Los estragos provocados por la covid-19 han sido transversales y de graves consecuencias.
Los más de 4 millones de fallecidos a nivel mundial, el cierre de negocios, la caída estrepitosa de la economía, la crisis en el sector salud, la ausencia de los niños y jóvenes en las aulas y el incremento en el número de pobres han sido devastadores.
Sin embargo, hay otro elemento de enorme importancia: la salud mental. Durante años la psiquiatría había quedado relegada a graves enfermedades mentales tales como la esquizofrenia y el transtorno de identidad disociativo . Cualquier paciente que acudía a su cita con el psiquiatra era tildado, en el lenguaje popular e ignorante, como un “loco” pues esta especialidad médica era limitada a estos padecimientos que, en ocasiones, conducían al internamiento de los enfermos en hospitales psiquiátricos.
Años más tarde, derivado de la aceleración de la vida cotidiana y de las exigencias diarias, otras enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad se sumaron al repertorio y fueron perdiendo, año tras año, la estigmatización social.
La covid lo ha empeorado todo. De acuerdo con estudios serios, el número de personas que padecen de trastornos mentales ha aumentado exponencialmente luego de largos meses de bombardeo mediático, noticias alarmantes, estadísticas estruendosas, el exigido distanciamiento social, las teorías de la conspiración y el desagradable uso de las mascarillas.
Esto ha sido especialmente duro para los niños y jóvenes
Un año escolar perdido, lo que ha mermado la capacidad de los pequeños de realizar actividades propias de su edad y que son esenciales para su desarrollo. Por otro lado, adolescentes y adultos jóvenes han sido contaminados por la fobia social provocada por el distanciamiento, por el miedo al contagio y por una sociedad que tilda de irresponsable a cualquiera que decide retirar el odioso cubrebocas y asistir a un concierto o una fiesta multitudinaria (tan propia de la edad)
En suma, los padecimientos mentales sí que deben ser atendidos, pues se trata de un daño colateral de gravísima importancia. Por algo ( y no está privado de algo de razón) el presidente AMLO ha insistido en el regreso de los niños a las aulas el próximo ciclo escolar.
Si bien es verdad que representará un riesgo en términos del alza de contagios (principalmente en la educación pública donde no existe la infraestructura necesaria para mantener el distanciamiento en las aulas) también es cierto que ne-ce-si-tan volver a los salones de clases, ver a sus compañeros y continuar con su desarrollo. Como bien señaló una joven en un documental transmitido hace algunos días en un canal de televisión francés…”la pandemia ha robado mi juventud”.