En resumen, Margarita Zavala arrasó. Ganó con una enorme diferencia de más de cincuenta mil votos; les garantizó una contienda muy competitiva y, no solo eso, los aplastó literalmente. Algunos casos semejantes ocurrieron en varias alcaldías de la ciudad de México en la que, la oposición, doblegó a Morena.

Estupor o no, la coalición que aglutinó la derecha y el ala empresarial funcionó. Margarita Zavala se hizo presente y, en la próxima legislatura, será sin duda una mujer protagonista en San Lázaro por todo lo que representa su pasado político con el ex presidente, Felipe Calderón.

Los reflectores y gran parte del análisis de los columnistas de México dieron su lectura y opinión de los saldos que arrojó la pasada elección del 6 de junio. Hay comentarios desde mi punto de vista muy atinados, sin embargo, existen otros que, evidentemente, están fuera de la realidad. Margarita Zavala mostró efecto y respaldo; aunque fue en un distrito federal, no deja de ser importante. Muchos quisieran estar en sus zapatos, de hecho.

Pero de ahí a que ya la quieran poner en la lista de presidenciables de la oposición para el 2014, lo veo muy complicado.

No porque no tenga capacidad, sino la pasada elección se desinfló antes de tiempo; quizá las circunstancias cambien y cobra mayor fuerza el haber refrendado su relación los partidos del PAN, PRI y PRD, sin embargo, no la veo con mucho capital político como para enfrentar a Claudia Sheinbaum, Marcelo o David Monreal.

Repito, capacidad tiene, aunque no para enfrentar el reto de una candidatura presidencial. Si bien ya lo fue, no provocó captar la atención de los votantes. Tal vez porque en ese momento aún no sabíamos que, la inmensa mayoría de la población, se inclinaría por AMLO. Pero más allá de eso, tendrá que superar una difícil tarea que parece titánica: convencer a los tres partidos que representarán a la derecha y, por supuesto, a la clase empresarial que sostiene un peso específico.

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Y si a eso le sumamos la relación beligerante que tuvo con Ricardo Anaya, el ambiente se torna aún más complejo. Aunque es muy prematuro para ir anticipando lo que posiblemente sucederá, es muy importante ir mencionando a los posibles presidenciables en los que puede inclinarse la balanza en el 2024.

Hay que recordar que, el objetivo de la oposición, es la elección del 2024.

Ya pasó una contienda en la cual pudieron evaluar la factibilidad; ganaron la mayoría de alcaldías en la ciudad de México aunque los aplastaron en los congresos locales y gubernaturas. Es cierto que demostraron que juntos pueden competir, pero, sigo creyendo de acuerdo a los resultados que pasaron y al terreno que ganó Morena en las entidades, que el partido de López Obrador sigue siendo el gran favorito.

Los datos y el balance de la elección del pasado 6 de junio nos arrojó esa lectura: el 2024 será un choque de dos bloques. Uno no pudo superar al otro en estos comicios, pero sí sacudió la principal columna vertebral de la ciudad de México que, en algún tiempo, fue un laboratorio de la izquierda y del propio Obrador.

Y si de eso podemos ir construyendo una cancha de juego con jugadores que competirán para la elección del 2024, no logramos descartar a Margarita, pero seguramente no será la candidata de la oposición. Está por delante Mauricio Kuri, Alejandro Moreno, Ricardo Anaya y el propio Ricardo Alfaro en lo que respecta al poder político.

Notas finales

En Apatzingán, Michoacán, lugar anclado en el sureste del territorio en la tierra caliente— las cosas se dieron— como anticipamos en algunos espacios: ganó Morena y José Luis Cruz Lucatero, que nuevamente vuelve hacer historia por segunda ocasión consecutiva. Lo más interesante de todo esto, es que el presidente municipal electo está hecho para capítulos grandes. Demostró su capacidad y poder político; salió avante en este ejercicio con casi una votación de 2 a 1. En el contexto de esta demarcación, tiene un valor importantísimo como distrito por ser una ciudad potencialmente rica en la producción del limón; además, está bien identificada porque fue el principal epicentro de la firma de la primera constitución de la América, el 22 de octubre de 1814. ¡Qué mejor marco que aquel que provoca un antecedente de esta naturaleza!