Andrés Manuel López Obrador no quiere pelear. Tampoco le interesa perpetuarse en el poder. En sus planes está retirarse en cuanto México tenga un nuevo presidente o una nueva presidenta. Ahora mismo lo que AMLO quiere es gobernar. Sobre todo, para tender la mano a las personas más pobres y para ayudar a las regiones menos desarrolladas de nuestro país.

Los programas sociales de la 4T no están en riesgo: operan ya y la gente no permitirá que nadie se los quite. Por eso nadie los combate. Quien intentara ir contra tales programas generaría una enorme movilización social de descontento, de ahí que la derecha no se atreva siquiera a plantearlo.

Pero, desde el principio del sexenio, grupos políticos, empresariales y mediáticos enemigos de AMLO —enemigos, sí, porque en la 4T han perdido privilegios— han intentado sabotear las obras prioritarias del obradorismo. Lo han hecho con campañas negativas en la prensa, con presiones supuestamente ambientalistas y con amparos y controversias constitucionales.

Creo que en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, integrada por juristas de primer nivel, no se ha entendido que se les metió en una trampa al obligarles a invalidar —uno tras otro— decretos relacionados con las obras prioritarias del sexenio, que son los famosos megaproyectos del corredor transístmico, de la refinería de Dos Bocas, del aeropuerto de Santa Lucía y del Tren Maya.

Un sabio refrán no comprendieron las y los brillantes ministros y ministras de la corte suprema: donde las dan las toman. Han decidido en la cúpula del poder judicial golpear cada semana a la 4T, lógicamente iba a hacer una reacción, diría Isaac Newton, de igual intensidad pero en sentido opuesto. En eso estamos.

Las columnas más leídas de hoy

¿Era lo que buscaba la SCJN? No lo creo, pero es lo que ha conseguido.

Germán Larrea pudo haber negociado razonablemente con AMLO el tema de las vías del tren en el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec. No lo hizo, pensó que podía pasarse de listo y se dejó pedir una fortuna para colaborar con la 4T. El presidente de México no tuvo más opción que mostrarle a Larrea para qué sirve el poder cuando se trata de defender la esencia de un gobierno. Así, la administración federal le quitó las vías que ni siquiera eran propiedad de la empresa de Larrea, sino de la nación que las había concesionado a tan impresentable —en mi opinión, desde luego— hombre de negocios.

Ahora el señor Larrea se quedó sin sus vías de ferrocarril, que recuperará solo si negocia sensatamente, y si no, pues no. Ojalá se ponga de acuerdo con el presidente y se acabe el conflicto, que por lo pronto al empresario ya le ha representado pérdidas brutales en términos de valor de mercado.

Pero qué necesidad, don Germán Larrea. Creo que no ha estudiado a Juan Gabriel. Su crisis Larrea la habría evitado negociando decentemente, no tratando de abusar de un presidente fuerte, que por cierto no llegó a Palacio Nacional para ser como los anteriores, un subordinado de segunda del gran capital.

Ojalá en la corte y Larrea ya entiendan que Andrés Manuel lo único que quiere es terminar sus proyectos prioritarios porque está convencido de que los necesita una región de México nunca antes beneficiada por los gobiernos federales.

A ministros y ministras y a don Germán les sintetizo enseguida un artículo de Jorge G. Castañeda publicado en un blog de la revista Nexos este 22 de mayo. El Güero, con ganas de criticar a AMLO, le ha hecho el favor a los seguidores y a los rivales del presidente de explicar con claridad lo que el tabasqueño quiere: nada más que sus obras concluyan bien y a tiempo, algo que la derecha ha tratado de impedir. Cito a Castañeda:

  • AMLO pretende “acabar a como dé lugar los megaproyectos”.
  • El presidente busca “blindarlos a futuro para que no puedan ser clausurados, vendidos o abandonados por otros sexenios”.
  • Le interesa a Andrés Manuel “impedir la privatización a futuro” del corredor transístmico, de la refinería de Dos Bocas, del aeropuerto de Santa Lucía, y del Tren Maya.
  • López Obrador desea que tales proyectos permanezcan en manos estatales porque el presidente piensa que “es preferible para todo el mundo que así sea”.
  • En efecto, Andrés Manuel está convencido de que “hay un mérito mayor, una ventaja superior, una calidad especial en las empresas o los proyectos estatales que jamás pueden equipararse a los de obras, empresas o proyectos privados”.
  • El presidente López Obrador desea que sus proyectos prioritarios terminen de construirse en su sexenio, de ahí que busque “remover los obstáculos que puedan dificultar o imposibilitar la terminación de las obras en las fechas previstas”.
  • Es verdad, “todos los gobiernos, tanto en México como en el mundo entero, buscan cómo anclar, blindar, amarrar sus principales obras y programas como parte de su legado a futuro”.
  • Algunos gobiernos extranjeros y nacionales lo han hecho “cambiando la Constitución, otros recurriendo a instrumentos constitucionales —OTAN, Unión Europea, TLCAN, etcétera—. Algunos tratan incluso de crear una mística a propósito de un proyecto, una empresa o una obra en particular”.

Germán Larrea no entendió 17 palabras de Castañeda; en la SCJN tampoco las han entendido: Que AMLO está decidido a “remover los obstáculos que puedan dificultar o imposibilitar la terminación de las obras en las fechas previstas”.

Lo está haciendo así, además con éxito: las sentencias de la corte y el griterío empresarial de que el presidente espanta a la inversión, ¿alguien lo duda?, en la práctica le están haciendo a Andrés Manuel lo que el aire a Juárez, ya que las megaobras no se detienen y las inversiones nacionales y extranjeras tampoco.

Reitero, no es eso algo inusual en los gobiernos democráticos nacionales y extranjeros, como ha apuntado Castañeda: “Todos los gobiernos, tanto en México como en el mundo entero, buscan cómo anclar, blindar, amarrar sus principales obras y programas como parte de su legado a futuro”.

A ministros y ministras de la corte suprema y al arrogante y hoy golpeado empresario Larrea les voy a recordar, parafraseándola para quitarle lo misógina, una expresión atribuida a Napoleón Bonaparte: “Las batallas contra un presidente con apoyo popular son las únicas que se ganan huyendo”.

No estaría mal en la SCJN y en las oficinas de Larrea que plantearan una retirada estratégica para promover la estabilidad social, sobre todo porque evidentemente a AMLO no le van a ganar. Y conste, no lo digo porque sea mi deseo: lo apunto porque es lo que está ocurriendo.