El presidente AMLO ha recientemente amenazado con buscar una alianza con el PRI para alcanzar la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, y con ello, en concierto con el Senado y las mayorías morenistas en los congresos locales, continuar realizando cambios a la Constitución.
La declaración ha caído justamente en el momento en que una buena parte de la ciudadanía parece haberse congraciado con el PRI; con aquel polémico partido que durante décadas condujo la vida nacional y que ha sido ligado a numerosos escándalos de corrupción a lo largo de de los últimos años.
El PRI era sinónimo de corrupción. Así era – o es- percibido el partido del presidente Enrique Peña Nieto.
Por esta razón, los mexicanos rechazaron abiertamente al PRI en 2018. A pesar del esfuerzo del partido de lavarse el rostro postulando a José Antonio Meade, candidato aparentemente libre de escándalos de corrupción, los votantes lo castigaron con un penoso tercer lugar, lo que les recordó aquella lamentable elección de 2006 cuando el polémico Roberto Madrazo fue condenado igualmente a un lejano tercer sitio.
Ahora, como resultado de la profunda polarización provocada por AMLO, su autoproclamada 4T y sus fieles seguidores, millones de mexicanos han vuelto a depositar su fe en una alianza que incluye al Revolucionario Institucional, con el principal objetivo de limitar el poder del presidente y de representar un contrapeso en la Cámara de Diputados.
A nivel local, ciertamente, la alianza fracasó. Prueba de ello son las once entidades federativas que se han sumado al proyecto de Morena, a costa de los intereses del PRI en esos estados.
Sin embargo, el PRI, al lado del PAN y del pequeño PRD, está presente en la vida nacional. Por lo anterior, si AMLO y Morena echan mano de sus bazas políticas y alcanzan a obtener el apoyo de un número suficiente de diputados priistas, el Revolucionario Institucional estaría nuevamente poniendo en riesgo su viabilidad ante un electorado que le ha votó justamente para detener a la maquinaria morenista.
Como bien señala mi estimado colega Manuel Díaz en su columna del día de ayer publicada en este espacio de SDPNoticias, el origen de los morenistas reside en el PRI. ¿Por qué? El PRI, durante la mayor parte del siglo XX, aglutinó a todos los espectros ideológicos, desde los sindicatos y las clases medias hasta el empresariado, con excepción de un puñado de votantes que simpatizaban con el PAN o con los partidos de la “verdadera izquierda”.
En suma, la reacción de la clase media y de muchos desfavorecidos que repudiaron el mal gobierno de AMLO el pasado 6 de junio en favor de la triple alianza, y la disposición de los votantes de tachar nuevamente las siglas del PRI respondieron a su voluntad de detener a AMLO. Ahora, si el partido accede a los coqueteos del presidente y de su Morena, podría destruir los mínimos atisbos de credibilidad que parece haber comenzado a reconstruir.