El presidente AMLO reviró ayer nuevamente contra las clases medias. Según él, los integrantes de las clases medias que cuentan con el grado de licenciatura, maestría y doctorado son “difíciles de convencer”, es decir, se muestran reticentes o francamente en contra de los ideales y acciones de la autoproclamada cuarta transformación.
¿Comprenderá AMLO que la educación es la principal arma en contra del adoctrinamiento ideológico?
Échese un vistazo a los datos sobre los países con mayor nivel educativo a nivel mundial. A mayor nivel educativo, mayor participación política, mejores ingresos, mejor calidad de vida, y aun más, mayores cuestionamientos en torno al quehacer del gobierno.
Una educación de calidad conlleva la capacidad de discernir entre propaganda y una buena política pública. A su vez, implica una más profunda comprensión en torno a cómo funciona el gobierno, sobre cómo leer indicadores, y sobre todo, a creer en la evidencia empírica.
Desafortunadamente, un pueblo sin educación no cuestionará y creerá fielmente en los eslóganes de los políticos; en aquellos que plantean solucionar problemas complejos mediante soluciones sencillas. Este es, lamentablemente, el caso de nuestro país. Y bien pareciera que el presidente AMLO busca perpetuar este estado. Lo reitera diariamente con sus discursos de polarización, con sus universidades de dudosa calidad y con sus ataques contra la clase media educada.
México no merece la polarización que sufre en manos de AMLO.
El presidente nos divide. No le ha bastado con colocar del lado de “los buenos” a los pobres, sino que ahora se lanza no únicamente contra los ricos o la clase alta, sino contra los integrantes de las clase media que cuenta con grados de educación superior, contra los investigadores y contra todos aquellos hombres y mujeres que trabajan diariamente para encontrar, desde el ámbito académico, las soluciones que mejor convengan para el destino del país.
Nuestro país no vive buenos momentos. No únicamente por los crecientes niveles de pobreza, por el azote de la pandemia y por la desigualdad rampante, sino por un presidente que se empecina en arengar a una base electoral en detrimento de la unidad nacional y de un porvenir común.
Las mañaneras de AMLO no son más un espacio de información gubernamental ( nunca lo han sido, huelga reiterar) sino que se han transformado en un canal de división nacional que nos lastima como nación y que hipoteca nuestra futuro. En este contexto, y por el bien de nuestra patria, AMLO debe detener su discurso divisor, y así asumir plenamente su papel como jefe de Estado, y no como el caudillo de un grupo social.