El culto a las “celebridades” en Estados Unidos y “occidente” ha llegado a niveles tan grotescos que personas como Elon Musk, CEO de Tesla y otras compañías cuenta con una imagen entre varios sectores, de “genio de la tecnología” y “el Tony Stark de la vida real”, cuando en realidad sus contribuciones a la tecnología han sido inexistentes.
Tesla produce vehículos eléctricos con “pilotos automáticos” que chocan y atropellan transeúntes y su venta anual de vehículos -menos de medio millón al año- es minúscula comparada con automotrices establecidas como Toyota o Volkswagen. Su otra empresa, Space-X, hace el trabajo que la NASA podía hacer hasta hace poco con el transbordador espacial y por ahí tiene una supuesta empresa de trenes rápidos que no puede levantar una vía a lo largo de California, mientras que, para poner un ejemplo, China cuenta con 40 mil kilómetros de las mismas.
Pero esos ni siquiera son los peores aspectos de Musk. Desde su apoyo al sangriento golpe de estado en Bolivia en el 2019, pasando por el racismo constante que sufren los empleados afroamericanos en Tesla, hasta su instrumentalización de “ejército” de trol para atacar a sus detractores en redes sociales, el oligarca tiene un largo historial de desprecio por las personas de color y de no respetar la libertad de expresión de las personas.
Entiendo que algunas personas se encuentren entusiasmadas por el cambio de rumbo de Twitter, pero el personaje en cuestión (Musk), oligarca y hombre más rico del mundo (en el papel) en la etapa más salvaje del modelo tardío del capitalismo, no augura un buen futuro para la red social, que ya no se encuentra ni siquiera entre las 15 más usadas en el mundo. Espero equivocarme.