Voté por primera vez el 2 de julio de 2006, en aquellos polémicos comicios presidenciales en los cuales fue electo el panista Felipe Calderón. Tenía yo 22 años. Derivado de mi ausencia del país, no había yo ejercido el derecho tras haber cumplido la mayoría de edad. Sin embargo, desde el año de la “presidencia legítima” he votado ininterrumpidamente en todas las elecciones federales y locales.
Hoy lo he hecho con plena conciencia de lo mucho que está en juego.
Algunos aseguran que podría tratarse de la última elección democrática, mientras otros creen que se trata de la gran oportunidad de consolidar la autoproclamada 4T. ¿Dónde reside la verdad? Quizá en ninguno de los extremos del argumento, sino en algún punto en medio de ellos.
Lo que sí es una realidad es que las elecciones de hoy son las más grandes en la historia del país, y que la polarización política provocada por AMLO y por sus opositores vaticinan una participación histórica en términos del número de mexicanos que han participado en elecciones intermedias.
He votado en una casilla bien organizada y que cumple, según mi apreciación, con todas las medidas sanitarias establecidas por la autoridad electoral.
¡Salgamos a votar y ejerzamos nuestros derechos ciudadanos!
¡Únicamente así podremos realmente gozar de una verdadera democracia!