Cuando veo al Presidente de México en sus conferencias de prensa matutinas, cada vez me convenzo más de que la política de México necesita el acuerdo y no la confrontación; necesita llegar a la unidad y no a la polarización. Estamos frente a un problema intratable.
Entonces recordé que hace algunos años leí los libros de Adam Kahane. Adam es canadiense y organiza, diseña y facilita procesos que ayudan a que las personas avancen juntas en sus problemas más importantes, intratables e insolubles. Es director de Reos Partners, una empresa social internacional.
Adam es un organizador, diseñador y facilitador de procesos a través de los cuales los líderes empresariales, gubernamentales y de la sociedad civil pueden trabajar juntos. Ha trabajado en más de cincuenta países con ejecutivos, políticos, generales, guerrilleros, funcionarios públicos, sindicalistas, activistas comunitarios, funcionarios de Naciones Unidas, clérigos y artistas.
Adam es el autor de “Solving Tough Problems: An Open Way of Talking, Listening, and Creating New Realities” “Power and Love: A Theory and Practice of Social Change” “Transformative Scenario Planning: Working Together to Change the Future”, y “Collaborating with the Enemy: How to Work with People You Don’t Agree with, or Like or Trust.
1990
A principios de la década de 1990, Adam fue Director de Escenarios sociales, políticos, económicos y tecnológicos de Royal Dutch Shell en Londres. Ha ocupado puestos de estrategia e investigación en Pacific Gas and Electric Company (San Francisco), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (París), el Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (Viena), el Instituto de Economía Energética (Tokio) y las universidades de Oxford, Toronto, Columbia Británica, California y Western Cape.
AMLO se convenció a sí mismo que es un líder porque, como Presidente de la República, está en una posición de autoridad. Las elecciones del 6 de junio fueron reveladoras. Los verdaderos líderes tienen seguidores voluntarios. Y los seguidores verdaderamente voluntarios confían en sus líderes.
Me he dedicado a observar todos los días y analizar la interacción del liderazgo y la confianza.
La autoridad no se extiende mucho sin confianza. No importa qué tan poderoso sea un Presidente, cuando las personas no confían en él, su influencia se desvanece. Los elementos del poder presidencial no son otros más que su reputación pública y su prestigio profesional.
Y esos elementos de poder siguen un principio: las personas sólo seguirán libremente a los líderes en los que confían, que actúen por el bien de las personas. Todos creemos que, por lo general, las personas seguirán a quienes tienen la mayor autoridad posicional y el control de los recursos. Pero también seguirán a quienes tienen otras formas de poder, como la elocuencia, la pasión, la sinceridad, el compromiso y el carisma. Incluso pueden llegar a seguir a personas menos experimentadas si tienen ideas y energía inspiradoras.
Sin embargo, no importa cuán poderosos sean, cuando los líderes pierden la confianza, a través de algo que hicieron, dentro o fuera de su entorno, su influencia se desvanece.
Las declaraciones polarizantes contra el aspiracionismo y las críticas a la clase media se pueden convertir en un proceso de pérdida de confianza.
Es posible que otros aún les presten atención, pero ahora sólo con los fines transaccionales de lo que se recibe a través de los programas sociales.
Si AMLO quiere ser un líder real, uno con seguidores voluntarios, debe recordar que hace falta ganar y mantener la confianza de su gente. Los mexicanos evaluarán cuidadosamente su actitud y acciones. Si su evaluación es que es confiable, se quedarán con él.
¿Cómo podemos avanzar si los líderes políticos mexicanos se oponen amargamente entre sí?
Como ciudadanos, necesitamos que se pongan a trabajar en los problemas mutuos más cruciales y difíciles. Si no encuentran la manera de trabajar juntos, la reconciliación y el crecimiento que el país necesita desesperadamente nunca se producirá.
Lo primero que AMLO tendría que hacer es dejar de usar el término “adversario” para describir a las personas difíciles con las que necesita colaborar. Es claro que no está de acuerdo con ellas, que piensan diferente, que no hay confianza entre las partes.
Cuando escuchamos la retórica del Presidente de México en sus conferencias de prensa matutinas, parecería que las circunstancias se pueden estar saliendo de control y los conflictos podrían parecer irresolubles. Entonces siempre surge la pregunta: ¿Cómo podemos avanzar hacia un acuerdo nacional?
Kahane nos dice que en el mundo de las empresas, las cinco preguntas que se hacen los ejecutivos son:
√ 1. ¿Cuál es nuestro propósito común?
√ 2. ¿Cuál es el problema?
√ 3. ¿Cuál es la solución al problema?
√ 4. ¿Cuál es el plan para ejecutar la solución?
√ 5. ¿Quién debe hacer qué para ejecutar el plan?
Pero en una empresa hay un jefe y su autoridad hace que, al final del día, todos vean el problema de la misma manera y luego acuerden el camino a seguir.
En la política y en el gobierno hay propósitos contradictorios. En muchas ocasiones los jugadores no pueden ponerse de acuerdo sobre lo más básico, que es la definición del problema. Mucho menos van a llegar a un acuerdo para resolverlo. No hay confianza. Nadie controla el proceso. A lo mejor están de acuerdo en que la situación es inaceptable y debe cambiarse.
Cuando hay desacuerdos fundamentales entre las partes, no se puede articular armoniosamente los intereses mutuos. Deben encontrar una manera de colaborar, a pesar del desacuerdo. La colaboración no es fácil. Hay cierto miedo de que si trabajas con el enemigo, serás visto como un “colaborador”, e incluso tus aliados desconfiarán de ti y tal vez te castiguen. La parte más difícil es ser considerado un “traidor”.
No tenemos que rendirnos cuando no hay un acuerdo en principio. Se puede avanzar y estirar la colaboración. Es necesario incluir a personas de todas los sectores de la sociedad y todos los puntos de vista políticos. Lo único que se requiere es que participen, que hablen y que escuchen.
Cada persona, equipo y organización participante en la conversación es “un todo”. Tienen que interactuar con “otros todos”. Cada uno tiene una idea diferente de lo que está sucediendo y lo que debería estar sucediendo.
Esto no es como en los negocios
En la colaboración convencional, imaginamos que somos un equipo con un propósito: trabajar en sincronía. En situaciones políticas problemáticas, no tenemos que ponernos de acuerdo sobre cuál es la solución, ni siquiera cuál es el problema. Los acuerdos más sólidos son aquellos que diferentes actores apoyan por diferentes razones que pueden ser contraintuitivas.
Kahane nos dice que “estirar la colaboración requiere que sigamos moviéndonos y probando cosas con el entendimiento de que no podemos controlar el futuro, pero podemos influir en él. La definición de éxito en este tipo de colaboración no es encontrar una solución, sino trabajar para lograrla”.
Cuando el Presidente y sus adversarios se sienten a la mesa deberían diseñar un conjunto de historias de lo que podría suceder. Construir escenarios juntos es una buena manera de trabajar con personas con las que no estás de acuerdo. Es la mejor manera de conseguir abrir una discusión tan franca de todas las opciones disponibles. Ahí se puede marcar un “antes” y un “después”.
Kahane nos advierte que “cambiar la conversación es el primer paso. Colaborar de esta manera es como trabajar con arcilla”. Ejercicios para escuchar o trabajar juntos en historias del futuro “amasan” al grupo para que puedan surgir ideas y alianzas inesperadas. Entonces, pueden nacer iniciativas”.
El Presidente de México tiene ideas y propósitos. Pero debe mirarse a sí mismo como parte del problema; no está fuera de él. Tiene que ser parte del problema para que pueda ser parte de la solución.
@javier_trevino