“…Una sala de espera sin esperanza…”

Joaquín Sabina

La palabra salud tiene variados significados o acepciones. Se le puede mirar como un término que se refiere a los procesos complejos de salud-enfermedad; y asociado con lo anterior, se traduce como sistema de servicios dedicado a estudiar esos procesos y para atender a sus causas y efectos. Una tercera acepción de salud es como palabra que antecede a un brindis social, entre otros significados.

Según el diccionario, la salud pública se define como el conjunto de condiciones mínimas de salubridad de una población determinada, que los poderes públicos tienen la obligación de garantizar y proteger.

Hablar sobre las instituciones de salud en México, y quizá en el mundo, como sistema, no es sencillo, sobre todo si quisiéramos realizar una evaluación acerca de los logros o fracasos de las políticas públicas de salud durante un periodo determinado, en un contexto social definido.

Ciertamente, los sistemas de salud son complejos debido a su vastedad, diversidad, intencionalidades y estructura, sin embargo, hay experiencias que nos permiten describir algunos rasgos distintivos o propios de dichos sistemas, como expresiones de los servicios que ofrecen a la ciudadanía.

¿Por qué los sistemas de salud dan “buenos y malos” resultados, tal como sucede también con el sistema educativo público? ¿En qué medida los sistemas se han burocratizado en un sentido más negativo que positivo?

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Más allá de realizar una evaluación sistemática o estructurada, desde una perspectiva del estudio de las políticas públicas sobre el sistema de salud en México, prefiero compartir algunas historias de la vida cotidiana que nos han tocado vivir en el tiempo y que nos afectan de manera directa o indirecta.

Historias de salud y familia

Durante las décadas de los años 60 y 70, nosotros nacimos en hospitales del IMSS; me refiero a tres de l@s cuatro hermanos y hermanas que somos. Eso se debió a que mi padre fue y es derechohabiente desde hace más de 60 años de esa importante institución de la vida pública, la seguridad social y de la salud comunitaria de nuestro país.

Luces: En particular, mi hermano Pancho y yo nacimos, a toda honra, en el hospital de Gineco ubicado en las calles de Gabriel Mancera, en la Col. Del Valle, CDMX, lugar al que por cierto volví, después de 25 años, cuando participé en un curso sobre el sistema nervioso central organizado por el IMSS y la UNAM.

En otra historia, mi padre, hoy pensionado del IMSS -como trabajador-derechohabiente-, fue atendido a principios de los años 80´s de manera oportuna y con calidez, en uno de los Institutos de salud federales ubicados en el sur de la CDMX, cuando tuvo un problema de hipertiroidismo. Con esa experiencia, advertimos que los servicios públicos de este sector han pasado de ser lugares de luces a sitios de sombras y tristezas, al menos, a lo largo de nuestra existencia como familia.

Debo mencionar que dos o tres de mis tías y tíos han sido trabajadores del IMSS durante su vida laboral, cosa que recuerdan con gran orgullo. Dos de ellas hoy en día son pensionadas.

Sombras: Sin embargo, la opinión que mis familiares tienen, hoy, acerca del instituto no son favorables. En efecto, coincido con ellas cuando dicen que se ha “deshumanizado”.

Los problemas de “calidad” en los servicios de salud pública en México, que ya se arrastraban antes de la pandemia, se agudizaron notablemente, en contra, durante los últimos tiempos, desde 2020.

Más sombras: En otro contexto, hace algunos años, en 2018, como derechohabiente del ISSSTE tuve la necesidad de acudir a urgencias médicas, en el hospital general de esa institución, ubicado en Querétaro, para atender un dolor causado por obstrucción intestinal. Lamentablemente, lo único que recibí del ISSSTE fue una inyección, -después de 31 años de aportaciones o cotizaciones registrados como de “servicios médicos”-, que sólo sirvió de paliativo durante una hora, pero que no resolvió el problema de salud de fondo. Así, salí de urgencias de dicho hospital sin estudios ni un diagnóstico completo acerca de mi condición de salud.

Tuve que buscar una atención médica efectiva en un hospital privado, donde los especialistas pidieron un estudio completo con ultrasonido y exámenes de sangre y orina, por protocolo, para confirmar o descartar la causa del dolor extremo. Por fortuna se descartó apendicitis.

¿Por qué un hospital público no puede seguir esos sencillos pasos o procedimientos médicos con sus pacientes? ¿Dónde queda la “calidad” y “calidez” de los servicios de salud públicos? ¿Cuáles son los saldos a favor de las familias que contribuimos a que ese sistema de salud sea realmente para todas y todos?

Mi mamá, en varias ocasiones recibió la visita de una doctora del IMSS, a domicilio, debido a que ella padeció durante más de 35 años el síndrome de Guillain Barré (lo cual inhabilitó su motricidad de las extremidades inferiores). Ella sólo recibió paliativos también hacia sus simples dolencias o padecimientos que, poco a poco, se fueron agudizando.

La ineptitud más reciente: La doctora que visitó a mi madre, le otorgó un pase a urgencias médicas del IMSS (hospital general de Querétaro) como beneficiaria o dependiente de mi padre, hoy pensionado como dije antes, para que fuera atendida en torno a un fuerte dolor en la espalda, (al parecer causado por una o dos hernias discales), que prácticamente la tuvo postrada durante unas semanas en su cama. La siguiente cita sería a final de este mes de septiembre.

El área de urgencias, sin embargo, no la admitió para que fuera internada y, por lo tanto, la regresó a su casa con un coctel de medicamentos igualmente paliativos. El argumento que manejaron los médicos de urgencias del IMSS para rechazarla, fue triple: la edad (77 años), la pandemia y porque no se encontraba “en extrema gravedad”.

Debido a la urgencia y gravidez del caso, buscamos a médicos particulares y la consecuente contratación de un pequeño hospital privado, para que la atendieran, ya que la situación pasó de menos grave a más delicada. Ante ello, me pregunto: ¿Dónde queda el slogan publicitario de “Tu IMSS”?

Mi madre falleció, tristemente, el pasado 5 de septiembre.

¿Por qué el IMSS funciona en un esquema del todo o nada? ¿Por qué el “protocolo Covid” o de la actual pandemia, echa fuera de los hospitales o no permite el ingreso para su atención médica, a personas de la tercera edad sin darles alternativas? Ellas y ellos quienes debieran recibir un trato digno, con los más altos honores. ¿Por qué el IMSS no se ha dado a la tarea de crear clínicas pequeñas de atención a la población vulnerable, a efecto de no enviarla a su casa a medio morir o morir por enfermedades o crisis de salud distintas al Covid?

Percibo que las salas de urgencias, salas de espera y las camas de hospitales públicos, que son de todas y todos los mexicanos, no se ponen al servicio de la ciudadanía. Terminamos por pensar como Joaquín Sabina: Estamos frente a “…una sala de espera sin esperanza…”. ¿Cuál política de bienestar social del actual régimen?

Nosotros que pagamos con nuestras aportaciones e impuestos los servicios de salud públicos, terminamos por poner dinero de nuestros bolsillos para contratar otros servicios médicos, privados, en total estado de indefensión; después de décadas de fungir como derechohabientes.

¿Cuál estado de derecho en materia de salud?

Por eso, de entre las tres acepciones o significados de la palabra “salud” con las cuales inicié esta colaboración, prefiero tomar a la tercera de ellas, ello para decir simplemente:

Salud, mamá, en tu honor… gracias por todo lo que fuiste y nos diste. Que tu viaje eterno sea digno.

Contacto: jcmqro3@yahoo.com I Twitter: @jcma23