Raras, muy raras las formas en que EU y el mundo se enteraron de la dimisión a la candidatura presidencial por parte del demente senil Joe Biden.
Si su antecedente directo, Lyndon B. Johnson hizo su anuncio en cadena nacional, desde la mismísima Casa Blanca, Biden anunció su renuncia a la búsqueda del liderazgo del “mundo libre” (sic) mediante un tuit, en una hoja sin los distintivos oficiales de la presidencia norteamericana.
Más extraño aún, desde este miércoles, Biden anunció que se infectó de Covid-19 por tercera vez, lo cual pese a la existencia de vacunas y tratamientos, es una enfermedad bastante peligrosa para una persona de avanzada edad, como él.
Por cierto, entre las secuelas de las constantes reinfecciones de la pandemia que ya acabó según Biden y buena parte de los gobiernos del mundo, se encuentran deficiencias cognitivas y avejentamiento acelerado:
Aún sin “prueba de vida” de Biden, con un “endorsement” o respaldo en un mensaje posterior en Twitter-X a su vicepresidenta Kamala Harris y un extraño silencio por parte del grupo del ex presidente Barack Hussein Obama, así transcurrirá aún un largo mes antes de la Convención Nacional Demócrata, a celebrarse en Chicago, Illinois... tierra de Obama y sus operadores políticos.
¿Alguien recuerda la última vez en que una elección presidencial en la falsa “democracia” estadounidense transcurrió sin algún tipo de contratiempo?
Tendríamos que remontarnos casi 3 décadas, antes del robo de George W. Bush al entonces vicepresidente Al Gore. Desde entonces, el tambaleante sistema electoral norteamericano se encuentra en una severa crisis de credibilidad, situación que difícilmente mejorará en el futuro.