Morena tuvo muchos aciertos, pero, también, un sinfín de errores en las designaciones de los perfiles que participaron no solo en las entidades, sino de manera similar en los municipios, delegaciones, diputaciones locales y federales. Sin duda hubo desaciertos que, al final de cuentas, dejaron un sabor amargo en la derrota. Empero, lo más grave de todo, sigue punzando en el corazón de la izquierda en el país— impactando profundamente— el término del revés del desencanto y el reparto de culpas.

La ciudad de México recibió una apabullante pérdida de terreno; Morena fracasó en puntos clave y, apenas, rescataron a diferencia de otros años, muy pocas demarcaciones. Vale mucho la pena recordarlo, porque creo seriamente que a nadie asiste la razón, sino se ponen a pensar detalladamente en efectuar una autocrítica e introspección de: ¿qué fue realmente lo que pasó? (Algunos lo efectuaron de forma responsable, otros simplemente no) Para varios especialistas la derrota se debió justamente al mal desempeño y al olvido de sectores importantes a los que no se les puso atención. Puede ser que, muchos funcionarios y delegados en funciones, demostraron mucha inoperancia y ofrecieron poca capacidad de apoyo y trabajo administrativo y, al final de cuentas, repercutió.

A diferencia de eso, llegó un grupo político organizado y decidieron apoyarlo, así de sencillo. Se acumuló un abanico de acciones y se puso en evidencia la desatención territorial; se olvidó que las elecciones se ganan con votos y, a la hora de la votación, no fueron capaces de convencer al electorado porque no se operó.

La diferencia entre la alianza y Morena, es que el bloque opositor hizo la tarea que Morena no concretó. Según algunos testimonios— se dejó el quehacer a personal poco capacitado para el trabajo de campo, lo mismo el diseño y la organización.

Asimismo, se dotó de mucha capacidad política a muchos actores que realmente simularon trabajar. Lo he dicho en varias columnas: simplemente se confiaron. Pensaron que solo con la marca ganarían; fue entonces que imaginaron que, con cualquier perfil, triunfarían. Es por eso que, el 6 de junio, se perdió. Metieron mano en las designaciones y, hoy por hoy, Morena paga el costo altísimo, algo impensable e inédito, pero, al final, real y tangible.

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La guerra sucia y el desprestigio quizá sea una pieza del engranaje, pese a que no fue el detonante. Influyó la mala decisión de la dirigencia Nacional. Al fin, los resultados hablan por sí solos; es más, una prueba de ello fue el abucheo al presidente de Morena, Mario Delgado, el pasado jueves en el Auditorio Nacional. Se trató de levantar el ánimo enalteciendo los triunfos que, por cierto, fueron muchos. Se ganaron entidades claves, pero no fue lo que se esperaba. Morena dejó ir Nuevo León y San Luis Potosí, lo mismo Chihuahua que, al principio del año, parecían ganables de acuerdo con muchas encuestas de opinión pública. Asimismo, dejaron ir escaños en San Lázaro por el simple hecho de haber colocado candidatos con poca capacidad de convocatoria, así, con esa acotación.

Por congruencia hubieran reconocido eso. Pero, ¿qué pasó? Sencillo: repartieron a diestra y siniestra culpas. No. Si somos estrictos en el análisis y la evaluación podemos darnos cuenta de que, Mario Delgado, tuvo mucha culpa de ello; de hecho, muchos de los asistentes se lo reprochaban en el Auditorio.

Probablemente, eso rompe con todas las teorías de conspiración que armaron de hipotéticas traiciones que jamás existieron y, que más bien, son una estrategia, mecanismo o herramienta mediática para sacudirse y desmarcarse de la responsabilidad que anda en boca de alguno que otro que insinúa deslealtad y complot, pero que se equivoca al señalar sin fundamento, lo cual deja claro que lo ponen en marcha en la mira enemiga rumbo a la sucesión presidencial del 2024 a través del propio seno morenista— porque hay presidenciables fuertísimos.

Es muy difícil que la dirigencia Nacional lo reconozca, pero, lo que sí es un hecho, es que por sentido común se perdió por la nula operación política y el exceso de confianza. Si lo vemos por ese lado, quizá las explicaciones disuelvan las dudas.

Justamente fue eso y, algo muy importante, dejaron que tomarán mano cuando palomean a varios actores que nomás no daban el ancho. Muchos de ellos sobrevalorados y envanecidos. Los hechos lo demuestran. Por ello, refuto cualquier esquema de traición y teoría de conspiración; faltó tacto, habilidad y pericia, solo eso.

Y si a eso le sumamos los hechos ocurridos en la línea 12 del metro, quizá la tensión suba. Hoy, por ello, difiero de señalar a personajes claves de la 4T. Aunque, si, la prueba de que se falló radica en varios culpables y factores, como el título de esta columna.

Eso, por supuesto, ha vuelto a colocar a Morena y al propio presidente en el centro de atención. No tengo la menor duda de que, si Morena pone empeño y trabajo territorial, en tres años puede recuperar esos bastiones medulares. Aunque, ese pilar tenga sus matices de complejidad dado que la derecha gobernará, se requiere de perfiles con capital y poder político que muevan a las bases y los nuevos cuadros que vienen empujando y, no a aquellos, que únicamente simulan ser parte del proyecto de la auténtica Cuarta Transformación.