Vuelvo esta semana al sociólogo Gabriel Careaga a propósito del cantautor mexicano José Alfredo Jiménez (1926-1973), que el 19 de enero celebra aniversario de nacimiento. Y registré el onomástico porque fue inevitable escuchar canciones rancheras, de amor y desamor, venganza y reproche, y aun festivas, durante las pasadas celebraciones de fin de año. José Alfredo es el único cantante y autor de canciones rancheras que tolero a cualquier hora del día sin fastidiarme; ni siquiera de tragos o una borrachera necesito para ello. Es decir, lo escucho con agrado aunque no lo procure. En cambio, de la mayoría de los intérpretes de mariachi no puedo oír más de una o dos canciones, ¡y nunca de mañana! (de Pedro Infante sí, los boleros).
Cuando Careaga fue mi profesor de Teoría Social a mediados de los 80′s, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, solía comentar, “el único filósofo mexicano es José Alfredo”. Nadie curioseó en clase alguna explicación porque se tomaba como broma. Y algo había de ello; también algo de seriedad. Con el tiempo, ya amigos, llegó a decirlo especificando haber dirigido una tesis de licenciatura en sociología sobre el tema, un análisis entre las letras de las canciones de José Alfredo y la realidad del país. Aunque lo consideré, pues siempre me agradó la expresividad franca del cantautor, no profundicé el asunto.
Hace tiempo, buscando en el excelente repositorio Tesis UNAM el trabajo que, sobre Jaime Torres Bodet, Careaga me había dirigido, encontré el referido a José Alfredo. El fin de año pasado se reanimó el interés y revisé gran parte del Análisis sobre el Contenido de la Letra de la Canción Ranchera y su Relación con Algunos Aspectos de la Realidad Nacional. El Caso de José Alfredo Jiménez. Tesis con que Francisco Xavier Boelsterly Urrutia obtuvo la licenciatura en Sociología en 1983.
Dada la estrecha relación entre la realidad mexicana de las diversas clases sociales y los temas desarrollados por la música ranchera del país, el autor decide abordarla desde la perspectiva sociológica, en particular, analizando la figura y la creación de José Alfredo Jiménez. Por el gran número de canciones compuestas, la variedad de ritmos o estilos abordados, la cantidad de intérpretes que lo han cantado, los éxitos numerosos que continúan vigentes, pues sus canciones “están íntimamente ligadas a la cotidianidad de los mexicanos”, en particular, entre “las clases dominadas y marginadas”. Para el estudio realizó investigación documental sobre cultura y cultura popular y analizó el contenido de las canciones del autor en el contexto político, social y económico de su tiempo en México; elementos complementados con entrevistas a familiares y personas del medio musical popular.
Además del análisis sobre las canciones, donde establece la correlación de su contenido con la realidad social, me interesó sobremanera la biografía más o menos sistemática de José Alfredo antes de alcanzar la fama, pues en general poco se sabe de ella o está desarticulada; el autor del ensayo hace un buen aporte con ello.
Semblanza biográfica
José Alfredo Jiménez Sandoval nació el 19 de enero de 1926 en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Hijo del boticario Agustín Jiménez y Carmen Sandoval; tercero de cuatro hijos. El padre muere en 1934 y en 1938 la familia muda a la colonia Santa María la Ribera, Ciudad de México. En 1940 deserta la preparatoria y se dedica al futbol; milita en dos equipos, Oviedo y Marte. Poco después dejará el deporte para dedicarse a la música.
José Alfredo tendrá tres relaciones de pareja formales. Se casa en 1952 con Julia Gálvez Aguilar (Paloma) y procrea a José Alfredo y Paloma. Entre 1956 y 1972 estuvo casado con María de Jesús Hernández (Mary Medel; cantante, bailarina y actriz); tuvieron cuatro hijos. En 1968 contrajo matrimonio en Estados Unidos con Alicia López Palazuelos, Alicia Juárez; estuvo con ella hasta morir en Ciudad de México el 23 de noviembre de 1973.
Tuvo un desarrollo profesional de 26 años, desde 1947; aunque la inclinación por la música le habría venido desde la infancia, pues su madre tocaba el piano y algunos parientes eran músicos. Antes de abrazar la música, trabajó como empleado en una zapatería y como mesero en el restaurante “La Sirena”, en San Cosme, sitio donde empieza a cantar serenatas a la vez que en la alameda de Santa María la Ribera. Compone y se registra como primera canción en 1942, “Qué le vamos a hacer”. En 1947 conforma el trío José Alfredo Jiménez y Los Rebeldes, e inicia un desempeño que busca ser profesional encontrando así su verdadera razón para vivir.
