El próximo 11 de septiembre se cumplirán veinte años de aquellos atroces atentados contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono en Estados Unidos. Este suceso es quizá el más dramático que ha sido atestiguado por muchas generaciones.
Luego del atentado, el presidente George W. Bush anunció el inicio de una operación militar dirigida a combatir a los talibanes en Afganistán, quienes apoyaban y resguardaban (así se creía en Washington) a Al-Qaeda y a su líder, Osama bin Laden.
Ahora, tras veinte años de un conflicto interminable, los talibanes han retomado el poder. Ayer el mundo quedó estupefacto ante la noticia de la caída de Kabul, de la captura del palacio presidencial y de la huída del presidente afgano Ashraf Ghani.
El suceso es estremecedor y merece distintas lecturas
En primer lugar, supone el fracaso de la guerra protagonizada por los Estados Unidos, Gran Bretaña y la OTAN. Algunas analistas evocan el dramático desenlance de la guerra de Vietnam con la caída de Saigón en 1975, luego de largas negociaciones entre el gobierno de Richard Nixon y las fuerzas vietnamitas pro-soviéticas.
Por otro lado, el hecho acaecido el día de ayer representa una amenaza humanitaria contra mujeres y niñas que empezaban a gozar de derechos legítimos bajo el régimen apoyado por las fuerzas occidentales. Con la vuelta de los talibanes al poder en Kabul, la comunidad teme por su seguridad.
Y en tercer lugar, se prevé una brutal descomposición de la estabilidad den aquella región del mundo, y con ello, un posible resurgimiento de redes terroristas que pretenden intimidar a Occidente.
La caída de Kabul traerá consecuencias para Joe Biden, mismo si el presente gobierno estadounidense dio continuidad a los acuerdos suscritos por su predecesor, cuyo objetivo descansaba en la retirada gradual de las fuerzas estadounidenses, bajo la ilusión de que el gobierno afgano podría hacer frente en solitario al avance talibán.
El gobierno mexicano, por su parte, a través del canciller Ebrard ,anunció ayer mismo que la embajada en Teherán (pues no existe representación diplomática en Kabul) informaría oportunamente sobre el destino de ciudadanos mexicanos presentes en suelo afgano, con el propósito de ofrecerles asistencia expedita para salir del país.
La crisis de Afganistán no debe ser ajena a México, mismo si se trata de un lejano y desconocido país. El triunfo talibán representa una serie amenaza a la seguridad internacional, y nuestro país, como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, deberá mostrar su mejor diplomacia y apoyar los esfuerzos en favor del orden internacional.