A lo largo de esta semana, del 27 de septiembre al 1º de octubre, se llevó a cabo a nivel nacional la Semana Nacional de Transparencia 2021 con el tema “El valor de la información: inclusión e igualdad en la era de la transparencia.” En ese sentido, me parece de la mayor importancia señalar que en esta ocasión, provocada y convocada por el INAI y el Sistema Nacional de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales, las actividades que conforman el programa de esta vitrina de la transparencia, así como de sus perspectivas, alcances y desarrollo; ponen, debidamente, el foco y objetivo en las personas a partir de la generación de espacios para el diálogo abierto e incluyente, acerca de los temas públicos.

Lo anterior, aunque de suyo es ya valioso, considero que lo es aún más cuando caemos en cuenta de que es en estos foros, de intercambio de ideas, donde se genera el verdadero cambio social desde un punto de vista sustancial y, por lo mismo, perceptible y tangible para todas y todos. Cambio social que pasa por la visibilización de la alteridad en su rica y valiosa especificidad e igualmente por el intento por comprender en lo profundo a las y los demás en quienes nos reflejamos por humanidad. Ese es el tipo de involucramiento y entendimiento que dan lugar a la solidaridad; sin la cual, una verdadera cultura de los derechos humanos es imposible de construir.

En esta lógica, la Semana Nacional de Transparencia 2021 pone sobre la mesa de la conversación pública un tema que es de la mayor centralidad, el valor instrumental que tienen la transparencia y el derecho de acceso a la información y la protección de los datos personales para las personas o grupos de personas en situación de vulnerabilidad. Ello, con el fin de visibilizar y socializar las áreas de oportunidad y brechas de desigualdad que aún prevalecen en materia de inclusión y equidad, mismas que ineludiblemente se traducen en injustificables afectaciones a los derechos humanos y en la pérdida de oportunidades que socavan, a su vez, el desarrollo personal, el social y, así, las posibilidades de realización de las personas.

El desarrollo democrático presupone necesariamente a la equidad y a la inclusión como principios sin que las personas no pueden participar en condiciones de igualdad en los procesos decisorios públicos y tomar en sus manos el efectivo control, para diseñar su propia vida y la sociedad, conforme a sus libres determinaciones y creencias acerca de lo que es justo y equitativo.

En este contexto, eventos como la Semana Nacional de Transparencia 2021, nos permite reconocer y apreciar, a través del diálogo, el interés expresivo de cada persona, sin distinciones y en un plano de igualdad fundamental en la dignidad humana. Depende de nosotras y nosotros, y de nuestra participación individual en este tipo de ejercicios, que este reconocimiento y apreciación trasciendan las formas, lo normativo y lo político; para incorporarse a la autodefinición de cada mexicana y mexicano, pero, sobre todo, a sus prácticas y convicciones.

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La distribución justa y apropiada del poder de incidencia que constituye la equidad surge del hecho de que es un requisito básico, incluso fundamental, de la democracia. Un gobierno verdaderamente democrático, y en ese sentido para el pueblo, debe incluir a todas y a todos.

Para lograrlo, el Estado mexicano y sus instituciones encargadas de promover, garantizar, avanzar y defender los derechos de acceso a la información y a la protección de los datos personales están cumpliendo con su deber, y eso se debe reconocer.