IRREVERENTE
Les platico:
Gustavo Mario de la Garza Ortega es un dínamo.
Así escribí en uno de mis artículos al dar la noticia del allanamiento de que fueron objeto él y su familia en la casa donde viven desde hace más de 40 años en San Pedro Garza García, N.L.
Pero hasta los dínamos se cansan por la edad. Gustavo cumplirá 86 años el próximo 7 de julio.
Esta es la historia:
Hace cuatro días, Gustavo estaba siendo atendido en un hospital de SPGG, cuando a las 10 de la mañana le llamaron para avisarle que una turba de más de 50 empleados y 24 vehículos oficiales del municipio querían entrar a su casa para realizar una “diligencia”, como parte del litigio que emprendió en su contra el alcalde Miguel Treviño de Hoyos.
Gustavo le pidió a su asistente personal que lo llevara de inmediato a su casa pero los médicos recomendaron que en vez de eso lo trasladara a sus oficinas.
Así lo hizo y desde ahí siguió paso a paso lo que sucedía en el lugar donde vive desde hace más de 40años.
Con soplete
La puerta principal de su casa fue abierta a la fuerza utilizando un soplete, porque los abogados se negaban a darles el acceso, ya que los empleados del municipio no llevaban una orden judicial para hacerlo.
Los oficios de una diligencia legal se pueden entregar a las puertas del domicilio de la contraparte. Eso todo mundo lo sabe. No se necesita que entren.
Pero la intención de los enviados por el alcalde era otra y ya adentro -con policías armados- “tapizaron” la casa con descomunales mantas de clausura, no solo el salón motivo del litigio, sino también los exteriores de la casa.
Los propaganderos del alcalde difundieron que el soplete fue utilizado para abrir las puertas del salón, pero éstas son de cristal.
El soplete fue utilizado para destrozar el portón principal y durante 10 horas, no se les permitió la salida a la familia ni al personal que ahí labora.
A las 10 de la noche, cuando Gustavo llegó finalmente a su casa, literalmente me dijo: “Quise morirme al ver aquello”.
Desde la calle y por todos lados dominan la escena las gigantescas mantas que fueron colocadas con grúas telescópicas.
No conformes con eso, al día siguiente, las hordas de Miguel volvieron a la carga y colocaron otras mantas igual de grandes con la frase “INMUEBLE EMBARGADO”.
El segundo día, los empleados de Miguel ofrecieron tres alternativas para seguir con la causa:
- Demoler el salón motivo del litigio, cosa que no procede porque el litigio sigue, está en proceso.
- Cobrarle al dueño una multa de $17.5 millones.
- Colocar sellos de EMBARGO en el citado salón.
Los abogados optaron por la 3a alternativa, pero cuando vieron el tamaño y el color rojo de las mantas, también ellos se quisieron morir.
Eran descomunalmente grandes y llamativas.
Y una nueva retapizada a las paredes interiores y exteriores le fue recetada a la casa de Gustavo, por cuenta y costo del Municipio.
De nuevo, la propaganda oficial interna y externa (la de las focas aplaudidoras) de Miguel difundió la versión de que toda la propiedad había sido embargada y que el Municipio se quedaba con ella. ¡FALSO!
Gustavo está en el hospital
La historia del caso está en mis columnas anteriores.
Hoy, Gustavo está internado en un hospital de Houston.
Ayer fue trasladado de urgencia a esa ciudad y el pronóstico de los médicos que lo atienden es reservado.
Anoche que hablé con él me llamó la atención que al preguntarle: “Joven, ¿cómo estás? (le gusta que le diga así, joven)”, por primera vez desde que lo conozco, no me respondió con su frase habitual: “¡Demasiado bien!”
Entonces, me preocupé de verdad...
CAJÓN DEL SASTRE DE PANAMÁ.
“He aquí una muestra más de lo que provoca el alocado que perdió piso y se mareó al treparse al ladrillo de una alcaldía; que siendo incapaz de sincronizar dos semáforos, aún así quiere ser senador y luego gobernador. ¿Qué le espera a Miguel Treviño de Hoyos?, ¿qué se merece? Alguien muy cercano al gobernador nos compartió dos frases lapidarias: ´Miguel no tiene el apoyo de Samuel, aunque presuma de ello´. Y la segunda: ´A Samuel le va a dar gusto ver a Miguel con las esposas puestas”, remata la irreverente de mi Gaby, usualmente muy bien informada.