Subió la cuesta entre piedras, tierra, y maleza recién cortada. El terreno que había comprado estaba casi en la punta del cerro. El municipio se lo había vendido a bajo precio, en pagos, prometiendo que tendrían pronto todos los servicios: alumbrado, drenaje, calles pavimentadas… “¡eso sí, poco a poco!”
Mientras ascendía pensaba cómo construiría su casa. “Primero un cuarto donde quepamos los tres, luego otro y así poco a poco se irán juntando, hasta que quede la casita”… su corazón latía rápido por el esfuerzo y la emoción.
Cuando llegó, se dio cuenta que su terreno ya estaba delimitado con rayas de cal. Dio grandes zancadas hacia el fondo y contó: uno, dos, tres… cinco, en total. Otros, a lo largo: uno, dos, tres, cuatro…ocho.
Se quedó mirando el horizonte. Con su mano pequeña a modo de visera protegió sus negros ojos del sol. Lágrimas de emoción corrieron por sus ardientes mejillas, el viento las dispersó, el llanto se hizo más intenso, tan fuerte que el aire solo pudo desviar su camino…
Comenzó a bajar sin dejar de imaginar cómo sería vivir ahí. “Pequeña, sí pero llena de flores de colores. Sí, llena”. Imaginó a sus hijos correr por los alrededores… se sintió satisfecha por dejarles algo cuando ella ya no estuviera.
Mientras descendía, sin darse cuenta se había convertido en aquella niña que huía… en la que bajaba sumida en el pánico perseguida por esa sombra enorme gritándole: “¡Ven aquí hija de la chingada!” El terreno que pisaba también se transformó en el sendero por el que rodó, anduvo, corrió, tropezó; ahí estaban las mismas piedras con las que se descalabró, la sangre y el pelo alborotado no le permitían ver… sabía que él venía tras ella, sus gritos se escuchaban cada vez más cerca. Ahí venía su padre con un cuchillo en la mano… siguió corriendo, trataba de acelerar, un trozo de vidrio se incrustó en el pie derecho; su huida se hizo dispareja, además, el traicionero dejaba la huella sanguinolenta, dejaba la marca para que él supiera el rumbo, la alcanzara y terminará con ella. Siguió como pudo, con tierra tapó la sangre y se escondió. Él gritó enfurecido hasta que se cansó. Después de un largo rato de silencio, después de que la sombra hubiese desaparecido ella continuó con su camino.
Esta vez la había golpeado con más saña porque se enteró que iba a irse a la ciudad con su hermana. Estaba cansada de empujones, de patadas, ya no quería más cicatrices; rojas las más recientes y lunares negros las más viejas todas producidas por las quemaduras de cigarro; los insultos eran lo de menos; no quería terminar como su mamá en “calidad de desaparecida”, sin nombre, olvidada… ella sabía muy bien que él la había matado. Su hermana y ella hicieron la denuncia. Al final, las autoridades no hicieron nada. Y la vida de su madre terminó en una carpeta, se convirtió en un folio más.
Siguió bajando, consolándose a sí misma, tratando con cada paso volver a la realidad. “Todo ha terminado”. Mi padre ya no está, ya no me sigue; y Juan está preso…
Desaceleró el paso, miró hacia arriba. “No, ya nadie me sigue”. “Sí, ya nadie”. Siguió su camino cuesta abajo.
Durante la semana laboraba en una casa haciendo labores domésticas. A las cuatro de la mañana estaba lista para llegar a tiempo a su trabajo. Tenía que caminar varias cuadras para llegar a la avenida principal. El alumbrado era escaso, el miedo intenso. Cuando llegaba a la esquina para esperar el transporte, pegaba su bolsa a su pecho, sentía que ésta la abrazaba. Miraba de un lado a otro para estar segura que nadie se acercara demasiado a ella. Llegaba siempre temprano a su trabajo para terminar a buena hora y así poder ir por sus hijos a la escuela. Las jornadas eran largas, aun así estaba contenta porque cada día, cada hora, iba sudando su pánico. Las lunas negras las maquillaba, para olvidarlas. Comenzaba a recorrer un nuevo sendero, en el que la esperanza iluminaba su alma y apagaba sus tristezas.
