ese escenario, de Lola Beltrán|:

|Una versión, con algunos defectos producto del canto en vivo, del magnífico intérprete que es Luis Miguel; en Chile, 2005|:

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo