“Demandé a AMLO”, es el bravucón título del artículo de este lunes de la periodista Denise Dresser en el diario Reforma. Lo comento porque los editores del periódico propiedad de Alejandro Junco le dieron espacio en su primera plana al frustrado amparo que buscó la columnista. De hecho, Reforma miente en su portada: “Denise se ampara contra AMLO”, dando a entender que logró su objetivo. No hubo tal. Dresser, en efecto, intentó que el poder judicial la amparara, pero sus integrantes la batearon. O sea, ni madres que la ampararon.
¿Qué quería Denise Dresser? Limitar la libertad de expresión de Andrés Manuel López Obrador. Esto es, que el presidente de México jamás vuelva a mencionarla. Resulta lamentable que gente cuyo oficio es la crítica no resista que se le critique. Para ella, es ilegal que AMLO responda a lo que Denise dice del presidente. Y, en el colmo de la cursilería, Denise se dijo víctima de “un asesinato verbal” cometido en las mañaneras, así que acudió a los tribunales para que se le amparara.
Por fortuna, imperó la sensatez en el poder judicial federal y se no le hizo caso a la periodista de Reforma. Entonces, la señora Dresser, rabiosa, se lanzó a insultar a una jueza:
- “Les cuento cómo reaccionó la jueza que recibió mi denuncia”.
- “Le tembló la mano”.
- “Pidió licencia médica, y después de seis meses, la ‘secretaria en funciones’ emitió una sentencia ridícula”.
Supongo que Norma Lucía Piña Hernández, ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, defenderá a la jueza insultada por Denise Dresser y Reforma y, como mínimo, enviará una carta dirigida a don Alejandro Junco, en la que con elegancia jurídica pedirá, desde luego con otras palabras lo que yo aquí expreso en las únicas que considero adecuadas para aplicarlas al fallido amparo de Denise: “Estimado señor Junco, ojalá su colaboradora y sus editores se dejen ya de mamadas”.
La palabra mamada no es impropia ni mucho menos ilegal. El Diccionario del español en México la define como “tontería que alguien dice o hecho absurdo o malintencionado que realiza: ‘¡Qué de mamadas dices!”, ‘¡Cómo que te arrepientes? ¡Esas son mamadas!’…”.
La verdad, es una mamada decir que una jueza se asustó tanto que hasta se enfermó por la intrépida demanda de Denise contra AMLO.
La sociedad mexicana madurará cuando aprendamos a respetar a jueces y juezas. No lo hace AMLO cuando sus sentencias le disgustan, no lo ha hecho Denise porque la mandaron al carajo, no lo hace ninguna persona que pierde en un juicio.
La columnista de Reforma ha dicho que espera llevar el caso a la corte suprema. No sé si habrá motivos reales para que eso ocurra. Si los hubiera, de todo corazón desearía que ministros y ministras no cayeran en la tentación de pretender limitar la libertad de expresión de un mexicano solo porque es presidente de la república. Si lo hicieran, sería un ejemplo maligno que serviría para que, tarde o temprano, todos y todas en México termináramos con una mordaza.
Porque si las palabras del presidente tienen un peso especial por el cargo que ocupa, también pueden ser especialmente duras las de periodistas influyentes, empresarios importantes, deportistas conocidos, científicos con acceso a publicaciones internacionales, actores y actrices de la TV.
No se debe abrir la puerta que lleve a la mudez de nadie que quiera expresarse en los términos en que se le antoje. La libertad de expresión debe ser total, y desde luego sus excesos siempre serán preferibles a la ausencia de la misma.