En este espacio, ayer sábado abordé el preocupante aumento de la violencia de género que vivimos en México. Habrá quien piense que este nuevo gobierno, con una mujer en la presidencia, no toma las acciones debidas para acabar con este mal que nos lastima como sociedad, pero la realidad es que no es así.
A un mes de su gestión la presidenta Sheinbaum ha tomado acciones significativas para acabar con la discriminación y las distintas formas de violencia que nos aquejan a las mujeres, de tal forma que el pasado 4 de noviembre la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad la reforma constitucional propuesta por la jefa del Ejecutivo Federal en materia de igualdad sustantiva, que pretende garantizar nuestro derecho a una vida ibre de violencia y acabar con la brecha salarial en razón de género.
Dicha reforma está siendo discutida en los congresos locales y se espera que en todo el país sea reconocido el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia y además, se respete el principio de paridad de género en los nombramientos tanto de la administración pública como en los municipios y entidades federativas.
En el congreso capitalino también ha habido avances importantes, pues se aprobó que se castigue con penas de hasta seis años de prisión a quien cometa Violencia Vicaria.
Con esta penalización no solo se protege a las mujeres, también a los hijos e hijas de éstas, que muchas veces son sustraídos del hogar con engaños y artimañas, con el único propósito de causar daño a la madre.
Actualmente la Violencia Vicaria se considera delito en doce estados de la República Mexicana y esperemos que en breve se castigue en todo el país.
Este tipo de acciones a favor de nuestra infancia y de nosotras las mujeres son dignas de reconocerse, ahora falta la correcta difusión y la reeducación. Las leyes están, falta que se apliquen y se reconozcan, sobre todo por funcionarios públicos, fiscales, y demás personajes que a veces revictimizan a una mujer que sufre una agresión. Recordemos, por ejemplo a Esmeralda, a quien en Querétaro querían mandar a prisión y obligarla a reparar el daño a su agresor por haber sufrido un aborto espontáneo.
La atención oportuna de Citlalli Hernández, titular de la Secretaría de las Mujeres, evitó que la tragedia escalara.
Por supuesto, lo más urgente es erradicar el machismo y la misoginia de raíz, pero aún el camino es largo.
Ayer mismo leí sobre otro caso de violencia en Coyotepec, Estado de México, donde un sujeto de nombre Carlos Antonio golpeó a su novia hasta dejarla inconsciente y al querer ser detenido se puso a llorar, pidiendo que no le hicieran nada porque su mamá estaba enferma y podría empeorar.
Fue la novia, finalmente, la que pidió que no lo llevaran a prisión.
Historias como esta también hay muchas, y esto debe cambiar.