En el contexto de la lucha contra el virus, y ante el alza incontrolable de contagios, países alrededor del mundo se plantean la pertinencia de vacunar con una tercera dosis a los adultos mayores de 60 años.

Este es el caso de Israel, y mismo Estados Unidos. La cuestión ha sido materia de debate pues pareciera que los Estados, en vez de promover la colaboración internacional, optan por priorizar sus intereses meramente nacionales.

Según los epidemiólogos, y a la luz de la enseñanza aportada por Delta, el principal objetivo debe estar dirigido a evitar el surgimiento de nuevas cepas o variantes. Recordemos, en este tenor, que las variantes emergen luego de contagios masivos en territorios densamente poblados. Así ocurrió originalmente en China, y luego, India devino el epicentro de la pandemia. Lo anterior, aunado al hecho de contar con un pobre índice de vacunación, hizo posible la aparición de Delta, variante que tiene de cabeza al mundo.

Por estos motivos, los expertos rechazan la idea de una tercera dosis, en aras de priorizar la vacunación de un mayor número de personas con al menos una primera inyección. Con esto -arguyen- podría ralentizarse la circulación del virus, y con ello, evitar el surgimiento de nuevas cepas.

La Organización Mundial de la Salud, por su parte, recomendó no iniciar la vacunación con tercera dosis sino, en el mejor de los casos, hasta septiembre.

México, por su parte, vive en una permanente confusión ante declaraciones contradictorias de sus autoridades. Mientras el gobierno federal sonó una vez más la alerta y declaró a la Ciudad de México en semáforo rojo, Claudia Sheinbaum explicó con buena evidencia que las hospitalizaciones se habían estabilizado, y que por ello, la capital país continuaría en color naranja

En suma, luego de diecisiete meses, no existen consensos en torno a cómo combatir la pandemia; los gobiernos envían mensajes contradictorios, los ciudadanos protestan ante restricciones y un buen número se niega inexplicablemente a recibir la dosis. Problema interminable.