El día de ayer fue conmemorado el quingentésimo aniversario de la conquista de México-Tenochtitlán, acaecida el 13 de agosto de 1521 en manos del conquistador extremeño Hernán Cortés, hombre de armas caído en desgracia y ahora, más que nunca, vapuleado por los jefes de Estado Latinanoamericanos auto erigidos en revisionistas históricos para nutrir sus discursos populistas.
Como era previsible, el presidente AMLO, fiel a su narrativa disruptiva y manipuladora, acusó nuevamente a España de haber cometido actos atroces contra las poblaciones mesoamericanas, a la vez que aseguró que la conquista había sido un rotundo fracaso.
El presidente mexicano, seguido por dependencia gubernamentales como la Secretaría de Cultura, llamó al acto “500 años de Resistencia Indígena”.
AMLO, por lo visto, no termina por comprender el verdadero significado del México mestizo; una nación nacida de la unión entre los pueblos prehispánicos y los hombres que llegaron de Europa. No comprende que México heredó de España la lengua, la religión, a María transfigurada en la veneradísima Virgen de Guadalupe, la arquitectura y numerosos rasgos que caracterizan – y hacen única- a la cultura mexicana.
Por el contrario, AMLO utiliza mañosamente el discurso de la conquista de México para profundizar la polarización social, atizar el encono de los mexicanos de tez oscura hacia sus connacionales de tez más clara, y así avivar la animadversión de los más pobres hacia las élites que según él, en su limitada concepción histórica, descienden de los criollos. ¿Recordará el presidente que próceres de las independencias latinoamericanas como Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Simón Bolívar, José Antonio Anzoátegui, Antonio José de Sucre o Bernardo O`Higgins descendían de españoles peninsulares?
¿Recordará que Sor Juana Inés de la Cruz, figura incontestable de las letras novohispanas, fue una mujer criolla que puso en alto el nombre de las letras españolea y que cuyo rostro aparece en nuestra moneda nacional?
AMLO, en su discurso, culpó a la Conquista y a la Colonia como los orígenes de la pobreza y la desigualdad. Es verdad. Sin embargo, bien habría que recordarle que también existieron, como en todas las sociedades a lo largo del tiempo, profundas desigualdades en el imperio azteca y que distaban enormenente de ser algo semejante a una democracia.
¿Buscará el presidente ocultar sus lamentables fracasos en materia de política social detrás de una perversa narrativa anclada en sucesos ocurridos hace 500 años? En este contexto, nada le ha resultado mejor que un discurso contra la Conquista días después de la publicación del CONEVAL, la cual evidencia el fracaso ostensible de su gobierno y de sus promesas de campaña.
Si AMLO detesta la herencia española, bien le valdría cambiar de residencia y jamás volver a pasearse frente a la Catedral Metropolitana, y quizá debería dejar atrás el uso del español e iniciar cursos de lengua náhuatl.
La herencia española no debe ser instrumento de división de los mexicanos, sino por el contrario, de identificación cultural que nos permita sanar las heridas del pasado; y con ello, fundirnos como nación en aras de solucionar las enormes problemáticas que nos aquejan, tales como la pobreza, la inseguridad, la crisis sanitaria y el discurso divisor que nos llega diariamente desde Palacio Nacional.
La nación mexicana no es el imperio azteca ni la cultura olmeca ni las tribus chichimecas ni la España imperial, sino el resultado del encuentro de dos culturas. Por ello, ¡defendamos en el imaginario colectivo lo mejor de la herencia española!