El próximo 25 de julio será la fiesta anual de la Parroquia de Santiago Apóstol, en Tlatelolco (de Orden Franciscana), que está ubicada al norte de la CDMX. La parroquia es uno de los primeros templos edificados sobre las construcciones de los pueblos indígenas originarios.

Así, Tlatelolco se viste de fiesta durante la última semana de julio. Es temporada de lluvias, pero también de convivencia social. Por ello, la parroquia ha jugado un papel importante como centro de reunión de vecinos, tanto por motivos de fe como por razones de carácter e identidad colectivos.

Las fiestas de Tlatelolco son un buen motivo para dejar de lado las tristezas, por el momento. Para reencontrase con amigas y amigos. Para revivir y no perder las tradiciones populares del barrio y la ciudad.

A algunos vecinos y vecinas de la Unidad Habitacional les bautizaron ahí, en esa misma parroquia; a otros les organizaron su primera comunión; a una cantidad de amigas y amigos les celebraron su misa de graduación, al terminar la Primaria o Secundaria; o se consagraron en solemne matrimonio.

Por décadas, en Tlatelolco, antes y después del 25 de julio, como parte de los festejos patronales, se realizaba en Tlatelolco, y hoy todavía se realiza, la feria popular anual de la parroquia, organizada por el padre responsable en turno y los vecinos, que consiste en celebraciones litúrgicas y festejos comunitarios con puestos de comida, juegos mecánicos, concursos típicos (tiro con dardos hacia los globos, pelotas para “canastear” en botes, tómbola, canicas sobre tablas, tiro al blanco con rifles de aire, casa de los espantos, entre otros), fuegos artificiales y eventos sociales tradicionales con música, danza, teatro y lectura en voz alta.

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En estos días se antoja, por la noche, un atolito con tamales; unos ricos pambazos con ponche o agua de horchata o unas flautas o tacos dorados con su riguroso refresco gaseoso.

En 1967, un padre de nombre Bernabé facilitó por un tiempo uno de los salones de la parroquia, donde se llevó a cabo la organización de la primera liga de fútbol (de campo) en Tlatelolco. Recuerdo que una vez él fue invitado, y asistió, a una ceremonia de entrega de trofeos, para encabezar el presídium, al final del torneo de ese año, que tuvo lugar en la cancha (de tierra) de la segunda sección de la Unidad Habitacional, justo en el terreno que después se convirtió en la explanada y estación del metro “Tlatelolco”, a un lado del edificio José María Arteaga.

Nuestro primer equipo de fút en esa época, el Monterrey, obtuvo el segundo lugar de ese torneo inicial, después de una tanda de penaltis de la que salimos derrotados por diferencia de un tanto en la final.

La parroquia siempre estuvo activa en la vida comunitaria o vecinal de la Unidad. Los domingos por las mañanas, desde las 6:45 horas, sonaban las campanas de ese templo franciscano de Santiago, para llamar a misa a los vecinos-feligreses, cada hora o dos. Varios de nuestros amigos de la escuela primaria colaboraban los fines de semanas como monaguillos en las ceremonias religiosas.

Nunca olvidaré a las señoras que, por las mañanas, vendían unas galletas o gorditas, a base de maíz y dulce, que preparaban en sus pequeños anafres de carbón, frente al atrio del templo. Era típico ver, sobre todo los domingos, los paquetes de 5 a 8 galletas, tibias, envueltas en tubos de papel de china de diferentes colores.

La Plaza de las Tres Culturas fue por mucho tiempo la sede de la feria patronal anual, aunque en ocasiones ésta se trasladaba a la zona de estacionamiento de la Secretaría de Relaciones Exteriores, o a un costado del famoso Jardín de Santiago, que es una réplica del jardín de San Marcos, en Aguascalientes.

A propósito de los bautismos, en nuestro barrio había también otros tipos de “bautizos” informales, no eclesiásticos ni religiosos; tal vez paganos: Me refiero a los apodos y apócopes.

Los apodos simples y llanos que las y los vecinos elegíamos y que llegaron para quedarse, eran variados e ingeniosos.

Algunos que aún recuerdo de aquella época, entre 1966 y 1980, son los siguientes: el Alacrán (porque peleaba como el boxeador); el Gerber (siempre niño); el Caralimpia; el Pelón. El Gordo. El Guama; el Torero. El Magochi; el Centavo; la Chata. El Canario (por su suéter amarillo brillante); el Guaymas (estudiante originario de Sonora).

Nosotros vivíamos en el edificio Durango

Uno de tantos edificios tlatelolcas de interés social (de cuatro pisos y sin elevadores). Ahí y en los edificios vecinos (Hidalgo, Chiapas, Querétaro y Guanajuato) habitaban personajes como el Araña Negra; el Parri. El Sico (psicodélico). La Gatúbela (por sus ojos claros); Pancho, mi hermano. El Beatle (por su melena). El Koquis; el Macaco; el Joe. La Muñeca; el Sacabolas (portero); la Yegua (sonrisa de caballo); el Cabezón; el Piolín; el Chichimeca; el Bodoque; el Eyes; el More; el Pipis; el Calaco; el Talento; el Moncho; el Sapo; el Foco; el Loco (Psicólogo); el Diablo; el Chino; los Hidros; el Pinocho; el Negro o Arlindo (por su semejanza al jugador brasileño de fútbol y como inspiración para rebautizar al “Arfeo”), entre otros.

Apodos y sobrenombres que hicieron olvidar, por un tiempo, los nombres legales de las actas de nacimiento.

Arfeo, por cierto, me decía el “Lu” (por Luchador, técnico no rudo, debido a mi espalda amplia); aunque por un tiempo me dijeron simplemente “Carlitos” o el “Johnny”, en la Secundaria 16, “Pedro Díaz”.

Así nos rebautizamos las y los tlatelolcas. Hay otros cien apodos tlatelolcas más, que por el momento se quedan en el tintero. Recordamos aquí sólo a las y los que vivíamos en la tercera sección de la Unidad. Amigos y amigas que convivíamos y conservamos gratos recuerdos de las fiestas tlatelolcas.

Nota:

Para quienes están interesados en leer más historias con nombres, anécdotas, leyendas urbanas y apodos de Tlatelolco, les informo que pueden descargar, sin costo, el libro (en formato digital) “Tlatelolco es más que un minuto de silencio”, en: contactoepisistema.wixsite.com

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