Sus hijos la esperaban ya afuera de la escuela, no podían hacerlo dentro porque tenían que cerrar. Esperaron y esperaron y su madre no llegó. Ya tarde, se fueron caminando a su casa. Comenzó la oscuridad a apagar la luz que daba la ventana del cuarto, sentados los dos con las manos entrelazadas, la esperaban…
Antes de llegar a la esquina, escuchó unos pasos, ella aceleró, aquellos zapatos también. Juan la tomó del cuello tirándola al piso, su robustez y furia no la dejaron zafarse, solo alcanzó a ver el filo de metal… dolores agudos con cada puñalada, su boca apagada por su mano grande tapándole la nariz y la boca, el dolor comenzó a menguar…
La tiró en un terreno baldío, la cubrió con sacos llenos de cascajo, solo salía uno de sus antebrazos con varias lunas sin maquillar…
El nuevo ascenso al cerro fue en lento y en silencio. Sus hijos la enterraron en aquel terreno, sembraron flores de colores alrededor de la cruz que mira hacia el horizonte.
Las investigaciones siguen, las carpetas se están haciendo lento… ya llegó otra.
Alma Lizeth
El sábado 25 de marzo la abogada defensora de mujeres Alma Lizeth, fue víctima de feminicidio en el municipio Emiliano Zapata, Tabasco. Alma fue asesinada por su esposo delante de sus hijos. El asesinato ocurrió cuando la familia salía de la Parroquia de la Sagrada Familia. Después de una discusión, aparentemente surgida por celos, Irving “N” sacó un arma punzocortante para agredir a su esposa en varias ocasiones.
La violencia contra las mujeres en México no para. El acoso sexual, la violencia contra niñas y adolescentes sigue, las autoridades no la han podido frenar. Desde los asesinatos de niñas, adolescentes y mujeres en Ciudad Juárez, los feminicidios no cesan. ¿Somos tan inmunes al dolor que ya no nos impactan? ¿No sentimos un ápice de empatía por ellas? ¿Por sus familias? Muchas aparecen con huellas de tortura, a medio vestir o desnudas, otras, miles, siguen desaparecidas. Las madres buscadoras no paran, encuentran restos por todos lados. A veces son identificados, otras no.
En México, entre 2015 y 2023 se han cometido más de 6 mil feminicidios. ¿Cuántos detenidos? Muy pocos…
El Estado de México se ha mantenido desde hace muchos años en el primer lugar. ¿Qué han hecho sus gobernadores? ¿La policía? ¿Por qué los Ministerios Públicos hacen tan mal sus carpetas de investigación? ¿Harían lo mismo si se tratara de un familiar?
El Estado de Nuevo León en segundo sitio, seguido por la Ciudad de México, Veracruz y Chiapas. Miles de mujeres, adolescentes y niñas…desaparecidas, muertas.
María Fernanda Contreras
Casi un año después y por segunda ocasión, Raúl Alfredo “N” fue vinculado a proceso por el feminicidio de María Fernanda Contreras, ocurrido en Nuevo León.
María Fernanda fue reportada como desaparecida el 3 de abril de 2022. Cinco días después fue localizada asesinada en un inmueble, el mismo que su familia había pedido catear a la Fiscalía de Nuevo León desde que desapareció. La Fiscalía ignoró su petición.
El cuerpo de la joven estaba en ese domicilio, en la Colonia Ex hacienda de Santa Rosa, lugar donde fue ubicado su celular por su familia desde el primer día.
El 12 de abril Raúl Alfredo “N” fue detenido cerca de Torreón, Coahuila y trasladado a Nuevo León donde lo vincularon a proceso por el feminicidio de María Fernanda. Habían sido compañeros de trabajo, ella lo acompañó a ver un automóvil que según él iba a comprar.
Debanhi Escobar
A once meses de la muerte de Debanhi Escobar, sus padres siguen presionando, “siguen los avances” y nadie ha sido detenido.
Wendy Joselin
Tras casi dos años del feminicidio de Wendy Yoselin, las autoridades dieron con el paradero del adolescente señalado como presunto responsable del feminicidio.
Wendy Yoselin salió con su novio al centro de Xonacatlán. Jamás regresó a su casa. Su cuerpo fue encontrado seis días después en el fondo de un canal aguas negras en el paraje llamado “La Manga”.
Angélica María
La albañil fue vista por última vez, el 18 de marzo cuando salió de su casa para ir a trabajar en una obra en Chimalhuacán, donde la encontraron muerta.
Angélica era una mujer trabajadora, alegre de tan solo 30 años. Tenía un negocio propio. Para ofrecerles mejor calidad de vida a sus hijos decidió trabajar medio día de albañil para poder pagar un terreno.
Su cuerpo fue enterrado en la obra en la que trabajaba. Dos hombres fueron detenidos y serán investigados. Se presume que ambos hombres abusaron de ella para después matarla, cavar un hoyo y dejarla ahí… como a muchas, como desechos…
“¡¿Al fin qué valor tienen las pinches viejas?!” Para muchos, no tenemos valor ninguno, lo más frustrante es que para las autoridades tampoco lo tenemos.