La verdad es que el antiguo esquema de la llamada geometría ideológica de los partidos políticos mexicanos, es un hecho que ya quedó completamente rebasado.
Las llamadas “alianzas perversas” por parte de la 4T, entre PRI, PAN y PRD, en realidad son una respuesta de agrupamiento después de que esas organizaciones se durmieron en sus laureles y dejaron que MORENA se convirtiera en el principal partido político nacional.
Hasta hace dos sexenios al PRI se le consideraba un partido de centro-izquierda. Al PRD, PT y MORENA como organizaciones izquierdistas.
Y el PAN camina casi solitario en la derecha, acaso acompañado con Movimiento Ciudadano que ahora flota en un pragmatismo que lo tiene como una organización sin filiación ideológica definida. Son como su nombre lo indica, un partido político ciudadano.
Pero hay una gran confusión en torno a los principios ideológicos de los partidos políticos mexicanos en la actualidad.
Las declaraciones del dirigente de MORENA, Mario Delgado, son tan confusas y difusas que ya nadie sabe si el partido que fundó AMLO, ahora en materia ideológica es coche o camioneta.
El PRI navega en busca de la supervivencia y se ha olvidado en su discurso del nacionalismo revolucionario que le confirió como principios Don Jesús Reyes Heroles.
El PAN, en plena disputa interna por la sucesión de la dirigencia nacional, donde el favorito de la cátedra es el queretano Francisco Domínguez, está sumido en esa pelotera olvidándose de los principios doctrinarios de Manuel Gómez Morín.
El PT sufre el desprestigio del inminente desafuero de Mauricio Toledo.
Queda el PRD, aliado o no al PAN y al PRD, como la única organización que sigue definiéndose como izquierdistas bajo la dirigencia de Jesús Zambrano Grijalva.
Decía Francis Fukuyama:
“El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas”.
Hace justo treinta años, Ramón González Férriz escribió a propósito del fin de las ideologías planteado por Fukuyama:
“En su número de verano de 1989, una pequeña revista publicó el artículo de un politólogo poco conocido más allá de los círculos gubernamentales de Washington. La revista era The National Interest, una publicación dedicada a las relaciones internacionales que dirigía el intelectual neoconservador Irving Kristol. El artículo se titulaba ‘¿El fin de la historia?’, y el autor era un treintañero que trabajaba en el Departamento de Estado del Gobierno estadounidense, Francis Fukuyama.
El artículo tenía ideas muy sofisticadas, pero estaba escrito en un lenguaje bastante llano. Su tesis era relativamente fácil de resumir: sostenía que el comunismo y el fascismo, por no hablar de la monarquía no constitucional, eran sistemas desacreditados, y que en el futuro inmediato solo la democracia liberal tendría la legitimidad necesaria para convertirse en el sistema político al que aspirar. Por supuesto, la democracia liberal tenía amenazas: las dos más importantes eran el nacionalismo y la religión. Pero sería capaz de subsumirlas. “Lo que podríamos estar presenciando no es simplemente el fin de la Guerra Fría o la desaparición de un determinado período de la historia de la postguerra, sino el fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano”.