Tiene nombre y apellido: Norma Lizbeth Ramos Pérez. Y digo tiene... no falleció... la mataron.
El caso de una alumna de secundaria que mató a su compañera de clases con una piedra golpeándola reiteradamente con ella en la cara y cabeza me ha dejado atónita y helada.
No pude, sinceramente, terminar de ver el video donde es agredida la chica porque me indignan cientos de cosas. Para empezar, la persona que graba. Así, atónito o atónita, viendo como matan a otra niña; a su compañera.
Pero para quien grabó estas escenas lo importante era tener ese video pues generaría likes o se haría viral. No hubo un gramo de humanidad en él o ella y debería de recibir, por supuesto, un castigo ejemplar también.
Norma Lizbeth ya había sido acosada con anterioridad por la compañera que la mató. Venía sufriendo bullying constante pero nadie la oyó. Ya la habían amenazado en el baño de su escuela por haber intentado alzar la voz y denunciar a sus acosadoras. Quisieron golpearla pero desistieron en ese momento.
Tristemente en las escuelas de este país nadie mira a los niños que sufren bullying y tampoco reciben atención los niños que cometen actos de bullying.
Porque estoy convencida que aquel o aquella que agrede es un adolescente que está sufriendo muchísimo, y que tiene tal cantidad de vivencias agresivas y tanta ira acumulada que hace lo que suelen hacer: dañar a otros.
Pero las escalas de agresión del acoso escolar han ido incrementando exponencialmente a raíz de la pandemia.
Hay adolescentes llenos de rabia y adolescentes sin herramientas para conciliar o defenderse, ni siquiera son escuchados por nadie cuando quieren alzar la voz. Los directivos a veces deciden no hacer nada porque los propios padres del agresor solapan y defienden a sus hijos agresivos. Se encuentran desarmados.
La salud mental no es prioridad de este gobierno, se sabe. Por lo tanto, imagino que la flamante secretaria de Educación Pública, Leticia Ramírez Amaya, es una mujer que estudio para ser profesora, pero pienso que debería de tener mayores conocimientos psicopedagógicos para implementar medidas en las escuelas que fomenten escenarios de paz; desgraciadamente desde niveles directivos, maestros, personal administrativo, intendencia, todos ignoran qué hacer ante un alumno que sufre acoso o ante el acosador. Si humanamente les alcanza el corazón podrán intervenir y hacer algo, pero desgraciadamente la humanidad es un valor que cada día se pierde más.
Y más allá de ser humanos, deben de estar capacitados para saber cómo abordar tanto al que es agredido como al agresor.
Norma Lizbeth, de 14 años de edad, fue asesinada por su compañera en una pelea. Su agresora le destrozó el craneo con una piedra. Sus compañeras decían que sufría acoso escolar por su color de piel.
Norma Lizbeth hoy está muerta. Nadie la oyó, nadie la miró. Sus compañeras dicen que era tímida y callada. No era la primera vez que se burlaban por su tono de piel (vaya que era bella, vi su foto publicada). Quería ser enfermera y soñaba con celebrar sus XV años.
Les puedo asegurar que al enterarme de esta noticia me dolió el alma y el corazón.
Los jóvenes de hoy no sienten piedad alguna por nada ni por nadie. Es difícil conmoverlos y provocar en ellos compasión y empatía.
Insisto, debe de haber todo un programa para prevenir el acoso escolar... No se puede tolerar.
¿Hasta dónde está llegando la “justicia” para Norma? Fue despedida la directora y retirada del cargo. Y mi pregunta es ¿y eso sirve de algo?
¿Cuál será el castigo para la agresora? ¿En qué adulta se convertirá cuando sea madre?
Norma Lizbeth es nuestra niña, nuestra adolescente. Es de todos. Este dolorosa pérdida es de todos. No es de Teotihuacán, donde sucedieron los hechos. Esto pasó en México. Nos atañe a todos.
Hago un atento llamado a la maestra Leticia Ramírez, encargada de todo lo que tiene que ver con la educación escolar de nuestros niños y adolescentes: Que por favor mire y ponga atención al tema del acoso escolar; se deje asesorar, implemente programas de psicoeducación dirigido no nada más a los estudiantes sino a los padres de familia, ya que desde ahí se gestan entornos violentos que llevan a un adolescente a matar a otro.
Tengo el corazón roto y ya no tengo nada más que decir.
Es cuanto.