Asimismo en 1947, compone su primer gran éxito al ser grabado en 1950 por Andrés Huesca y sus Costeños, “Yo”. También en ese tiempo produjo “Un día nublado” y “El jinete”, estrenada años después por Jorge Negrete. A este momento iniciático sucede una cadena de canciones exitosas, incluso hasta el fin de la existencia; el reconocido compositor Alfonso Esparza Oteo presenta al trio en la XEW. Aquí, esa versión primigenia casi desconocida de “Yo”:
Este triunfo propicia el inicio como autor e intérprete de sus propias canciones. Comienza a grabar y aparecer en cine, radio y televisión; subsecuentemente hará giras a Estados Unidos, Venezuela, Honduras y Colombia. No obstante, el éxito conduce también a excesos tanto en relaciones sentimentales como con el alcohol, que le generará trastornos hepáticos y finalmente la muerte.
Las canciones y su análisis
Boelsterly Urrutia registra la temática de las canciones de José Alfredo. Está relacionada “con su provincia y lugares que él quiso y admiró, el amor y el romance, pleitos y bravuconadas, el alcohol, los animales, las clases sociales, la religión, la naturaleza y la muerte”. Temática incorporada en estilos populares como el huapango, canción bravía, corridos, serenatas y boleros surgidos de la experiencia y el anecdotario de su existencia; son como “jirones de la vida de un hombre; desde los problemas con su primera novia hasta su muerte”.
Compone por dolor, como “Camino de Guanajuato”, tras el fallecimiento de un hermano (“No pases por Salamanca que allí me hiere el recuerdo, vete rodeando veredas, no pases porque me muero”); por aventura, como en “El caballo blanco”, tras una aparatosa gira de Guadalajara a Ensenada en un Chrysler Imperial blanco. Pero compone más por amor, dedicando canciones a intérpretes como Irma Serrano, Lola Beltrán y Lucha Villa o a sus esposas, Paloma Gálvez, Mary Medel y Alicia Juárez.
Dice el autor del ensayo que, en 26 años de profesión, “se calcula” José Alfredo compuso alrededor de 500 canciones. Muchas de ellas inéditas, logró popularizar unas 300. En las grabaciones estuvo por lo general acompañado por el Mariachi Vargas de Tecalitlán con arreglos de Rubén Fuentes.
Y aquí surge algo en suma interesante que necesitaría de una investigación a fondo, ¿cómo compone quien no es músico profesional, que desconoce la notación musical, que no toca un instrumento?; como es el caso de José Alfredo. De entrada habría que considerarlo como letrista o autor de versos a los que pone en melodía (cantada o silbada). Después, un músico, guitarrista o pianista, ayuda a ajustar ese producto a una tonalidad de acuerdo a la tesitura del intérprete, a un ritmo o estilo deseado (bolero, corrido, vals, etcétera), y a una adecuada armonización. Después entra el arreglista, que reviste la canción, la enriquece instrumental y armónicamente. De allí la importancia de trabajar con profesionales. Porque mariachis como el Vargas de Tecalitlán (fundado desde 1897 por Gaspar Vargas López) y arreglistas como Rubén Fuentes (quien a sus 95 años aún dirige formalmente esa agrupación), poseían ya un bagaje de conocimiento y experiencia con ritmos, estilos y sonoridades que facilitan el fruto final; y de ello depende mucho el éxito o fracaso. Trabajar de manera sistemática en este sentido otorga a un cantautor como José Alfredo Jiménez un sello personal; por así decir. La interpretación ya será un mérito más personal; y en este caso percibo, por ejemplo, que nadie canta las canciones de José Alfredo como él mismo, él es su mejor intérprete (algo que sucede también con Cuco Sánchez). Posee una emisión franca, vibrante de la voz que utiliza el pecho y los resonadores frontales y sin artificios; canta en el registro grave y el medio, que prácticamente no necesita recurrir a lo que se conoce como giro o paso de la voz.
Y hablé de José Alfredo y Cuco Sánchez. Pues bien, he encontrado esta escena en que ambos alternan canciones, canto y simpatía. De la película Ferias de México, 1959; Rafael Portillo, director:
Aunque Boestersly procura contextualizar la vida personal y artística de José Alfredo, encontrar una consonancia específica entre la letra de sus canciones y la realidad social y nacional, debe establecerse que esas creaciones son sobre todo una expresión individual de la existencia vaciada en versos y canciones; en música que son canciones.
