Los medios de comunicación masiva han insistido en crear un personaje que no se corresponde en ningún aspecto con la realidad, pero, sobre todo, con la práctica política y consecuencias de lo que en términos palpables es Donald Trump en su rol de presidente de Estados Unidos. Hay hechos que por sí mismos demuestran que Trump ha sido un efectivo garante de la paz mundial, de la estabilidad en la relación con Rusia y China (y hasta Corea del Norte), y un aliado eficaz con México en temas que los mexicanos sabemos pueden escalar con facilidad, como lo es la frontera, el control de algunas zonas del país por parte del narcotráfico y la producción trasiego y tráfico de fentanilo desde territorio mexicano hacia los Estados Unidos por lo que el alineamiento burdo de los analistas insertos en una corriente de pensamiento globalista en México genera la tentación de alinearse en la militancia antitrumpista y, por exclusión, apoyar a la pésima candidata Harris, la que sin duda, continuará la línea de tensión internacional y, como hemos visto recientemente, de no observación de los protocolos binacionales México- Estados Unidos, como ha sido evidente en el caso de la detención (secuestro) del Mayo Zambada.

Hay que decirlo con claridad bajo el evidente riesgo del señalamiento y la cantaleta globalista de “entreguismo”: Donald Trump es, sin duda, la mejor alternativa para el pueblo norteamericano que incluye a 38 millones de mexicanos y sus descendientes radicados a ambos lados de la frontera.

Bastaría comparar la buena relación y la eficacia comunicativa y operativa entre los gobiernos republicanos y cualquier gobierno mexicano, comparándola con la retórica, doble discurso y permanente racismo por parte de los demócratas, herederos políticos de Polk y el Kuklux Klan. Pero más allá de anécdotas históricas, Trump representa la posibilidad del respeto a la realidad política mexicana y del conocimiento humano efectivo que una situación de tensión y riesgo permanente requieren; en un mundo al borde de la guerra, las formas cordiales y el discurso políticamente correcto carecen de sentido si no traen por consecuencia la paz, la estabilidad y, sobre todo, la generación de límites efectivos. Trump habla claro y de modo sencillo, plantea límites firmes, pero, sobre todo, acuerdos alcanzables.

La relación binacional México- Estados Unidos sólo tenderá a crecer; nuestro intercambio comercial es ya de 700 mil millones de dólares de los que México es beneficiario directo en más del 10%, esto sin mencionar el enorme flujo de remesas que subsidian a buena parte de la pobreza nacional. Por tanto, el soberanismo simplista de las izquierdas en el poder o el burdo globalismo de la comentocracia mexicana, no sirven para proyectar escenarios basados en realidades bajo enorme presión, basta decir que cualquier personaje o país que ha tenido el número de menciones y posicionamiento negativo en el congreso norteamericano, como hoy lo tiene México, ha sido invariablemente invadido, pues Estados Unidos sólo calcula las presiones internas frente a países sin armas nucleares como el nuestro.

Así pues, es preciso utilizar nuevos instrumentos de análisis y nuevos parámetros de tensión en la relación y costo/beneficio para poder predeterminar qué conviene más, tanto a México, como a los mexicanos en Estados Unidos. Bajo esta nueva métrica podrá verse con claridad que, si Trump gana se tomarán medidas que consideren el valioso factor de su alianza con el gobierno mexicano o que des escalen el conflicto en Europa.

Por ello, hay que alejarse del ruido de los comentócratas y acercarse al análisis de cifras y hechos duros; lo que conviene a México bajo esta lógica es que Trump gane.