Fareed Zakaria preguntó en su columna, en The Washington Post (6 de diciembre), ¿por qué las democracias, desde Corea del Sur hasta Francia y Estados Unidos, están en crisis? Y añadió que, para salvar la democracia liberal, hay que salvar a sus instituciones.
Zakaria señala que en el mundo hay una crisis de las instituciones democráticas. La gente cada vez desconfía más de las instituciones democráticas tradicionales y de las élites que las dirigen. Sienten enojo o frustración hacia el gobierno. Es una sensación de rabia contra las élites gobernantes.
Estamos viviendo una “era de revoluciones”: económica, tecnológica y cultural, añade Zakaria. Los viejos patrones están siendo dejados de lado. El cambio de las instituciones a los caudillos es posible gracias a las nuevas tecnologías que permiten a los individuos tener el tipo de alcance e influencia que antes era exclusivo de las grandes organizaciones.
Mientras que la democracia liberal se ha mantenido gracias a instituciones y procesos, el gobierno de caudillos es, al final, un gobierno por capricho. El Premio Nobel de Economía de este año fue para académicos que hicieron preguntas simples: ¿por qué la mayoría de los países no logran volverse ricos y exitosos? ¿Y qué explica los pocos que lo logran? Su respuesta: instituciones fuertes.
Estoy totalmente de acuerdo con Fareed Zakaria: la salud de una democracia depende en gran medida de la fortaleza e integridad de sus instituciones. Las instituciones democráticas, como las legislaturas, los poderes judiciales y los órganos electorales, proporcionan el marco en el que se construye la gobernanza, garantizando la rendición de cuentas, la transparencia y el estado de derecho. Por el contrario, la aparición de caudillos (líderes autoritarios que ejercen el poder sin restricciones institucionales) plantea una amenaza importante para la estabilidad democrática.
Las instituciones democráticas cumplen funciones críticas:
- Facilitan la rendición de cuentas al proporcionar mecanismos a través de los cuales los ciudadanos pueden exigir a sus líderes que se hagan responsables por sus acciones.
- Promueven la estabilidad al definir reglas y procesos claros para la gobernanza. Esta previsibilidad es crucial para el desarrollo político y económico, ya que permite a los ciudadanos y las empresas planificar el futuro con confianza.
- Un poder judicial independiente puede resolver disputas y controlar los abusos de poder, asegurando que nadie esté por encima de la ley.
- Los órganos legislativos fuertes permiten una representación y un debate diversos, lo que fomentaría la toma de decisiones inclusivas.
- Una gobernanza eficaz depende de la participación ciudadana y de procesos transparentes que empoderen las voces marginadas, lo que en última instancia conduce a mejores servicios públicos y a la confianza en el gobierno.
El peligro de los caudillos:
- A diferencia de la gobernanza institucional, los caudillos suelen surgir en entornos donde las instituciones son débiles o están comprometidas. Estas figuras autoritarias suelen centralizar el poder y socavar las normas democráticas, lo que conduce a una concentración de autoridad que puede sofocar el disenso y limitar el pluralismo político.
- El atractivo de los caudillos reside en su capacidad de proporcionar soluciones rápidas a problemas complejos, apelando a los deseos de estabilidad de los ciudadanos, en medio de la incertidumbre.
- Sin embargo, esta concentración de poder con frecuencia da lugar a abusos de autoridad, corrupción y erosión de las libertades civiles.
- El ascenso de los caudillos también puede conducir a la polarización política y la división social. Al presentarse como salvadores contra amenazas percibidas, ya sea de oponentes políticos o de fuerzas externas, pueden manipular el sentimiento público y justificar medidas represivas.
- Esta dinámica caudillista no sólo socava los principios democráticos, sino que también crea un entorno en el que el disenso se considera una traición, lo que afianza aún más el régimen autoritario.
La relación entre instituciones fuertes y una democracia sana es simbiótica. Las instituciones no sólo defienden las normas democráticas, sino que también evolucionan a través de procesos democráticos que reflejan la voluntad del pueblo.
Cuando los ciudadanos interactúan con su gobierno a través de canales establecidos (como el voto, la defensa de intereses y el discurso público), refuerzan la legitimidad de las instituciones. Por el contrario, cuando estas instituciones se ven debilitadas o ignoradas por los caudillos, se amenaza el fundamento mismo de la democracia.
