El Partido de la Revolución Democrática (sea lo que sea que signifiquen sus siglas actualmente) se enfrenta a su propia extinción. En un breve periodo de tiempo, significaron uno de los partidos políticos más poderosos de la izquierda y en un santiamén se volvieron cómplices de los mismos poderes fácticos a los que juraron destruir. Su último dirigente, Jesús Zambrano, exguerrillero de la Liga comunista 23 de septiembre, se vio obligado a tratar de buscar en el basurero electoral unos cuantos votos para la supervivencia de su facción partidista. Se le vio sonriente cuando el Pacto por México (un acuerdo intrapartidista para promover las reformas del PRI de Enrique Peña Nieto), se le vio entusiasta cuando la marea rosa marchó y aglutina a señoras y señores preocupados por la “avanzada del comunismo y la dictadura morenista”. Aceptó no tener una candidatura de izquierda y se doblegó al panismo más conservador y al priato más oscuro, el de Alejandro Moreno. A Zambrano, como al PRD, se le olvidó la historia de la izquierda en México, todas las luchas y todas las muertes en su proceso, aquellos sacrificios fueron en vano, lo único en lo que derivaron fue en el poder acumulado de un negocio pintado de amarillo, concentrado por un grupo que se hacía llamar “Los Chuchos” (como nombre de pequeña banda de robo a autopartes) y del que ahora no queda salvo una extinta y lamentable participación en algunos congresos locales.
En El Capital, Marx lanza una expresión profética: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Es decir, aquello que no tiene médula, fundamente, tiende a desaparecer. ¿Cuándo perdió el PRD su esencia y se volvió antipueblo? Con el regreso del PRI en el 2012, el PRD hizo una apuesta frente al vacío: O seguir apoyando a Andrés Manuel (su dos veces candidato a la presidencia y expresidente del partido) o someterse al PRI con rostro joven que pretendía llevar al país al progreso por medio de reformas estructurales. Apostó por el “ganador” y acabó perdiendo todo. El PRI joven resultó más hambriento que sus antecesores, más corrupto que su periodo más salvaje y las reformas no impactaron en la población: El único paracaídas del PRD terminó por desgarrarse con el caso Ayotzinapa, tanto el gobernador de Guerrero, como el presidente municipal de Iguala pertenecían al PRD (y claro que hubo expulsiones y lavado de manos, pero esa mancha, en el espíritu nacional, es una imborrable marca de Caín). Entonces, sin capital político y sin su estrella de rock (AMLO), buscaron espacio con los adversarios. Quisieron cobrar el cheque dado a las reformas peñistas e invocando sus derechos como revendedores de la izquierda nacional, aceptaron migajas a cambio de su presencia. Anaya, el candidato empresarial del PAN (que por alguna razón le siguen apostando a empoderar políticamente al empresariado con pésimos resultados en las urnas), tuvo el apoyo del PRD. El PRI, que todavía con heridas pero se podía automedicar, no quiso entrar en esa pelea. Ya en el 2023 el panorama no era bueno para el PRD, se unieron a todos los grupos donde fueran invitados, se intentaron “ciudadanizar” y buscaron apoyar a las dirigencias charras del PRI y del PAN en la candidatura ciudadana a la presidencia. Otra vez sin candidatura propia, otra vez sin una verdadera protagonista que arrebatara suspiros (con traducción en votos).
El PRD se va con la traición como luz neón sobre sus últimos integrantes. Debo destacar que un proyecto que inició como novedoso, ahora es una vergüenza para la política nacional. Tocaron al pueblo y después no supieron entenderlo. Incluso sus fundadores, los padres de la izquierda institucional, ahora quedan como dinosaurios empolvados y sus jóvenes huestes, ahora son muebles olvidados y acusados de ser mediocres vendedores. El caso de Emilio Álvarez Icaza es su mejor síntesis: su padre, José Álvarez Icaza, cofundador del PRD, eminencia en la lucha por la comunicación de las causas sociales más olvidadas, nos legó a su hijo, un senador del PRD que usa su aparato de propaganda para esparcir mensajes de odio, contra la democracia y los derechos humanos, de talante misógino y clasista. Defiende movimientos de minorías acomodadas (como la Marea Rosa) y en todo el proceso electoral ni una sola mención al partido que le dio una inmerecida curul. El fracaso del PRD tiene rostros, tiene nombres y solamente nos queda agradecer por haber acelerado su extinción. Ojalá pronto llegue a México un partido político de verdadera izquierda, de militancia comunista y de contrapeso progresista.