Es una colosal hipocresía política del PRIAN impugnar hoy la sobrerrepresentación en el Congreso, de Morena y aliados, y los intelectualoides que les apoyan, cuando saben que desde 1996 esta figura legal los ha beneficiado a ellos, a los partidos que han logrado votaciones mayoritarias, por la vía legal o ilegal. El último reducto de la lucha política que perdieron lastimosamente las organizaciones, medios, partidos, y personajes de la derecha transnacional mexicana, es llevar a su máxima expresión el lawfare relacionado con la distribución de curules para los partidos políticos luego de la contienda electoral de principios de junio de este año. Judicializar una derrota aplastante y vergonzosa para escamotear un triunfo avasallador. Pobres, cuánto les ha dolido y traumatizado.

Lo que hemos venido conociendo últimamente en la lucha política latinoamericana como lawfare es convertir la lucha política, la lucha por ganar, la voluntad y las conciencias de los ciudadanos, traducida en votos favorables a una causa, que es la esencia de la lucha por el poder con legitimidad, en una artificial guerra jurídica, en donde se instrumentalizan las instancias de la justicia para servir facciosamente a uno de los bloques políticos enfrentados. Judicialización de la política o acoso judicial a una fuerza política, en México, a la fuerza absolutamente mayoritaria, pretendiendo un uso o interpretación abusiva, ilegal o torcida de los ordenamientos jurídicos, como se trata de hacer en nuestro país y en nuestros días, en instancias judiciales electorales como el TRIFE, manteniendo una apariencia de legalidad, para inhabilitar la mayoría calificada en el Congreso mexicano ganada limpiamente en la contienda electoral con el respaldo de los ciudadanos libres de mentalidad avanzada y que quieren el progreso social y el progreso nacional.

La derecha mexicana de nuestros días es la fuerza política más irresponsable y nefasta que haya representado a dicha concepción, corriente de pensamiento y organización política en la etapa contemporánea de nuestro país. Querer crear un clima de rechazo social a la mayoría calificada obtenida por la coalición Sigamos Haciendo Historia (Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde) y presionar con análisis que contienen criterios seudo jurídicos manipulados y expuestos a conveniencia, como en el caso de historiadores como el Sr. Héctor Aguilar Camín, ahora trocado en sesudo analista jurídico electoral, es grotesco y demencial, porque saben perfectamente bien que una estupidez del TRIFE convertirá la disputa jurídica artificialmente construida en torno al reparto de las curules en el Congreso mexicano, en una lucha de masas en donde por cada ciudadano que apoye a la derecha en las calles saldremos 10 o 15 mexicanos que respaldemos el triunfo legal y legítimamente obtenido.

Demencial postura. Preferirían que México se adentre en la inestabilidad socio-política, o hasta que se hunda en el caos y se abra una coyuntura de intervencionismo extranjero so pretexto de alejamiento del orden constitucional por la fuerza política actualmente en el poder, que vivir dentro de un nuevo régimen de centro-izquierda con transformaciones de orden popular y nacional, así de apátrida y reaccionaria es su postura heredada desde los personajes del siglo XIX. En el TRIFE ronda en fantasma del lowfare, será su responsabilidad histórica lo que provoquen si se dejan influenciar por los “cantos de una sirena” apátrida y reaccionaria como la derecha mexicana actual.

Un sexenio más sin chayote, privilegios y apapachos ya no lo pueden soportar, “tal vez sería mejor morir”, como dice la canción popular. La derecha no quiere respetar ni las reglas ni las normas que ella misma ha creado en la etapa de ultra conservadurismo y reaccionismo en que gobernó, la cual hasta ahora les estorba. Su torpeza y ceguera los llevó a rechazar la reforma constitucional propuesta por el presidente AMLO, negociarla. Hoy gritan desaforadamente por la inexistencia de un sistema de distribución proporcional directo, que muy probablemente pudieron negociar o acercarse más al mismo. Pero su torpeza, miopía y cerrazón se los impidió. Hasta en huelga parlamentaria se declararon.

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Robar la mayoría calificada mediante el “escandalito mediático” de la sobrerrepresentación de la coalición triunfadora al seno del TRIFE, es jugarse la vida a una sola tirada, destaparían la cloaca de la lucha política de masas y nadie sabe lo que pueda pasar. La ciudadanía los rechaza cada vez en mayor proporción, repudia sus maniobras y trampas, pero no les mueve a la reflexión, su política es casi suicida. Quieren perder y perder hasta fenecer en la estéril lucha.

