Los números lo indican. La Alianza tripartita conformada por el PRI, PAN y PRD (y quizá, Nueva Alianza y MC) sí es numéricamente capaz de vencer a Morena y a los oficialistas. Los resultados en el Estado de México y en Coahuila demuestran empíricamente que Morena, a pesar de contar con la maquinaria del Estado, y eventualmente, con los recursos del Edomex, no es invencible.
Si bien es cierto que Alejandra del Moral perdió por más de ocho puntos porcentuales frente a Delfina, el abstencionismo de los mexiquenses indica que una mayor participación de los votantes hubiese podido cerrar la brecha (quizá hubiese ganado Delfina igualmente pero con un margen sustancialmente menor) y haber hecho más competida la elección.
No fue así. Desafortunadamente, la apatía de los mexiquenses, sumado al sentimiento de que “todos los partidos son iguales” provocó que el partido oficial, con las operaciones de Estado, la propaganda ilegal y el desdén del gobernador Alfredo del Mazo hacia la candidata de su partido alcanzase la victoria en la entidad más grande del país.
En el estado de Coahuila, el triunfo arrollador de Manolo Jiménez, provocado por el rechazo al obradorismo expandido en buena parte del norte del país sumado a la escisión electoral de los partidos del oficialismo, revela por sí mismo que la Alianza, unida bajo un solo candidato, sí que puede conducir al derribamiento de AMLO y de sus candidatos.
Sin embargo, el escenario es más complejo de lo que indican los números y la evidencia. Como he señalado, si bien los números apuntan a la posibilidad real de que la Alianza es capaz de vencer a Morena en 2024, el mayor desafío yace en encontrar a un hombre o mujer con los valores, carisma, fortaleza, aceptación, popularidad y capacidades para capitalizar el voto opositor.
Al día de hoy, los nombres que suenan en los medios políticos y de comunicación no parecen ofrecer un liderazgo real que pueda motivar a que los votantes opositores al régimen salgan a las calles y acudan masivamente a las urnas. A pesar de sus credenciales académicas y políticas, personajes como Enrique de la Madrid o Santiago Creel no son políticos naturales, carecen de competencias comunicativas que hagan exaltar las emociones de los votantes y que llenen las plazas públicas.
Por el contrario, son vistos como hombres lejanos a los intereses de la gente, ligados al régimen prianista del pasado, y en suma, que no merecen la confianza de los mexicanos; o en todo caso, si bien gozan de buena reputación entre muchos electores, no infunden en ellos el ánimo de salir a votar y de hacer realidad las aspiraciones de una gran parte de la población, léase, desterrar a Morena de la presidencia de la República.
Otros presidenciables como Mauricio Vila no son conocidos aún en la esfera nacional y continúan recluidos en sus bastiones regionales lejanos de los medios de comunicación.
En suma, las elecciones en el Estado de México y Coahuila han revelado que sí es posible vencer a Morena. Se presentan, sin embargo, dos condicionantes, el primero difícil y el segundo aun más: que la cúpula partidista de la alianza tripartita alcance acuerdos para participar juntos en 2024, y encontrar a un hombre o mujer que saque a los mexicanos de la apatía política y los incite a ir a las urnas. Si no se reúnen estos elementos, bien podremos esperar otros seis años más.