Para protegerse contra el ascenso del autoritarismo, es necesario que las democracias inviertan en el fortalecimiento de sus instituciones. Esto incluye promover la independencia judicial, mejorar la integridad electoral y fomentar sociedades civiles vibrantes que alienten la participación ciudadana.
Una gobernanza eficaz depende de mantener un equilibrio entre soberanía popular e integridad institucional.
La transformación de México, en el siglo XX, de una nación dominada por caudillos a una caracterizada por la gobernanza institucional, representó una evolución significativa en su marco democrático. Esto no fue simplemente un cambio de liderazgo, sino una reestructuración profunda de las normas y prácticas políticas que sentaron las bases de la democracia mexicana moderna.
La importancia de esta transformación radica en su capacidad para estabilizar la gobernanza, promover el estado de derecho y mejorar la participación ciudadana, fomentando en última instancia un sistema político más resistente.
Históricamente, México estuvo marcado por la influencia de los caudillos, líderes militares, hombres fuertes que ejercían el poder mediante la coerción y el clientelismo. La Revolución Mexicana fue una respuesta a este caudillismo, con el objetivo de desmantelar el régimen autoritario de Porfirio Díaz.
Si bien la revolución logró derrocar a Díaz, el período posrevolucionario vio el surgimiento de nuevos caudillos que continuaron ejerciendo un control significativo sobre los asuntos políticos. Líderes como Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles establecieron un régimen semiautoritario que mantuvo el orden, pero a expensas de los principios democráticos.
El momento crucial en la evolución política de México llegó con la creación del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1929. Este partido surgió de las facciones revolucionarias y buscó unificar diversos intereses bajo una sola bandera, brindando una apariencia de estabilidad en medio de la agitación social y política.
El dominio del PRI permitió la creación de instituciones formales que comenzaron a reemplazar el gobierno arbitrario de los caudillos con un gobierno estructurado. La Constitución de 1917 jugó un papel crucial en esta transformación, consagrando derechos y estableciendo mecanismos de participación política que anteriormente no existían.
México experimentó reformas significativas que consolidaron aún más la gobernanza institucional. Lázaro Cárdenas implementó la reforma agraria, nacionalizó industrias clave y promovió los derechos laborales, lo que no sólo abordó injusticias históricas sino que también fortaleció las instituciones estatales. Su presidencia marcó un alejamiento de la política caudillista, ya que enfatizó la gobernanza basada en marcos legales en lugar del poder personal.
A medida que México avanzaba hasta mediados del siglo XX, la consolidación de las instituciones se volvió cada vez más importante para fomentar las normas democráticas. La apertura gradual del espacio político permitió una mayor participación ciudadana en la gobernanza. El surgimiento de partidos de oposición, como el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1989, significó un cambio hacia un entorno político más pluralista donde se podían escuchar múltiples voces.
Las reformas electorales iniciadas en la década de 1990 demostraron aún más el compromiso de México con la democracia institucional. Estas reformas apuntaban a mejorar la integridad y la transparencia electoral, reduciendo las oportunidades de fraude y manipulación que habían plagado las elecciones anteriores.
Al establecer autoridades electorales independientes, México buscó garantizar que las elecciones reflejaran la voluntad del pueblo en lugar de estar controladas por élites políticas arraigadas.
La transformación de un país dominado por caudillos a uno gobernado por instituciones es un testimonio de la resiliencia y el compromiso de México con la democracia. Esta evolución subraya la importancia de contar con instituciones sólidas para mantener la estabilidad política, promover la rendición de cuentas y facilitar la participación ciudadana.
Si bien aún existen desafíos, en particular para abordar cuestiones como la corrupción y la desigualdad, las bases establecidas durante este período de transformación dotaron a México de las herramientas necesarias para transitar su camino hacia la democracia.
Los pocos países que han salido de la pobreza y del mal gobierno han establecido instituciones y procedimientos buenos y justos que van más allá de cualquier individuo. Fareed Zakaria concluye que si, por frustración ante nuestros problemas actuales y transitorios, renunciamos a las instituciones duraderas que han construido la democracia liberal, estaremos dando la espalda a uno de los logros más significativos de la humanidad en la historia moderna.