Debían estar proyectando y concretando su reorganización nacional desde los fundamentos organizativos y las bases del programa político. Pero están, en una apuesta oligofrénica de “echar el resto” en el tema de la distribución de curules. Cuando ellos ganaron nunca fueron tan escrupulosos en el tema. Hoy se “desgarran las vestiduras” cual modernos Caifás queriendo convertir al TRIFE en un vástago transfigurado del Sanedrín. Despropósito ridículo. El TRIFE tiene que calificar conforme al mandato constitucional, punto. Cualquier otra cosa les puede convertir en poco tiempo en servidores públicos imputados judicialmente.

Es indispensable que comprendan que esta etapa de tensión y confusión extremosa, debe superarse respetando la legalidad constitucional sin trampas interpretativas amañadas que provoquen mayores enfrentamientos de los ya existentes. Vamos a otra fase del progreso social y político-institucional aceptando como mandato soberano la actual correlación de fuerzas, las formaciones ideológicas predominantes y las que están en ciernes o en desarrollo, manteniendo un principio fundamentalísimo de la lucha política: el poder público en sus distintos niveles y espacios de la república, está en disputa por medios constitucionales de manera irrestricta, como principio inmutable.

Lo que hoy les causa pánico y les traumatiza políticamente, es una correlación de fuerzas absolutamente desfavorable que no hallan cómo revertir. Pero no podrán lograrlo en el corto plazo. Para la actual generación de líderes derechistas cuya influencia y capacidad de maniobra está agotada, desgastada y desprestigiada, a pesar de los doctorados en el extranjero, es necesario preservar en lo repudiado por lo absoluta mayoría ciudadana.

Podrían apostar a otras generaciones de líderes y estudiosos, activistas y pensadores que retomen las banderas, las actualicen con sustento en nuevos paradigmas y se lancen mejor dotados a una nueva fase de lucha política democrática. La generación actual de líderes de la derecha, sin credibilidad social, agrupadas en la dirección de los partidos PRI y PAN, en los medios de comunicación y en la prensa nacional conservadora, son una retranca para su propia causa en el mediano y largo plazo.

Carecen también ya hoy, de la interlocución adecuada y legitima con los grandes intereses corporativos nacionales y extranjeros que se han expandido y de los que planean insertarse y crecer aceleradamente, en México para los próximos años. Por ello, todos esos grandes intereses sociales y políticos, voltean a una formación política sabidamente heterogénea como Morena, pero sólidamente nucleada en torno liderazgos históricos y bases programáticas compartidas. Será excelente que lo entiendan y den un paso al costado, trabajan con sus obcecaciones enfermizas contra su propia causa. La lucha política es también visión histórica, perspectiva y análisis retrospectivo, no sólo empecinamientos presentes.

Los líderes actuales del PAN y el PRI y el primer círculo de dirigentes y leales no entenderán esta necesidad objetiva, sus propios intereses personales predominan, pero otros sectores no comprometidos con la justificación externa de una derrota tan aplastante que en cualquier otra parte del mundo habría provocado renuncias masivas de los responsables, aquí la tratan de convertir en una lucha post electoral por robar la mayoría calificada, la impugnación de la victoria de Claudia Sheinbaum con el mayor número de votos en la historia de México (36 millones en números redondos), así como la estigmatización de las opiniones del presidente de la república como “violaciones flagrantes a la ley y la constitución que violentaron el proceso electoral”. No tienen el mínimo decoro y honestidad para la autocrítica.

En fin, estoy seguro que el reto de la completa renovación la tomaran muy pronto otros sectores con nuevas visiones, compromisos y enfoques. Será benéfico para la democracia mexicana, o entiendo así como politólogo, la que no necesita lastres sino formaciones políticas e ideológicas serias, y que aporten al desarrollo del país desde su libre pensar y actuar, organizados sobre la base de activos intelectuales y liderazgos multidisciplinarios e interdisciplinarios, y no en donde predominen abogados expertos en chanchullos que todo quieren criminalizar y judicializar, y resolver con corrupción judicial, como en la derecha actual. Existe espacio en México para un partido centrista, con algún parecido a la Unión de Centro en Italia de Gianpiero D’ Alia, no para un VOX español, neofascista. Otra locura.