La guerra fría entre los Estados Unidos y China es real. A lo largo de los últimos días, la opinión pública internacional ha reproducido la noticia de la formación de la alianza conformada por Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia dirigida a contener la influencia china en el Pacífico Sur.
La llamada AUKUS (por sus siglas en inglés) es un movimiento sin precedente en la historia de la rivalidad entre el gigante asiático y el mundo occidental. Australia, Estado democrático miembro de la Mancomunidad Británica de Naciones, y por tanto, heredera de las tradiciones parlamentarias del Reino Unido, ha optado por garantizar la seguridad de sus aguas territoriales y vecinas con la compra a los Estados Unidos de submarinos de propulsión nuclear.
Las tres principales países anglosajones del globo (con la excepción de Canadá) han resuelto dar la espalda a los aliados europeos, y así lanzar una alianza militar de “habla inglesa”. China, por su parte, gana anualmente terreno en lo económico y en términos de presupuesto de defensa, pues este país se ubica en el segundo sitio como Estado con mayor gasto militar, únicamente por detrás de los Estados Unidos (778 mil y 252 mil millones de dólares, respectivamente)
La alianza britano-estadounidense no es una novedad en la historia de las coaliciones trasatlánticas. Por el contrario, líderes políticos en ambos lados del Atlántico la han llamado tradicionalmente “una relación especial”. Bien vale recordar que Gran Bretaña y Estados Unidos mantuvieron una estrecha relación bilateral desde el término de la Segunda Guerra Mundial y a lo largo del contexto de la Guerra Fría. Esta cercanía entre Londres y Washington llevó a la Francia de Charles de Gaulle a bloquear el ingreso del Reino Unido en la Comunidad Económica Europea en dos ocasiones, pues el presidente francés entendía a los británicos como el caballo de Troya de los intereses estadounidenses en el continente europeo.
AUKUS, liderada por el presidente Joe Biden y por el primer ministro británico Boris Johnson, representa un nuevo paradigmas en las relaciones internacionales, pues ha dado a conocer abiertamente al planeta la rivalidad contra China en la carrera por la hegemonía mundial.
En el contexto latinoamericano, el líder chino Xi Jinping respaldó a la CELAC y a los “esfuerzos de unidad regionales coordinados por los Estados. Una falacia en todas sus letras. “China continuará prestando apoyo a los países de América Latina y el Caribe… y ayudará a los países de la región a superar la pandemia pronto y a resumir su desarrollo económico y social” señaló desde Pekín.
En este tenor, y a la luz del estadio de la geopolítica actual, las intenciones de Pekín no son otras más que alejar a America Latina de la influencia estadounidense. En medio de este vorágine se encuentra el presidente AMLO, cuyos ideales de liderazgo de México sobre América Latina, y frente a los intereses de los Estados Unidos, generan bostezos.