Admiro a Héctor Aguilar Camín por la calidad de sus textos. Lo detesto por haber utilizado su talento —y su revista, Nexos— para encabezar la campaña propagandística que enloqueció a la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña.
Un mes después de haber llegado a la presidencia del poder judicial, Piña acudió a Querétaro a la celebración principal por el aniversario de la Constitución. En el teatro de La República ella demostró que fue un error —mortal para la SCJN, por lo mismo histórico— el hecho de que ministras y ministros la hubieran elegido para encabezar a uno de los tres poderes del Estado. Sin duda había mejores opciones, como Alberto Pérez Dayán, Margarita Ríos Farjat y Juan Luis Gonzalez Alcántara Carrancá. Pero si algo puede salir mal, saldrá mal, dice la ley de Murphy que no hay tribunal en el mundo con capacidad para invalidar. En este caso, la elección de Norma Piña salió mal e inclusive peor.
En el teatro de La República, de Querétaro, la ministra Norma Piña no se puso de pie cuando entró Andrés Manuel López Obrador, entonces presidente de México. Creo que lo más probable es que la jurista Piña, nerviosa por su debut, no entendió que lo educado era levantarse del asiento, y no lo hizo. Ese gesto, que no habría tenido mayores consecuencias si hubiera quedado en una simple metida de pata, fue utilizado por la comentocracia para enfrentar durante largo tiempo a la titular del poder judicial con quien encabezaba el poder ejecutivo.
La comentocracia, dolida porque perdió privilegios con AMLO, convirtió a Norma Piña en la principal figura de la oposición, y como esta ministra se prestó a la farsa, hizo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación algo así como un partido opositor, sin registro pero que intentó infructuosamente, a través de sentencias evitables, paralizar a la 4T.
Envalentonada por los aplausos de la comentocracia dirigida por Aguilar Camín, la ministra Piña no se dio cuenta de que no tenía ni fuerza ni habilidad políticas para pelear con alguien mucho más poderoso e inteligente como AMLO. El resultado fue que Norma Piña y la SCJN perdieron la batalla.
Platicando el otro día con un ministro de la actual corte suprema, él especulaba si tendría sentido lo dicho por Enrique Krauze en Reforma: detener y hasta cambiar la reforma judicial para que la actual presidenta de México, Claudia Sheinbaum, tuviera más armas para lidiar a Donald Trump. Al ministro no le parecía mala la idea de Krauze. El jurista pensaba que una nueva reforma constitucional, realizada a toda velocidad, podría al menos posponer la elección de personas juzgadoras ya en marcha, de tal modo de celebrarla en un ambiente más tranquilo. Estuve de acuerdo en que podría pausarse —palabra de moda— la elección de jueces, juezas, magistrados y magistradas, pero no la de ministros y ministras. Le dije: “Ustedes, quienes integran la corte actual, ya no tienen nada que aportar y políticamente hablando hasta estorban, así que deben irse”.
Creo que hay gente muy valiosa en la actual SCJN, que pronto desaparecerá para dar paso a una nueva. Mencioné al principio de este texto a tres juristas de primer orden. Pero, como grupo, la corte suprema que todavía opera se convirtió en un lastre para la buena marcha del Estado mexicano. Su última ocurrencia fue la de evidentemente sabotear la elección de personas juzgadoras, lo que provocó un problema que me parece no resolvió adecuadamente el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Hubo una ministra, Ríos Farjat, que propuso una salida al conflicto, pero sus colegas la ignoraron.
No tenía sentido que la prudente presidenta Claudia Sheinbaum invitara a la muy necia ministra Norma Piña a la celebración de hoy en Querétaro. Recomiendo el texto de la magistrada Fabiana Estrada, aspirante a ser parte de la nueva SCJN, “¿Debió invitarse a la SCJN al Aniversario de la Constitución en Querétaro?”.
Se ha criticado a la magistrada Estrada por haber sido la jefa del grupo de personas asesoras del exministro Arturo Zaldívar, odiado en la actual corte suprema y desde luego también por gente como Aguilar Camín. Cualesquiera hayan sido los pecados de Zaldívar, no tendrían por qué afectar a una jurista como Fabiana que hizo su trabajo correctamente con dos presidentes de la SCJN, el mencionado Zaldívar, y el muy talentoso Genaro Góngora Pimentel. Pero la grilla es la grilla, y en México no es posible evitarla.
Recomiendo también lo que hoy en Milenio publica Aguilar Camín, quien considera un error no haber invitado a la ministra Piña a Querétaro. Si se comparan con objetividad los escritos de Fabiana Estrada y Héctor Aguilar Camín se tendrá que concluir que la magistrada tiene razón y que el historiador no entiende nada. Porque la actual SCJN no ha sido un poder del Estado, sino un partido político de oposición todavía no registrado como tal; ello a pesar de algunas personas juristas muy brillantes que en la misma participan y que intentaron, sin éxito, evitar semejante despropósito.
Posdata:
Vine a Querétaro. Conseguí como periodista acceso al evento que más tarde encabezará Claudia Sheinbaum. Será muy importante por el discurso de la presidenta de clase mundial que tenemos (Denise Maerker, dixit), y asimismo porque sin la SCJN en el presidium quedará evidenciada la necesidad de reconstruir al Estado mexicano, que en los últimos años perdió a uno de sus poderes, el judicial, debido a que un mal liderazgo lo convirtió en enemigo del legislativo y, sobre todo, del ejecutivo.