La Universidad Autónoma de Tlaxcala ha publicado una obra singular para el presente y futuro de la educación superior mexicana.

Se trata del texto: “Fundamentos y orientaciones del Modelo Humanista Integrador basado en Capacidades”, de la coautoría del rector de la Universidad, Serafín Ortiz Ortiz y el destacado experto, Ángel Díaz Barriga.

La obra fue presentada recién por los doctores Alejandro Miranda y Luis Armando Gonzalez Placencia, Secretario General Ejecutivo de ANUIES (Asociación de Universidades e Instituciones de Educación Superior).

El libro explica en qué términos y cómo se ha renovado el modelo educativo de la Universidad para hacerlo pasar de la lógica de las competencias a las capacidades.

La idea de las competencias enfatiza el papel y éxito del individuo, pero sin referencia a su contexto social y comunal.

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Propone que se puede ser muy competitivo, técnico, productivo y brillante, pero no trascender sino a sí mismo y con frecuencia a costa y sin que nos importen los demás.

Por el contrario, las capacidades supone el compromiso con la propia persona solo que engranada en las comunidades de las que procede y a las que se adscribe.

La universidad coadyuva a forjar la conciencia de la propia persona consigo misma y su entorno, hacerla emprendedora asociativa y constructiva y no predatoria, portadora de derechos compartidos y con sentido de servicio social que permita integrar, poner en práctica y retroalimentarse junto con sus esferas de acción.

Las capacidades son filosóficas, éticas, profesionales y operativas, en particular, co-creadas, compartidas, experimentadas, criticadas y renovadas.

Las capacidades, sobre todo, cobran sentido humano e integrador por lo siguiente.

El humanismo de hoy está anclado en valores y principios sustantivos, derechos humanos, la sociedad democrática,  el estado constitucional y una visión social de la vida privada y pública.

No se trata de la república de los indicadores, las cantidades y las formalidades de las acciones, productos y reportes que se priorizaba en la lógica de la estrategia neoliberal hegemónica de años anteriores.

Más bien, se plantea la autorrealización y la co-realización; la calidad y la emancipación de mentes, espíritus y cuerpos; complementar el constructivismo pedagógico, muy técnico, con un sentido de “praxis profesional” social, cultural y políticamente comprometida.

De allí la noción de integración de varios ámbitos de la enseñanza y el aprendizaje, de tal manera que los docentes discutan con el alumnado y provoquen juntos la enseñanza-aprendizaje mediante la práctica profesional con sentido pedagógico –y yo diría, andragógico o de corresponsabilidad entre adultos.

La educación humanista e integradora basada en capacidades es, digamos, más contextual, sensible, racional, emocional, operativa y cooperativa.

Se apoya en una didáctica que va dialogando con el alumnado y el profesorado, se va renovando de ida y vuelta de las aulas a los espacios públicos-sociales-culturales y de regreso a la reflexión filosófica aplicada.

El humanismo nacional, que se remonta a siglos cargados de pasajes de luchas intelectuales, sociales y políticas para la identificación y emancipación de la mexicanidad, se funda en la libertad e igualdad de todas y todos los seres humanos, a los que les distingue ciertas virtudes relevantes dado los valores que predominan en el contexto histórico respectivo

En palabras del rector, Serafín Ortiz, este humanismo protege la dignidad humana, el sentido de las instituciones en favor de las personas, y para satisfacer las necesidades sociales y la sostenibilidad de la naturaleza.

Esta filosofía está relacionada, en sus propios términos, con la Nueva Escuela Mexicana, con el legítimo propósito de crear condiciones para edificar un país no menos libre, pero sí más fuerte, fraterno, igual y justo