“Nadie, nunca, se da cuenta del momento exacto en que su destino empieza a cumplirse, lo quiera o no.”
FABIANO MASSIM
De seguro alguien ya está escribiendo el próximo guión de alguna serie de narcos. Ello porque el arresto de “el Mayo” Zambada y su epístola, donde asoma el poder del narco en Sinaloa, da para largometraje, serie y lo principal: la certeza de que el crimen organizado tiene mucho que decir —y por lo visto mediar— por cuanto a la gobernabilidad de nuestro país.
Por lo mismo, este lamentable episodio deja entrever otro. Uno que relataría el que el futuro de López Obrador no estará en “La Chingada”, su rancho, sino de la chingada... Algo así como la que purga el expresidente hondureño Juan Orlando Hernández.
Este señor fue detenido en su casa en Tegucigalpa, en febrero de 2022, tan solo 19 días después de dejar el poder y fue extraditado a Estados Unidos donde enfrentó un juicio en Nueva York (sí, mismo tribunal donde Genaro García Luna, Ovidio Guzmán y —ahora— “el Mayo” se ven, se han visto, se verán con la justicia). ¿Los cargos que se le imputaron al hondureño? Tráfico de drogas, enriquecimiento ilícito y el haber recibido APOYOS, sobornos y favores de “el Chapo”. Algo así como lo que —sostiene el periodista Salvador García Soto— le confesó el gobernador Rubén Rocha en el sentido de que lo que este le fue a pedir a Ismael Zambada antes de las elecciones del 2021 en que resultó electo ejecutivo local.
El proceso contra el expresidente hondureño duró menos de seis meses y actualmente se encuentra purgando una condena de 45 años de cárcel. Sentencia de vida, si se toma en cuenta que tiene 55 años…
No es el primer líder latinoamericano que enfrenta la furia estadounidense. Manuel Antonio Noriega, mandatario de Panamá, también terminó en la cárcel en nuestro vecino país del norte. Luego de 17 años encarcelado en Estados Unidos, fue trasladado de vuelta a su país. Falleció en arresto domiciliario allá.
Todas estas detenciones, juicios y encarcelamientos dejan asomar una intención y también una estrategia de Estados Unidos. ¿La estrategia? Arrestar a unos criminales y tenerlos de testigos protegidos. ¿La intención? Procesar y encarcelar a peces gordos y muy gordos; líderes de naciones como la nuestra, para que sirvan de escarnio y de lección a todo el resto del orbe. Los políticos que se ven beneficiados por la gracia de los narcotraficantes, la pagan.
Suculento manjar sería para los estadounidenses la exhibición de López Obrador, su familia, sus círculos cercanos en procesos ante las cortes norteamericanas y ¡qué mejor si con ello se logra un objetivo aún mayor!: meter en cintura al próximo gobierno de la 4t…
¿Amarre o salvavidas para Claudia Sheinbaum? Las revelaciones de los arrestados podrían ser un bombazo para un sexenio que ni siquiera ha comenzado o bien una liberación de los deseos, señalamientos y formas del gobierno obradorista (por lo pronto, se dejaría de pensar en la revocación de mandato).
Pero creo que la presidenta electa ha decidido optar por el peor de los mundos posibles. Si continúa defendiendo lo indefendible (la gestión del gobernador Rocha Moya) o el pensar en los gobernadores salientes (CDMX, Chiapas, Tabasco, ¡Veracruz!) para incorporarlos a su equipo de trabajo, ella sola se pone la soga al cuello. ¿Luego cómo dirá que no conocía ni tuvo que ver con los apoyos del narco a estos personajes?
La acusación de López Obrador de que existe una estrategia para debilitar a su gobierno tras las afirmaciones de “el Mayo” Zambada, con las cuales subraya los nexos que existen entre la política y el crimen organizado en México, no está errada. Aunque ciertamente no es una sorpresa. Los estadounidenses son muy prácticos, absolutamente metódicos y también predecibles. Ya iniciaron su ofensiva en contra del narcotráfico y de gobiernos consolidados con el apoyo del crimen organizado (después de todo, las drogas están matando a miles y miles y miles de sus ciudadanos).
El gobierno y agencias estadounidenses arrasarán con todo y con todos quienes estén tolerando a narcotraficantes. Ya ponderaron el poder económico, balístico y gubernamental de dichos grupos y no pueden permitir que sigan creciendo y menos aún tengan la fuerza del Estado.
El año más difícil de cualquier sexenio es el “séptimo”. Y lo será más para López Obrador porque, lo que ocurra en ese séptimo año, ya no será asunto de él —vamos, ni siquiera de Claudia—. Todo indica será cuestión de la justicia estadounidense.
El expresidente hondureño Juan Orlando Hernández ya paga sus nexos con el narcotráfico en una prisión estadounidense. ¿Ese es el destino del próximo expresidente mexicano por haberse hecho de la vista gorda con narcotraficantes y criminales en México? Hasta ahora AMLO no viaja a Estados Unidos porque no quiere. A partir de octubre quizá no lo haga por mera supervivencia.
Giro de la Perinola
Juan Orlando Hernández siempre alegó que lo dicho por los narcos en su contra era venganza por haberlos perseguido; ¿qué podría aducir López Obrador? Nuestro mandatario NO los persiguió, solo les ofreció muchos abrazos…
Alguien debería sugerirle a López Obrador tener un buen equipo de abogados internacionales, que hablen bien inglés y sepan de defensa. Ya sabemos que no sirven los que mandó a la Corte Internacional de Justicia en La Haya donde, por “austeridad”, perdieron contra los que contrató Ecuador.
La no tan autónoma fiscalía de Sinaloa dio a conocer un video. Sostiene que este es prueba de que mataron al exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén, en una gasolinera el jueves 25 de julio por la noche. Con todo respeto (diría el clásico), pero esa prueba no prueba nada, pues no se distingue a los individuos que aparecen en la grabación.
Curiosa la forma en que intentan matar al de la camioneta para robársela (eso esgrime la fiscalía). Un tanto cuanto complicado hacerlo desde el asiento del copiloto y no del lado del conductor… En fin.