El autor clasifica un total de 94 piezas entre las más populares y hace una división en cinco grupos de acuerdo al tema y el número de repeticiones. Temas: amor, alcohol, religión, clases sociales y muerte. El amor se reitera en 92 de las 94; religión y muerte, 27 ocasiones; alcohol, en 22; clases sociales en 14. Posteriormente analiza las letras de 20 de ellas; 4 por grupo.
Una vez establecida la especificidad anterior, el autor vuelve a lo que me parece un exceso, tratar de explicar nuevamente por medio del contexto de la vida nacional, la canción sumamente personal de José Alfredo; establecido al principio del trabajo, es innecesario redundar.
El ensayo es meritorio; en versión actualizada y limada del formalismo académico y la reiteración es publicable comercialmente. Destaca el hecho de haberlo emprendido antes de cumplirse una década del fallecimiento del objeto de estudio, la biografía de este, el análisis de la letra de sus canciones y contextualizarlo a detalle pero, sobre todo, establecer que pese al proceso de modernización y urbanización, el país continuaba en esos momentos siendo básicamente rural. Las conductas formales de quienes viven en lo que empiezan a ser grandes ciudades después de los 70′s son urbanas, pero la raíz, el pensamiento y el sentimiento son profundamente campesinos.
De allí que la canción producida en la ciudad continúe siendo ranchera y así se le llame; en el rancho, en el campo se inspira. Pero agreguemos en abono de la modernidad, el éxito tanto nacional y sobre todo internacional de la canción mexicana ranchera de mariachi, le otorga vigencia aunque haya perdido predominancia en cuanto a producción durante el siglo XXI. Convertida en género, expresada en grabaciones e intérpretes, en películas y estrellas de cine, produjo una expansión y adopción en Hispanoamérica, Estados Unidos Europa y Asia.
Aquí un ejemplo, la gran interpretación que hace de “Ojalá que te vaya bonito”, el cantaor de flamenco español, Miguel Poveda:
Y he dicho que nadie supera las interpretaciones que José Alfredo hace de sus propias canciones. Asimismo, en cuanto a duetos, son insuperables los cantados con Lucha Villa; hay un entendimiento, un acercamiento hombre-mujer, una sensualidad ausente en otros casos. Aquí algunos en esta selección:
José Alfredo filósofo
La aparente broma de Careaga tomó sentido con el tiempo. Bien decía que no había un filósofo mexicano que hubiera generado un sistema de pensamiento. No un Aristóteles o Platón; o acaso un Séneca. Mucho menos un Hegel, Kant, Schopenhauer, Nietzsche. O en el siglo XX, Sartre o Camus; u Onfray en el XXI. No.
Es cierto, hemos reflexionado en torno a Samuel Ramos, Octavio Paz, Leopoldo Zea y sus consideraciones sobre México y lo mexicano. Recientemente desempolvé un libro olvidado, poco consultado pero que parece aún útil, Filosofía mexicana (Porrúa, 1982), de Antonio Ibargüengoitia (tío de Jorge, el extraordinario dramaturgo, cronista y narrador de la realidad mexicana desde su acendrado personal humor), que enraíza desde la perspectiva filosófica de los tlamatinime mexicas hasta autores del siglo XX; es una muy buena síntesis.
En esta perspectiva, el hecho de que la letra, los versos (la “narrativa” como se dice hoy; es molesta la moda), las canciones de José Alfredo Jiménez encuentren raíz, resonancia en las ocupaciones, sentimientos y emociones de los mexicanos, que sean sentidas como propias, que sean vigentes a pesar del tiempo, el paso del campo a la ciudad, la transfiguración del XX al siglo XXI, indica que se trata de “algo”, una sustancia incorporada, imbricada a lo que pudiera considerarse “alma mexicana”; espíritu, prefiero llamarle. En este sentido estamos frente a una filosofía y un filósofo.
Estas consideraciones necesitan de mayor análisis, sobre todo por el paso del tiempo y los cambios. Mientras tanto, copa en mano para a estar a la altura de José Alfredo, comparto una canción entrañable para mí (si bien lo son la mayoría de su autor), “Amanecí en tus brazos”:
“Amanecí en tus brazos”:
Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo