Vaya legado deja el “billonario” (según los términos usados en Estados Unidos) Jack Dorsey, ante su anunciado fin de su segunda época cómo CEO de Twitter.

Dorsey tomó las riendas de la red del ave azul en su segunda época cuando esta aún era una app novedosa dedicada más al “micro blogging” de 140 caracteres, que el foro tóxico en que se ha convertido hoy en día.

Durante su largo “reinado”, Jack presidió la transformación de Twitter de una herramienta para la organización y la agitación política (siempre con elementos de servicios de inteligencia detrás) en eventos como la “primavera árabe” a lo que es hoy en día: un hervidero de noticias falsas, censura, bots y trolls.

Aún así, Jack Dorsey, quien señala que abandonará el puesto de CEO dejando de lado el “ego”, triunfó en su propósito de encontrar un modelo económico rentable para los inversionistas de una red social que siempre fue más mediática que popular.

Los inversionistas estarán contentos (y ya se rumora que algún conglomerado tiene intención de comprar y absorber a Twitter). En el camino han quedado escombros humeantes como la censura a un presidente de Estados Unidos en funciones (Donald Trump), el uso de la red para organizar una fallida insurrección el pasado seis de enero de este 2021, incontables crímenes de odio y una censura cada vez más latente entre los usuarios comunes y corrientes del sitio.

Realmente, como un usuario con más de 10 años en el sitio, jamás me imaginé el presente tan distópico en el que terminó Twitter. Vaya paquete le queda al sucesor de Dorsey, Parag Agrawal, quién se acaba de ganar la rifa del tigre. Y como dicen por ahí: ha muerto el rey, larga vida al rey.