La polarización no puede traer nada bueno para México. Al fracturar la unidad nacional, los odios y las divisiones crecen. Los ciudadanos de las diversas regiones se empiezan a preguntar: ¿qué tanto necesitamos a los que gobiernan desde la ciudad de México, si no nos quieren ver? ¿No estaríamos mejor si formamos nuestra propia “ciudad-estado”? Eso es muy peligroso.
Hace unos días leí los artículos de Hank Pellissier y de Jared A. Brock sobre el fenómeno del “tinyism” (“diminutismo”). De acuerdo con Hank Pellissier, el “diminutismo” es la visión de aquéllos que creen que la humanidad debe organizarse en pequeños micro-estados para garantizar la máxima alianza democrática, el mayor ingreso per cápita, la felicidad y la satisfacción plena de las necesidades de la ciudadanía.
Los ejemplos históricos incluyen las ciudades-estado de la Grecia clásica y las del Renacimiento italiano, que fueron también centros financieros y culturales de su época. El diminutismo se logra fracturando las naciones. Los ciudadanos deciden empoderarse. No es que quieran dividir a sus países originales, pero la miopía de sus líderes los obliga a buscar otras opciones.
De acuerdo con los analistas, si el “diminutismo” se adoptara a nivel internacional, el resultado sería un mundo de 2 mil a 10 mil micro-naciones igualitarias, óptimamente democráticas e idealmente conectadas en confederaciones armoniosas. De acuerdo con los teóricos del “diminutismo”, las diez naciones más felices en 2021 tienen poblaciones pequeñas: Finlandia, Dinamarca, Suiza, Islandia, Noruega, Países Bajos, Suecia, Nueva Zelanda, Austria, Luxemburgo.
La felicidad, de acuerdo con los teóricos del “diminutismo”, se basa en seis características:
- Alto producto interno bruto per cápita.
- Apoyo social eficaz del gobierno.
- Esperanza de vida saludable.
- Libertad para tomar sus propias decisiones de vida.
- Generosidad de la población en general.
- Bajos niveles de corrupción.
Pellissier se pregunta por qué las naciones pequeñas suelen ser más felices y exitosas. Sugiere las siguientes razones:
- Las naciones pequeñas son políticamente más rápidas en la toma de decisiones y cambian rápidamente el rumbo si es necesario.
- La vulnerabilidad de ser pequeñas las motiva más, inspirándolas a trabajar más duro y de manera más inteligente.
- El acceso a los recursos naturales que tienen las grandes naciones es una distracción en el mundo moderno, donde el “conocimiento” y una fuerza laboral calificada son más valiosos.
- Las naciones pequeñas están estrechamente relacionadas con su liderazgo moderno.
- La mayor cohesión y unidad social de que disfrutan las naciones pequeñas reduce la delincuencia y la violencia.
La historia moderna ya tiende hacia entidades cada vez más pequeñas. Desde 1945, el número de naciones independientes se ha triplicado, en parte gracias a la retirada del colonialismo europeo y a la desintegración de la Unión Soviética. Los movimientos de secesión en la actualidad son prolíficos: Cataluña, Escocia, Gales, Papúa Occidental, Flandes y algunos estados de Estados Unidos irritados, por nombrar algunos.
Los teóricos dicen que promover el “diminutismo” es simplemente reconocer lo que ya está ocurriendo de forma natural: la irritación de los ciudadanos con los líderes nacionales insensibles.
De acuerdo con las diferentes fuentes de esta visión, en un entorno “diminutista”, se deben garantizar cuatro metas:
- La democracia debe maximizarse. Las micro-naciones pueden garantizar esto mejor que los estados grandes, porque los representantes son más accesibles debido a las relativamente pequeñas poblaciones. También es más fácil instalar la “democracia drecta” en las naciones pequeñas, ya sea a través de los ayuntamientos o de un proceso tecnológico de e-democracia.
- El igualitarismo global es una ambición que deben compartir. El objetivo debe ser una división equitativa de toda la riqueza del mundo, entre todos en los miles de órganos de gobierno separados. La codicia, el deseo de ser más rico y más poderoso que los demás, debe verse como un instinto sociopático, que no merece ninguna vía de expresión.
- Las fronteras abiertas permitirían a las personas migrar de su “patria” a otras micro-naciones que se adapten mejor a sus preferencias políticas y culturales, o que requieran sus habilidades laborales.
- La paz es fundamental. Las miles de pequeñas naciones futuras tendrán conflictos, pero deben resolverse sin violencia ni militarismo.
Todo esto parece tan lejano de la realidad mexicana, pero, cuando los jóvenes escuchan las “mañaneras” de AMLO y las acusaciones permanentes a los “adversarios”, las empresas, los conservadores, los neoliberales y la clase media, muchos de ellos se preguntan si la nación mexicana vale la pena o es sólo una ficción legal. Muchos están empezando a cuestionar, con razón, el valor del estado-nación tal y como está organizado actualmente. Cuando escuchan a los líderes del gobierno atacar a la mitad de la población se preguntan: ¿cuál es entonces el propósito de nuestra nación? ¿Expresar una ideología política? ¿Dividirnos?
Para los jóvenes, la nación es el espacio que les significa el mejor lugar para vivir. Pero ven a una burocracia ideologizada, enorme e ineficiente. La incompetencia ya se ha convertido en el segundo piso de la corrupción. La democracia se derrumba por el autoritarismo. No se ve que el gobierno pueda trabajar en conjunto, en armonía, en colaboración con los demás actores de la sociedad. El gobierno está satisfecho sólo cuando acumula poder.
De seguir así, la 4T nos llevaría al “diminutismo”, a esa filosofía política que cree que las naciones actuales deben fracturarse, hacerse añicos y disolverse en miles de micro-estados y ciudades-estado independientes. Muchos creen que esta acción mejoraría enormemente la democracia, la felicidad y las economías.
El mundo y nuestro país se están urbanizando y el poder se acumula en las ciudades. ¿Cuántos estados se separarían de nuestra unión? Todo depende del liderazgo. Cuando el líder de la nación prefiere la división, ¿qué estamos tratando de preservar realmente? ¿Debemos celebrar nuestra falta de valores compartidos?
Los que defienden esta tendencia dicen que el “diminutismo” es inevitable. Cuando un estado tiene una población más pequeña:
- Los grupos étnicos tienen derecho a la soberanía propia.
- Pueden tener una burocracia más pequeña.
- Pueden tener más representación y democracia.
- Pueden preservar mejor culturas, razas, religiones, sistemas económicos, historias, estructuras sociales y experimentos únicos sobre lo que significa vivir bien.
- Pueden tener menos reglas, menos leyes y más libertad. ¿Y si a los habitantes no les gusta su pequeño país? Habrá otras opciones para elegir.
Las pequeñas son algunas de las naciones más seguras del mundo. La violencia está disminuyendo drásticamente en la economía digital. Las nuevas micro-naciones harán bien en formar una alianza con cientos de otras ciudades-estado para aumentar el comercio y el valor de la paz.
¿Ha usted notado que la sociedad se está fracturando gracias a la 4T? ¿Encontrarán puntos en común los seguidores de la 4T con el resto de la población? No lo sé. Pero ambas preguntas me preocupan. La polarización es el mayor riesgo para la seguridad nacional de México.
Yo no creo en el “diminutismo”. Soy un ferviente creyente del gran poder de la unidad nacional y de la fortaleza del estado de derecho. Debemos sobreponernos a la polarización que promueven algunos en el liderazgo del gobierno. Sólo unidos en la diversidad podemos evitar el “diminutismo” al que nos aboca la 4T.
Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino