Ignoro si aún quede tiempo para declinaciones electorales. Quizás no sirva de nada declinar a estas alturas. Pero indudablemente significaría mucho para millones si algunos candidatos declinaran a favor de aquellos candidatos con más opciones de capitalizar el voto útil opositor este seis de junio.

Me vienen a la mente la candidata del Partido Revolucionario Institucional en Chihuahua, Graciela Ortiz; y los candidatos de Acción Nacional en Nuevo León y Guerrero, Fernando Larrazábal e Irma Liliana Garzón, respectivamente.

Graciela Ortiz debe declinar a favor de Maru Campos; Larrazábal debe hacerlo a favor de Adrián de la Garza; y Garzón debe declinar a favor de Mario Moreno.

Preocupa que los presidentes de los partidos antes mencionados no hayan actuado. Pareciera ser que la mezquindad política se antepone frente a cualquier otro valor. Por eso la ciudadanía repudia a los partidos políticos. Porque muchos de sus dirigentes son simplemente cicateros.

¿Qué está en juego?

Yo no sé si Marko Cortés y Alito Moreno entiendan lo que está en juego. Este seis de junio nos jugamos los valores republicanos más venerables: la democracia y la libertad. Pero ellos prefieren seguir jugando al político. Pareciera ser que no se dan cuenta que las circunstancias les brindaron la oportunidad de redimirse frente al pueblo de México, de revindicar la ofuscación de la partidocracia.

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¿Les vale madre?

Nunca antes el PRI, el PAN y el PRD habían materializado de tal forma la ignominia como en 2018. Tres años después la situación ha cambiado. Este año pueden congraciarse con los mexicanos. Muchos estamos dispuestos a darles esa oportunidad. Sin embargo, en Chihuahua, Nuevo León y Guerrero pareciera ser que los presidentes de dichos partidos ignoran el contexto o simplemente les vale madres.

Ojalá recapaciten. Cualquier interés político resulta nimiedad frente a lo que puede perderse si el autoritarismo, la demagogia, la reacción y el populismo prevalecen y se imponen.