Tal y como se tenía previsto fue un evento multitudinario lleno de actores políticos y con la presencia moral pero no física de AMLO que fue el máximo exponente al que iba dirigido casi todos los mensajes de aliento y de respaldo por el triunfo histórico de hace tres años, se conmemoró un encuentro con alcaldes y figuras de primer nivel— el festejo que quedó grabado— en los anales de la historia tras la llegada del gobierno de la República emanado de la izquierda.

Tras bambalinas, se recordó la naturaleza de una elección en la que la gente se volcó tras la figura del presidente Obrador; ganó la democracia y se impuso el poder del pueblo. Hay opiniones y balances de evaluación distintos sobre la tarea que ha realizado el mandatario en la primera mitad del sexenio y que anteceden a su labor al frente. No me voy a meter mucho en el papel minucioso que ha efectuado, aunque si voy a sintetizar que, el desempeño en términos generales, ha sido bueno.

La idea de construir un modelo de gobernabilidad basado en el desarrollo social y la lucha contra la corrupción han rendido frutos. Hay confianza entre la población y, hasta hoy en día, el mandatario goza de buen respaldo popular. Es cierto, hay confrontaciones de corte político con la derecha, pero en una figura como AMLO es inevitable. Los conatos mediáticos son producto de la inspiración luchadora que jamás se puede desprender de su personalidad; actúa en calidad de jefe del ejecutivo, pero, también, fiel a su estilo no abandona su rol que asumió hace más de tres años en la defensa de la legalidad, la democracia y la soberanía.

Y, si a eso le sumamos su esfuerzo por sacar adelante la política pública del país, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha cumplido a cabalidad. Falta, es cierto; sería irresponsable decir que ha sido un éxito total. No obstante, hasta ahora, AMLO está a la altura de México y de su población.

Esas fueron algunas razones del encuentro en el auditorio. Hay motivos para festejar, aunque también, para no abandonar la lucha. El reclamo social sigue siendo basto; pero, repito, el presidente ha aportado mucho a la causa de ayudar y, lo seguirá haciendo, de eso no hay duda.

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Aunque, ¿qué más arrojó la lectura del encubro de ayer? Hubo de todo. El marco recibió los testimonios de una victoria, aunque sigue latente la Ciudad de México en la que se abordó la guerra propagandística. Tal vez sí, pero, de acuerdo con una concepción muy personal a la cual han coincidido expertos y analistas políticos, se confió y apareció el exceso de triunfalismo a expensas de la imagen del presidente. Se abandonó la operación política y, en lugar de aceptar, buscan repartir culpas con teorías de conspiración ajenas para poner a salvo la responsabilidad de asumir el costo de la derrota.

El argumento hizo referencia a un presidenciable en la imagen de Ricardo Monreal, sin tener vela en el entierro. Él, como otros actores, ha sido parte del motor clave del presidente. Defensor de la 4T, pero, también, impulsor activo desde el Senado. Andrés Manuel está consciente de eso y, por ello, prometió cancha pareja en la sucesión, lo cual le creo. El asunto tuvo que salir en los fragmentos de esta columna porque se aprovechó el marco del evento para gozar de los reflectores y destapar a Claudia Sheinbaum. Se vale.

Claro que es una posible candidata, y muy fuerte. Pero, en esa coyuntura, también lo es Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard. Todos tienen las mismas posibilidades. Nadie está limitado ni impedido para ser el abanderado; el asunto es quién llegará más sólido a la pelea en las definiciones. Es factible que, el trabajo personal y la función que realicen, se convierta en una herramienta principal. Lo he dicho y lo sostengo, me parece que dándole el cauce correcto, Ricardo Monreal puede capitalizar el punto clave por la tarea legislativa y la operación satisfactoria con las distintas fuerzas políticas ya que están en puerta las iniciativas que envió el presidente en materia electoral y política.

Eso puede dotar de más poder político al zacatecano.

Por ello, una vez iniciada la carrera, veremos el capital político de cada presidenciable. Lo de ayer, no significa un destape anticipado ni mucho menos un marco predeterminado para posicionar a Claudia Sheinbaum. Quizá la dimensión del escenario y la afinidad de algunos actores detonaron la acción; aunque, de igual forma, el acaparamiento se debió en gran medida al reproche que le hicieron a Mario Delgado por la actuación a medias. Fue tal vez eso, o la otra cara sería que nadie tiene un lugar asegurado si el presidente Nacional de Morena quiere tenderle la alfombra al canciller Ebrard. Nada está dicho.

El presidente tendrá la última palabra. De entrada, prometió piso parejo y, una prueba de ello, es que cada uno tiene una encomienda en su trinchera. El que mejor se posicione en ella, puede meterse de lleno a la pelea no sin antes evadir la guerra interna y el fuego amigo que, desde ahora, ya se atiza con furia. Quizá la atención se centre en Ricardo y Marcelo, el primero, un animal político como lo han calificado por su bagaje y una madurez impresionante.

Por último, se le hubieran exigido cuentas a Mario Delgado por la ciudad de México; posiblemente algunas rechiflas estuvieron acompañadas de ese mensaje. No busquen más culpables en el epicentro de las delegaciones y de la CDM; la derrota, fue parte de la parsimonia, exceso de confianza y falta de tacto político; no hubo traiciones, sino tensión y confusión, lo mismo envanecimiento.