En el medio periodístico reconocemos la trayectoria, así como la larga experiencia de Julio Hernández “Astillero”. Si algo caracteriza esa carrera— es indudablemente el enorme sentido de responsabilidad, pero, sobre todo, de una ética clara y definida que es siempre difundida con pluralidad y, con un buen ejercicio expresión que, por supuesto, es un signo claro que inspira confianza en la opinión y el análisis.
Creo que, si alguien hace visible el periodismo plural, es Julio Hernández. Es por ello que es muy lamentable la forma en que, un grupo en especial, anhela desacreditar. A pesar de que no significó nada, es importante recoger las impresiones y las concepciones de aquellos que contribuimos a la difusión de la comunicación en distintas facetas. En el caso de “Astillero,” la inmensa mayoría notamos que hay un impulso muy corto, pero muy ruidoso, que pretende desacreditar la labor ante la manipulación y la fabricación; por ello fustigan y arrecian con un aliento irracional que tal vez sea la respuesta para tratar de neutralizar una opinión autentica, clara, ética y responsable.
Primero fue Carlos Loret de Mola, y después Lilly Téllez con una actitud rigurosa— que suele ser siempre malintencionada para convertirlo en una respuesta con una dosis de ataque inspirada en la imprudencia de aquellos que se esconden bajo el amparo del poder legislativo. Los mecanismos aparecen comúnmente con una lingüística infundada como un instrumento de hostilidad; se ha vuelto rutinario estos últimos días. Sin embargo, repito, cualquier esfuerzo u obra no provocaría ningún daño al periodista Julio Hernández “Astillero”, porque es una persona íntegra.
Su periodismo se sostiene de una larga trayectoria profesional. Entonces, ¿por qué el afán de seguir fabricando? Apenas hace unos días observé nuevamente un video editado en el que pretenden poner en tela de juicio su conducta, pero más allá de eso, manipular una conversación a la que Julio Hernández catalogó de tramposa. Se fincó una lingüística parchada y burdamente editada que, solamente, quedó en un esfuerzo para continuar desacreditando al periodista.
Se impuso la verdad. Si hay alguien que siempre ha demandado las causas justas, democráticas y transparentes, es el propio Julio Hernández “Astillero”. Me declaro un asiduo lector de su columna; su calidad tiene un matiz además de elocuente, muy atinado. Por ello, no es casualidad que se haya ganado la confianza de una inmensa cantidad de lectores que, día a día, no perdemos de vista la columna “Astillada”.
Si medimos esa capacidad y compromiso, creo que no hay punto de comparación en el campo del periodismo. Entre Carlos y Julio, hay una distancia enorme. Esa cordura goza de un currículum intachable del “Astillero”. Por ello, mi solidaridad y respaldo con la verdad; se ha puesto en tela de juicio la ética de un periodista incorruptible, pero lo arropa una multitud que no exageramos en decir lo ético que es su labor.
Y es que no basta con un solo comentario; en los hechos, se requiere caminar con la verdad que, frente a nuestros ojos, es inocultable. La información que nos ofrece un abanico extenso de periodistas enfrenta siempre este tipo de situaciones y, más aún, si se trata de un quehacer honesto que valoramos millones de mexicanos que le damos un valor incalculable a la veracidad franca, sin intereses ni sesgos partidistas.
Felicito a Julio Hernández López “Astillero”. Lo admiro por su valentía y su inigualable estilo de informar; ha ganado detractores, pero somos millones los que nos mantenemos del lado de la conciencia. Tengo la impresión de que, en ese público, está la inmensa mayoría que empujamos por un cambio al paradigma social y político que adquirió una nueva versión informativa y, que, por razones de avance democrático, rompió el espejo de la fabricación de una cruda realidad que optaron por mostrarnos, aunque, solo puede construirse cuando quitamos la anestesia que tanto insistió Julio en su narrativa.