AMLO sueña con un México líder en América Latina. Así lo ha expresado en recientes ocasiones, y muy particularmente, en el marco de la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la cual tuvo lugar hace algunos días en la Ciudad de México. El mandatario mexicano, fiel a su narrativa antiyanqui, reiteró su deseo de hacer de la región latinoamericana algo semejante a la Unión Europea; algo que resulta, a todas luces, una ilusión inconcebible en la realidad latinoamericana.
A México, y muy a pesar de la narrativa de AMLO, no le bastará ser la segunda economía latinoamericana para erigirse en actor principal de la región.
Enseguida enuncio las principales razones:
√ México no puede ser líder de la región latinoamericana porque la vecindad con los Estados Unidos y Canadá le arrojan inevitablemente hacia la convergencia con los intereses de América del Norte, tanto por motivos comerciales como migratorios, de seguridad y políticos. En otras palabras, México pertenece a América latina en términos culturales, no así por intereses de otra índole.
√ México, como resultado de su defensa y reconocimiento de los regímenes dictatoriales que existen en Cuba, Venezuela y Nicaragua, ha perdido prestigio internacional, y con ello, parece dirigirse hacia un posible alineamiento con estos gobiernos que han violado flagrantemente los derechos humanos de sus conciudadanos, a la vez que han hundido los frágiles sistemas democráticos.
√ La histórica defensa del comunismo cubano defendido por el nacionalismo revolucionario mexicano desde el triunfo de la Revolución cubana le ha apartado de los principales consensos alcanzados en la América Latina en torno a los valores democráticos.
√El sueño bolivariano no incluye a México. Si Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá, Peru y Bolivia, herederos del gran Libertador, no han sido capaces de forjar un verdadero bloque comercial lejanamente parecido a lo que algún día fue el Mercado Común Europeo, menos lo logrará el Estado latinoamericano que forma parte del T-MEC.
En suma, México, no obstante nuestra herencia compartida (sí, heredada de España) en términos culturales, tales como la lengua, la religión mayoritaria y el sentido de hermandad compartido a lo largo de la región, pertenece política y comercialmente a la América anglosajona; aquella que se extiende al norte del rio Bravo y que toca el mar Ártico. Dejémonos de discursos vacíos que irremediablemente conducirán a nada. México no liderará jamás los destinos de la América latina. Ni así lo quieren los Estados de la región ni conviene a los intereses de nuestro país.