El pasado miércoles 24 de agosto el presidente López Obrador conmemoró en Córdoba, Veracruz, los tratados que llevan el nombre de esa ciudad. En presencia de Guillermo Lasso, presidente de Ecuador, y de otros funcionarios como la titular de la SEP, Delfina Gómez. El jefe del Estado mexicano ofreció un discurso sobre la Guerra de Independencia y los eventos finales acaecidos previos a la consumación del conflicto.
En este tenor, cualquier referencia de AMLO a la historia de México, y sobre todo, si involucra a España, atrae la atención de historiadores y medios de comunicación, en aquel interminable afán del presidente de tergiversar la historia patria para que ésta se acomode a su narrativa política.
El presidente AMLO se refirió a los próceres de la independencia. En palabras del propio López Obrador Miguel Hidalgo encabezó una revuelta popular. Medianamente cierto. Si bien es verdad que el movimiento insurgente devino una turba desorganizada que buscaba desterrar – o asesinar- a los “gachupines” bien vale la pena recordar que el cura de Dolores no buscó inicialmente romper completamente con la corona española, y mucho menos, apostatar de la religión católica y rechazar la herencia hispánica.
La intención de Hidalgo fue reivindicar los derechos originarios de la Nueva España bajo la tutela del rey Fernando VII tras la invasión napoleónica a la península ibérica, luego del establecimiento de un régimen ilegitimo en Madrid. En otras palabras, Hidalgo NO buscó inicialmente encabezar un movimiento que repudiase a España, sino por el contrario, que defendiera la herencia hispánica. Sin embargo, la vorágine de los acontecimientos conducirían a Hidalgo y a los suyos a “adoptar” las exigencias de sus comandados, mismo si estos atentaban contra los propios principios del cura.
Luego, el presidente AMLO apuntó acertadamente que el edificio nacional construido en los Tratados de Córdoba significó la perpetuación de las desigualdades heredadas de la Colonia, donde una élita criolla se consolidó en la cúspide la pirámide económica y política, dejando atrás a los mestizos e indígenas.
Lo que sí que eché de menos del discurso de AMLO fue la ausencia de la referencia a uno de los puntos más importantes contenidos en los Tratados de Córdoba: un príncipe europeo católico ( y de preferencia, de la familia de los Borbones) ascendería al trono mexicano tras las proclamación del Imperio.
Por otro lado, muy a pesar del discurso oficial y de la narrativa lopezobradorista, la consumación de la independencia en 1821 poco tuvo que ver con el movimiento insurgente de 1810, sino que derivó de la transformación de la visión criolla y del estamento militar novohispano en relación con la conveniencia de permanecer unidos a España.
En suma, el contexto histórico de los Tratados de Córdoba pareció no encajar en el discurso antihispánico de AMLO, pues le hizo recordar que México fue construido por una élite criolla, católica, ilustrada, descendiente de peninsulares, y que buscaba rescatar lo mejor de la herencia española.
Es verdad que AMLO rechaza la herencia hispánica… así lo ha demostrado en sus discursos y en su limitada interpretación de la Conquista de México. ¿Conmemorar entonces la firma de los Tratados que otorgaban a México su independencia, pero que a la vez, reivindicaban en primer lugar el legado hispánico? Contradictorio en sí mismo. Así es AMLO.