Ante el colapso del proyecto neoliberal en el mundo, una de sus principales figuras ha caído: Justin Trudeau.

El todavía primer ministro canadiense se retirará en un par de meses con un fin ignominioso y una aprobación que apenas ronda el 20%. Esta suerte de Peña Nieto del norte terminó siendo el personaje vacío que cualquier analista medianamente informado advirtió durante los primeros meses de su mandato, más preocupado por hablar de “inclusión” y “diversidad”, que de mejorar las condiciones de vida de los canadienses.

Trudeau es la “derecha woke” realmente existente. “Liberal” en lo social, ultraderechista en lo económico, más allá de lo que digan columnistas trasnochadas y trasnochados en México y en el mundo.

Mientras Canadá se hunde en una profunda crisis económica y social, con amplios precios de la vivienda que se han vuelto inalcanzables para la mayoría de la población, crisis de inmigración, racismo, xenofobia, desindustrialización y estancamiento económico, Trudeau y su pésimo desempeño le abren la puerta a la llegada de la ultraderecha al país del norte.

Así se va Trudeau, apestado y disminuido, humillado por Trump, quién lo rebajó a nivel de “gobernador de la provincia de Canadá”, enfrentado con su “socio” mexicano, país que no lo necesita para mantener una balanza favorable de comercio con Estados Unidos y el resto del mundo, en fin.

Trudeau se va humillado, defenestrado y borrado del mapa. Difícilmente su partido “liberal” se repondrá de esta catástrofe en los años, o décadas venideras. Adiós permanente a un pésimo político que va directamente, junto con esa entelequia colonialista y depredadora llamada Canadá, al basurero de la historia.